jueves, 26 de abril de 2012

The Smiths. Un hombre encantador repartiendo caramelos.

The Smiths fueron un grupo de indudable éxito y escaso recorrido. Tras su desaparición, la repercusión de su cantante y su guitarrista conseguida por separado no son en absoluto comparables a la obtenida en comandita. Eso demuestra que los cócteles de genios son explosivos, duran poco, son difíciles de repetir y causan sus efectos de forma imborrable. 

Para mí son un grupo de canciones más que de discos. Los tengo todos pero no los oigo nunca enteros, siempre voy saltando canciones, ninguno de ellos me parece excepcional, incluyendo el afamado “The Queen is dead”, pero en todos hay canciones que forman parte de forma permanente de mi armamentario e imaginario musical.  Por eso me he decidido a comentar el “maxi” de la canción “This Charming Man”.

La portada mostrando a Jean Marais caído y reflejado en acuoso espejo, parece pronosticar la muerte joven de su proyecto musical, un cadáver bonito y joven siempre da que hablar y conjeturar durante mucho más tiempo que uno arrugado, caduco y de deterioro lento.

La temática de sus canciones con insinuaciones claramente homosexuales es atrevida para su época. La característica voz de Morrisey junto con los riff guitarreros de Johnny Marr le dan el toque de originalidad necesario para que nos quedáramos enganchados a este grupo y esperáramos ansiosos a su primer álbum que (en mi opinión) resultó algo decepcionante, probablemente por su producción huérfana de la potencia y frescura de sus sencillos y una mala selección de canciones. Volví a creer en ellos después de ver televisada una actuación suya en TVE. La fuerza de su directo, la potencia vocal de Morrisey y su presencia escénica elevaban su credibilidad. Un grupo con voz, guitarra, bajo y batería, con un nombre sencillo y nada rebuscado, en una estación marcada por los “New Romantics” en las primeras posiciones de las listas, daba un contrapunto interesantísimo.



La canción “This Charming Man” está marcada por la guitarra de Marr de inicio a fin, ese riff  americanizado de la Rickenbacker, que te perfora la sien y queda alojado de forma permanente en la memoria, es inconfundible y cuando aparece la afilada voz de Morrisey te entran ganas de bailar, de saltar, de gritar como el cantante antes del estribillo o de tararear. Una canción para la historia, eterna.
La canción aparece en dos versiones “Manchester” y “New York”. Sinceramente, no le acabo de ver la diferencia., de hecho para mí la segunda sobra. Si ya lo has hecho bien en tres minutos no busques la perfección alargando el tiempo pero... yo no estaba entonces con ellos para aconsejarles y ellos eran jóvenes y con ganas de triunfo y probablemente de dinero. La alargan un poco con bajo y batería supongo que para las discotecas pero la disminución de la presencia de la guitarra deja totalmente huérfana la canción aunque repita el eco la voz del cantante. 


Las otras dos canciones que ocupan la cara B, sólo aparecen en este single ya que nunca formaron parte de un LP. Por suerte, no figuran sólo para rellenar. De hecho son las que acaban de compactar el trabajo al insistir en las excelentes bases de la canción principal. Los gorgoritos de Morrisey en “Wonderful Woman” con una armónica de fondo y el ritmo de la guitarra conforman una de las mejores canciones de ritmo lento de este grupo en mi humilde opinión. Que lo disfrutéis.




domingo, 15 de abril de 2012

Joy Division. El morbo de los cementerios


«Love will tear us apart» sonó en las radios españolas. Recuerdo que incluso vi en la televisión el vídeo oficial. Y ya por entonces se inició el culto fúnebre a Joy Division. No es de ahora que se exprima miserablemente a los muertos. Pero eso lo digo con la perspectiva; en aquel entonces pensaba que era auténtico, que las portadas de cementerio eran parte de la estética. Ahora me pregunto si no había algo de mercadotecnia.

 

 Fue todo muy rápido. Sonó el single, los Pegamoides se convirtieron en Parálisis Permanente y Dinarama; Gabinete Caligari, como su nombre indica, eran siniestros; Décima Víctima tocaron en el 666 (antiguo Metro). Romanticismo puro: oscuridad y pasión, misterio y dolor. La onda siniestra era muy sobresaliente en la ola post-punk: The Cure, Siouxie and the Banshees, The Sound... Me acuerdo de que cuando moría alguien que representaba algo para mí (no sé, como Julio Cortázar), yo le hacía un simbólico funeral poniendo en el tocadiscos el Berlin de Lou Reed o el Closer de Joy Division. ¡Menuda sensibilidad!

Cuando mi hermano compró el primer disco de Joy Division, nos quedamos colgados de la primera canción: «Disorder». Era un disco muy difícil. No entraba ni mucho menos a la primera. Y acojonaba. Es decir, en serio, «I remember nothing» con auriculares te los ponía de corbata. Debió de ser a finales de 1980, porque en cuanto salió el primero de New Order, también lo compró (finales del 81, principios del 82). Y entre ambos, no sé cómo, me hice con Closer. El disco que lo contiene todo. La primera cara, más hacia Unknown Pleasures; la segunda, uf, la segunda es la obra maestra que ponía una y otra vez, mirando de reojo la primera. Supongo que lo lógico, después del mazazo melódico de «Love will tear us apart» (que es, creo, lo primero que se conoció en España), era buscar canciones parecidas. No las había. Pero el despegue del punk es tan evidente y tan sugestivo que vale la pena. Hay ritmo obsesivo, más rápido, más lento; hay una tristeza de nieve sucia; un uso inteligente de los teclados; un desarrollo melódico paciente... Son apenas cuatro canciones, a cual mejor. Funk cibernético: «Heart and Soul»; música trepidante: «Twenty four Hours»; paisajes invernales desolados: «The Eternal»; y lo más cercano a lo que buscaba: «Decades». Aquí se usa el teclado de una forma cercana a «Love will tear...», pero es mucho más lenta. Es una canción maravillosa, pero no es un single. Las cuatro canciones parecen compuestas para una suite. Se pueden repetir cíclicamente y se obtiene un paisaje hipnótico. He aquí esa segunda cara.

