domingo, 27 de abril de 2014

Martin Stephenson and The Daintees - Gozosa y azul primavera

Probablemente no es el mejor, aunque sí el más aclamado de los discos (por lo menos el que mejor posición alcanzó en las listas) de este simpático inglés. Es el único que tengo en vinilo, mi hermano tiene todos los demás. Yo al menos tengo otros dos en cinta de cassette. Es de la época en que mi hermano estaba en la cresta de la ola de todo lo último. Tenía (y tiene) un especial olfato para los músicos de calidad, los detectaba (y detecta) como un cerdo a las trufas (con perdón). Aunque estén escondidas en el espesor de la tierra, cerca de las raíces del árbol, señala hacia ellas sin dudas con el hocico.

Yo ayer le quería sorprender con el disco de Ruarri Joseph y él asentía, sonreía con esa cara de pillo que se le pone algunos días y le hace más joven, más niño, y me dijo. "¡Que bueno! Me recuerda a Martin Stephenson and the Daintees." Ahí me desarmó. Me dí cuenta de que muchas veces algunas canciones, discos y artistas nos gustan por lo que nos hacen rememorar. Recuperan sentimientos antiguos guardados en cualquier rincón y por eso nos enamoran, porque nos recuerdan a algo o alguien muy querido.

Y es que la música de este artista y sus acompañantes tiene la belleza y la sutileza de lo natural, de los paisajes puros, tranquilos y poco explorados. A la primera escucha parece uno más de entre esos trabajos de folk-pop. Música de raíces actualizada, pero ¿de qué raíces? Sinceramente, no me importa. Porque de forma aislada cada una de sus canciones podría dar lugar a diferentes respuestas. Me importan las sensaciones que deja. De brisa primaveral, de mañana iridiscente, de aroma a agua y hierba. ¿No os pasa que a veces una canción tiene olor y color? Pues este disco está lleno de olores, colores y ambientes. Suena a granja, a establo, a iglesia, a bar y a fiesta, pero sobre todo suena a naturaleza. Y al mismo tiempo las canciones son delicadas, exquisitas, elegantes y refinadas (haciendo honor al apellido del grupo que le acompaña).

Dentro del conjunto de la grabación destacan, para mí, dos o tres canciones, pero no pienso recomendaros ninguna en especial, cada cual que busque las suyas. Las composiciones de este disco parecen fáciles y poco complejas, pero se disfrutan mucho más en la segunda o tercera escucha cuando aparecen muchos más matices a la superficie. Aquí tenéis todo el álbum en bandcamp.

Y sobre todo, no dudéis en poneros con cualquiera de sus cuatro primeros discos, (el resto no los he oído o sea que no puedo opinar). Os aseguro unas cuantas horas de disfrute. Ahora estoy oyendo el "Salutation road" y alcanzando unos niveles de gozo extraordinarios.


jueves, 24 de abril de 2014

Rickie Lee Jones. La palabra vive en la música




El 16 de mayo de 2007 estuve con un par de buenos amigos en concierto que ofreció la gran Rickie Lee Jones en Barcelona. Iba con la esperanza de mantener el arrobo que me había proporcionado su disco: The sermon on the exposition boulevard. ¿Cómo había llegado al disco? Ya no me acuerdo. Probablemente curioseando en alguna tienda encontré la edición limitada. Era muy atractiva: el disco, un dvd del making off, un libreto con amplia información, fotos... ¡Y era Rickie Lee Jones, una de mis preferidas! ¡La que salía en la contraportada del Blue Valentine de Tom Waits!

Hacía varios años que le había perdido la pista a esta buena señora. Pero para mí era desde luego una fuerza de la naturaleza. ¿La había descubierto con The Magazine, en 1984?
 
Quizá, pero el caso es que recuperé rápidamente sus tres primeros discos (dos elepés y un epé) y continué con el quinto (Flying Cowboys), y luego (ya en formato cedé) con los siguientes, hasta Naked Songs. Pero en ese momento me había cansado un poco (¿quizá ella también, y eso se notaba?). Me había cansado de seguir su carrera, pero no de seguir escuchando sus cinco primeros discos, puesto que la pasión que me había encendido estaba lejos de apagarse.
Pasaron los años y se produjo el milagro. La magia volvió. (La magia no se había ido nunca de la huella viva que ha dejado en sus discos, pero volvió en forma de renovación personal.) Comprar un disco de un artista en el mismo momento en que es editado. Comprobar su estado espiritual. Sentir con él. Volar con él. Esa es la magia que me atrapó con el sermón del bulevar. Esa magia que te hace desear tener su teléfono y llamar para darle las gracias. Bueno, eso no fue posible. Pero en mayo de 2007 pude hacerlo mientras aplaudía a rabiar en su concierto. No puedo olvidar el momento en que cantó «I was there» (no podéis imaginar lo que es esta canción, no lo podéis imaginar; es...) y le gritó al guitarrista, así de pronto, que la iban a hacer en Re (la original del disco está en Sol). Era una urgencia. Necesitarlo y hacerlo. Sentí que no era capricho. Sentí que estaba siendo testigo de algo grandioso, como si se hicieran las canciones a sí mismas, de nuevo, delante de mí, y como si los artistas y el público estuviéramos compartiendo con asombro la misma maravilla.

Eso es lo que buscamos en la música. No lo dudéis. Aparte del entretenimiento más inmediato, y de la fuerza física del baile. Buscamos el éxtasis.

Gracias, Rickie Lee.

