sábado, 25 de febrero de 2012

The Church. Caminando bajo la Vía Láctea.


Los de "La iglesia" entraron en casa como novedad, como casi siempre, de la mano de mi hermano. Su primer disco contenía algunas canciones prometedoras. El segundo ya lo compré yo, aparte de una portada preciosa, confirmaba el hallazgo, “Almost with you” o “Just for you”  son grandes melodías pop de la época y quedaron para la posteridad. En esos primeros discos no acababan nunca de redondear la faena, se lucían en los pases de recibo, quites e incluso con la muleta esbozaban pasajes escalofriantes, bellos momentos que no acababan de coronar cuando la aguja completaba los giros de los surcos sobre el lomo del vinilo.

Pero llegó “Starfish” y después de ocho años de carrera demostraron una madurez y solidez en sus composiciones que han dejado para la historia esta grabación memorable. Su gran éxito “Under the milky way” a mí siempre me pareció una respuesta (en el título) al “Under the red blood sky” de los U2. Por supuesto, como procede de las antípodas (son australianos), allí es de noche mientras luce el sol en la otra punta del mundo.

El disco (no exagero) es una obra maestra, puede ser oído de cualquier manera y en cualquier circunstancia. Da lo mismo si lo oyes completo, en orden aleatorio, en canciones sueltas, si es de noche o de día, da lo mismo el clima y el estado de ánimo. Siempre suena bien. Es macizo, absolutamente redondo... ¿No lo tienes?... ¡Házte con él! ¡Cómpralo! ¡Róbalo! Cualquier medio es lícito para disfrutarlo. Una vez lo oyes “quieres” tenerlo. Es uno de esos “te quiero” que más que amor o cariño encierran afán de posesión, deseo algo malicioso por tener o disfrutar de algo o alguien de forma egoísta, de tenerlo encerrado a buen recaudo, para abrir el cofre de vez en cuando,  sólo enseñarlo para lucirlo, para causar envidia en amigos y, por supuesto, enemigos... Ya sabéis a qué me refiero. ¿Quién no ha sentido eso alguna vez?

¿Cual es el secreto?... Que arriesgan, que insisten en darte una y otra vez lo que quieres, lo que te hace vibrar, lo que te acelera el corazón y lo hacen de verdad. Nunca lo pudieron volver a repetir, es imposible ser sublime de forma continuada.

El disco se abre con “Destination”. Son muy inteligentes, comienzan con una aparentemente “normalita” (pero de magnífica construcción) que actúa como un excelente preludio, un catalizador que te prepara para lo que va a venir, te deja saborear un poco del dulce manjar que vas a probar. Te enseñan el color de las pastillas que puedes probar y, así, sin más, casi sin dejarte elegir ¿para qué hacerte esperar? Comienza la tonada histórica de este disco. La que todos nos sabemos y nunca nos cansamos de oír y tararear. Aparece esplendoroso el camino estelar que conduce a la tierra prometida “Under the milky way”. Guitarras acústicas de inicio, letra recitada inicial, entra poco a poco todo el grupo con teclados que hacen como coros de fondo y llega el estribillo, las guitarras y los golpes de las olas en la noche y, sin saber como, para cuando llegan los ritmos étnicos, ya estás encadenado, no sabes como pero ya te has tragado la píldora y sueñas. A mí me sugiere un paseo solitario nocturno a caballo, con capa y espada colgando, con la noche iluminada sólo por las estrellas,  bajo esa luz tan intensa que clarea el cielo oscuro veraniego, mientras cruzas un puente adoquinado sobre un río que refleja el cielo estrellado. Una canción de muerte, de despedida, de amor no correspondido (de otra forma no podía ser). Cinco minutos que parecen una hora. 


Para que te relajes y vuelvas con los pies a la tierra y al tiempo presente siguen con “Blood money” y “Lost”. La primera con estribillo pegadizo y unas guitarras intensas, con un corto solo central de los que te hacen levantar del asiento, y rasgar en el aire las cuerdas del instrumento. La segunda es lentamente susurrante, ululan los lamentos del cantante, esta es una de las que cuando suenan en un concierto, el micrófono queda en manos del público que entona y toma el protagonismo de la parte central de la canción.  El final deja ir las guitarras a su aire, se podría prolongar durante horas y nadie se quejaría, de hecho se diluye lentamente en el disco enlazando con la última de la primera cara  que empieza con una intensidad guitarrera impresionante que no abandona en ningún momento la canción, mientras ellos te vuelven a enseñar como orientarte en la oscuridad señalando los puntos cardinales “North, South, East and West”. ¡Que rotundo lo dicen al final! ¿Para qué insistir?  Otra que dejarías que se prolongara mucho más allá.


 “Spark” es una espléndida chispa para volver a encender tu atención, un single soñado para cualquier otro disco, en éste simplemente no permite bajar el tono de excelencia. “Antenna” es psicodelia pura, te meten un “chute” de colores, te abren los pulmones con los trastes y los redobles. ¡A volar!



“Reptile” es una de mis favoritas, esta es para cantársela a ella cuando ya te has hartado, cuando no puedes más, rezuma mala leche por los cuatro costados. Ellos te advierten, ella es peligrosa, su lengua viperina te hará daño, ves los filos de las navajas asomados para luchar, pero tú (como siempre) no harás caso y te dejarás envenenar por sus “ojos de diamante”. Te dejarás matar... morirás.


Retorna la psicodelia en “A new season”. Droga dura de verdad, los mástiles refulgen al aire, en el cielo, bajo las hogueras del solsticio. Una dosis de  buen rollo que se prolonga cuando llegas al “Hotel Womb” para descansar, pero todavía bajo los efectos de la pastilla azul o rosa que te has tomado (Ni idea del color, soy daltónico) un sitio donde estás totalmente protegido, donde nada malo puede pasar gracias a los sortilegios tejidos por las voces y las guitarras más evocadoras que nunca. Te relajas y descansas, pero todo lo bueno produce adicción y a veces enferma y hasta puede matar. Pronto lo volverás a querer probar y no te podrás desenganchar. 


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