 


 

 La primera cara empezaba con una exhibición de torturas sonoras. No me extraña el título, sacado de un libro de cuentos de J. G. Ballard, «Exhibición de atrocidades». Guitarras como sierras mecánicas que te cortan en dos sobre el típico ritmo de Steve Morris (África pasada por un turmix y congelada a -300 ºC).

 

En cuanto a «Isolation», era lo más cerca que podían estar del tecno-pop.

   

 «Passover» demuestra que no hace falta hacer ruido. Las guitarras raspan, el bajo se mete en el estómago. Me doy cuenta de que, después de entrar mucho mejor por la segunda cara, la primera no tiene desperdicio. La melodía de la voz se acopla perfectamente al desarrollo instrumental.

   

 «Colony». La fábrica de cristal roto continúa. Hay desprecio en la voz, hay dolor. La sección rítmica era lo nunca oído, se nota. Maestros en crear un clima obsesivo.

   

 «A means to an end». El tren que no para. El bajo es medio funky. Los frenos del tren no se activan hasta el final. Hasta entonces, la respiración del tren conduce la canción con una locomotora desanimada y repleta de bilis. La mejor de esta cara, según mi opinión de entonces. Ahora no estoy tan seguro.

   

 Y he aquí un concierto que yo vi en vhs, en casa de mi amigo Eugenio De Haro, hacia 1983. Lástima de sincronización.

 

sábado, 14 de abril de 2012

The return of The Durutti Column. Debían pensar que era italiano.



Interesante el tema del nombre de este ¿grupo?  En todos sitios se indica que hace referencia a la columna de voluntarios formada en Barcelona por el anarquista Buenaventura Durruti durante la guerra civil española. Está claro que mucho de historia no saben los que bautizaron a este grupo (o de ortografía), ya que el nombre aparece italianizado. Igual soy yo el que no tiene ni puñetera idea y resulta que se escribe así en vasco (aunque nació en León).  La verdad es que me gustaría entrevistar a Vini Reilly (el guitarrista y alma del grupo) y preguntarle sobre los motivos que les llevaron a adoptar este nombre y su ortografía. Además me encantaría saber como lo pronuncian en inglés.



Sea como sea, consiguieron que algunos que no habíamos estudiado nada de historia de la Guerra Civil (me refiero a historia de verdad, no a lo que nos contaron en la época franquista) supiéramos de la existencia de esta milicia popular comandada por el revolucionario que (casualmente) murió en Madrid un 20 de Noviembre.



El disco fue uno de los primeros publicados por la discográfica “Factory”, el mismo sello en el que grababan los Joy Division (algún día hablaremos de ellos), Cabaret Voltaire y OMD entre otros. Todos ellos grupos herederos del “punk” de finales de los setenta, de esa música sucia de la que luego se fueron aclarando poco a poco otros géneros de los que derivaron buena parte de los ritmos que dominaron el final del siglo XX.

La edición española es especialmente espartana, funda de cartón baratita, créditos en los que sólo figura el guitarrista y el productor (Martin Hannett) como si fueran los únicos componentes del grupo. Luego he averiguado que eran más. Ni una concesión a la galería. Al parecer la edición original inglesa estaba hecha con papel de lija o sea que mejor no quejarse. La lista de canciones la tienes que consultar sobre el vinilo. Ni siquiera aparece el acrónimo misterioso FAC14, que ahora he averiguado que era un número asignado a cada una de las grabaciones de Factory pero que ni siquiera era correlativo.


En ese mundo convulso e ilusionado a la vez, dominado por los sonidos potentes, las voces desabridas y un público deseoso de “marcha, marcha”, los de la Columna Durruti nos deleitaron con un disco instrumental, para mí precursor de la "New Age", de canciones acaronadoras (está  bien escrito, busca en el diccionario si dudas), de paisajes luminosos, arrullados por murmullos de pájaros. Para mí un disco primaveral, de flores cargadas de rocío que se abren en la mañana, un aire fresco en esas mañanas nebulosas que delineaban otros músicos, exquisito y a la vez sencillo en su construcción... sencillamente bello. Ideal para conducir por la montaña, o para acompañar una tarde de rayos solares que perforan cortinas o para deambular mirando cuadros en una galería de arte poco concurrida. Me gusta oírlo a solas porque lo paladeo más intensamente y me regocijo en ello.



Resulta evidente que no tuvo gran éxito salvo en círculos reducidos (por lo menos en nuestro país), pero ahí quedan todas sus piezas, intemporales, absolutamente fuera de parámetros, indescriptible su estilo en lo que a música rock/pop se refiere, podrían editarlo mañana de nuevo y nadie se daría cuenta de que es viejo, sólo unos pocos que llevamos más de treinta años disfrutándolo de vez en cuando. ¡Aprovecha ahora si no lo conoces! ¡Cierra los ojos y déjate iluminar!