Este disco (del que tan pocas canciones hay en el tubo, pero ya no aguanto más sin hacer esta entrada en el blog; me cito a mí mismo: «Tampoco es que sea tan importante que todas las canciones de un disco estén ilustradas por vídeos, pero The Sermon on the exposition Boulevard, una obra maestra como la copa de un pino (una obra de arte que trasciende la mera forma de un disco), merecía mucho más (y eso que Rickie tiene varias obras maestras).» ), este disco nació de un proyecto de Lee Cantelon. El hombre quería grabar una versión recitada de su versión de las palabras evangélicas de Jesucristo. Eso digo yo: ¡Jesucristo! Bueno, parece que era un proyecto muy callejero, con bajo presupuesto, pero con muy buenas ideas. Le pidió a Rickie Lee que leyera. Y Rickie Lee le pidió que la dejara cantar y... «Nobody knows my name» a la primera toma. De hecho, la mitad del disco fueron primeras tomas. Algunas simplemente increíbles, milagros de inspiración.
 
Rickie reinterpretó las palabras del libro de Cantelon y creó las canciones, junto con él y Peter Atanasoff. Se transformó en un disco de Rickie, al menos, la mitad de él. Ella se comprometió con el mensaje espiritual, con el intenso deseo de conseguir que la palabra viva en el corazón de las personas. Se confiesa de izquierdas, y no cree en una sola religión. Tampoco pretende evangelizar a nadie. Pero buscaba expresar lo inexplicable siendo ella misma.
Es un disco de marcada diversidad con respecto a su estilo más hegemónico. Es mucho más rock, y también mucho más folk. Es... una obra maestra que espera el oído que la merezca.
En el concierto, en 2007, me encontré con una señora mayor, no con la estupenda novia de Tom Waits. Pero la señora, amigos, ardió en el escenario. Se entregó. Hizo que el tiempo tampoco pesara sobre mí (que ya me acerco mucho a un señor mayor). Gracias, Rickie Lee.

viernes, 11 de abril de 2014

Walkabouts. Un viaje espiritual por caminos ancestrales


¿Quién son los "walkabouts"? Yo diría que son unos merodeadores. Unos caminantes con rumbo circular, vienen y van y, mientras se dirigen a su destino, se permiten el lujo de admirar el paisaje desde los altozanos, de conversar con los ancianos, se sientan en los porches de sus casas a escuchar sus ancestrales leyendas y luego van de pueblo en pueblo interpretando romanzas y cantinelas, transmiten noticias y hacen soñar y volar a los que están detenidos. ¡Como no! Despiertan envidias y ganas de seguirlos, se crean acólitos y enemigos sin haberlo pretendido. Las autoridades los podrían acusar o perseguir por brujos.

Parecen europeos (yo siempre lo he pensado por sus apellidos hasta que leí su biografía) pero son americanos. Podrían ser australianos por su nombre que recuerda ese tránsito deambulante de los aborígenes de las antípodas, en el que buscan la comunión con el tiempo, con la tierra y los elementos. También por su música que me recuerda a la de los Triffids. Sus títulos y las portadas de sus discos siempre evocan viajes, tránsitos con frecuencia nocturnos como los de este disco.

Su estilo es sencillamente inclasificable, y si alguien les encuentra escudo y colores a mí no me importa. No entran a la primera (salvo excepciones), hay que escucharlos, hay que insistir, pero cuando llegan se quedan de forma permanente.

Ni idea de como los descubrí. Diría que este es el primer disco que compré, probablemente los escuché en alguna radio una noche de insomnio, mientras velaba a algún enfermo, de esas que luego cuando coges el sueño parece que lo que oíste o pensaste queda envuelto en la misma nube onírica. Nunca sabes distinguir lo real de lo presentido. Casi siempre esas horas luego parecen minutos. Eso pasa con sus canciones, surgen de una neblina oscura, que poco a poco se va aclarando pero nunca es nítida del todo.

Los temas son interpretados por voz femenina o masculina o por ambas. Las dos de fuerte personalidad. La de él con un toque claramente de barítono, francamente inquietante, suena a admonición, a severa advertencia. Esto no es un juego. Ella me recuerda a una Stevie Nicks más misteriosa, como si cantara tras un velo o una tela de araña, igual de compleja que la tejida por sus melodías. Las guitarras suelen sonar lejanas, en segundo plano, detrás de los teclados, las cuerdas e incluso los instrumentos rítmicos.

Podría decir que el disco va a más. Es mentira, siempre tiene el mismo nivel de calidad, pero produce cierto desasosiego inicial y hasta que no te acostumbras a tener todo el rato la piel de gallina no notas el placer que produce tal nivel de seriedad. De hecho ellos son conscientes de despertar esas reacciones y alternan esos momentos de seriedad extrema con algún momento de lirismo incluso dentro de la misma canción.
Incluso alguno de los temas tiene alguna pincelada "comercial", asequible a cualquiera, como si quisieran ser más pop, algo menos sofisticados. Simples fuegos de artificio para acercarse algo a las masas, pero rápidamente vuelven a juguetear con las arritmias, a elevar el potenciómetro de excitación cardíaca. A revolotear en ese sueño superficial de la madrugada en el que te despiertan los pensamientos de otros, esas fuertes premoniciones de encuentros, ese preciso momento en que las madres abren los ojos antes de que llore o se queje un hijo, o se evocan los amantes imposibles separados por miles de kilómetros cuando les crujen los pensamientos como si fueran rayos.

En definitiva, un disco claramente nocturno, para escuchar con las luces apagadas o como mínimo con los ojos cerrados. Son claramente "pájaros nocturnos", merodeadores, aves rapaces, de poco trino y mucho tino. Ustedes los disfruten y... no se corten, comenten que nos gusta, que nos apetece... Si es que hay alguien que nos lee. Saludos