Bueno, y llegó el punk. Pero no vayamos a mitificar el asunto. A mí no me gustaba. A mí me gustaban los grupos de rock sinfónico, y los de rock sureño y... Pero había señales de humo, había muestras de que algo se estaba cociendo: canciones «que lo petaban». Y la ola del punk levantó a todos los músicos con un poco de mala leche y rebeldía juvenil. La new wave no era más que un puñado de grupos que hacían pop musculoso con acento de barrio, y el afterpunk parece que llegó casi antes de que nos hubiéramos enterado y, de hecho, en las paredes los propios punks escribían: "punk is dead". Y vi el vídeo de los Jam en la tele: «Going underground», y pensé, joder, qué fuerza, cómo tira esta canción, esto sí que me gusta.
Y llegó a casa su disco Setting sons. Yo jugaba a fútbol todavía. Y a veces, con el esfuerzo físico, ya fuera el sábado o, más normalmente, el domingo a la tarde, me dolía la cabeza, me dolía el cuerpo, me sentía machacado, creo que me daba un poquito de fiebre. Entonces me ponía este disco, que me resultaba de una violencia explosiva, y me gustaba.
Me encantaba la voz de Paul Weller, siempre como de mal humor, y me hacía la ilusión de que el punk también me gustaba y que no era una persona tan pasada de moda. Claro que luego conocí mucho mejor al grupo y comprendí que había otras fuentes de inspiración para ellos aparte del punk.
Además de todo esto, en el disco hay dos canciones que no pueden calificarse más que como dos obras maestras. Después de «Girl on the phone», con el ring ring de la llamada de una novia que sabe todas tus medidas, viene la primera muestra de pop de relojería. «Thick as thieves» (Como uña y carne) es la repanocha: batería que redobla para ponerte en tu sitio, un riff de guitarra que camina sin parar, la voz que inicia una narración, los coros del bajista (que eran un lujo)... y la melodía se desarrolla con naturalidad y belleza. Un pelotazo.
Y luego, la última de la primera cara, «Wasteland», es una maravilla de principio a fin, la mejor del disco, la que mezcla violencia con ternura, la que añade a la melodía las mejores armonías vocales... La que hace que entiendas algunos versos en inglés: «Meet me in the wasteland... Like our lives, just like our lives, exactly like our lives». Definitiva.
Bueno, supongo que yo era uno de esos chicos del sábado, que salían con los amigos y se imaginaban que iba a pasar algo, aunque nunca pasara nada. Sí, ellos hablaban de vidas como la mía, sí, exactamente como la mía.
La vida a veces da giros inospechados, hay acciones que sin saber porqué perduran de forma imborrable aunque pasen los años. Hoy hace veinticinco años que, por primera vez en mi vida, compré dos entradas para ir un concierto sin tener quién me acompañara, arriesgándome a tener que ir solo o a no ir con las entradas compradas (lo he hecho alguna vez). Por primera vez en mi vida, sin pensármelo, por intuición, por un simple pálpito, por un cruce de miradas se lo propuse a una casi desconocida y... aceptó.
El concierto tuvo lugar en la sala Studio 54 (actualmente Teatro Arteria) en el
Paralelo barcelonés, el artista Joe Jackson en la gira del disco “Big world”.
La actuación resultó ser extraordinaria. La compañía... también. Todavía puedo
ver el brillo de su mirada al escenario (probablemente era su primer concierto), puedo notar los roces obligados por la aglomeración de público, el suave latido de nuestros corazones coordinados. No se me han borrado los compases de la primera canción “One more time”, ni la inolvidable presencia escénica de Jackson, vestido de inicio con un largúisimo guardapolvo,(debe medir por lo menos metro noventa) y ... su voz llenando la escena. La inmensa capacidad para pasearse en todos los estilos posibles en un mismo concierto, las versiones enlazadas y emocionantes de “Be my number two” y “Breaking us in two” seguidas de una casi irreconocible de “Steppin out”. ¿Y el grupo? Las percusiones de Sue Hadjopoulos, la guitarra de Vinni Zumo, el excelente sonido del conjunto poco habitual en esa sala... parecía que estuviéramos escuchando un disco.
“We so tired of all the darkness in our
lives
With no more angry words to say can come alive
Get into a car and drive to the other side.
We are young but getting old before our
time
We'll leave the T.V. and the radio behind
Don't you wonder what we'll find steppin' out tonight”
Todavía no me olvido hoy del camino conduciendo para devolverla a su casa a unos cuantos kilómetros de Barcelona o como me perdí, todavía embriagado por su presencia, volviendo por una carretera comarcal atravesando unas famosas montañas, mientras resonaba en un reproductor de cassette “Shanghai Sky”. Recuerdo aún , sin necesidad de agenda, un número de teléfono que no volveré a marcar nunca más, porque la magia de una noche sólo dura eso y no se repetirá. Lo mismo le pasa a Joe Jackson hoy olvidado por casi todos, aunque sigue siendo un músico sublime y tarde o temprano la historia le rendirá el homenaje que merece.
Hace años también que no sé nada de ninguno de los dos (ni de ella ni de él), que giramos un recodo que nunca más nos volverá a juntar, que no hemos vuelto a hablar pero, siempre perdurará en nuestro interior esa noche mientras suenan los compases de “Wild West” o “My hometown”. En ese concierto ya nos dijeron una gran verdad sobre nuestra vida: “No puedes conseguir lo que quieres hasta que no sepas lo que es”
.
En 1989, recién acabada la «mili», comencé a trabajar en una agencia de aduanas y transportes, en Mercabarna. Hacía de administrativo (igual que en Ceuta, en la «mili»), y compartía la oficina con un comercial que se pasaba la mayor parte del día haciendo su trabajo, es decir, fuera de la oficina. Yo escuchaba Radio 3 todo el tiempo y estudiaba para unas oposiciones (el trabajo lo hacía con la mano derecha atada a la espalda y en el tiempo que se da un suspiro). En 1988 hubo un disco fundamental en la oficina militar: Starfish, de The Church. En 1989, sonaban los singles de The SUNDAYS: reading, writing and arithmetic (1990).
Como me pasaba el día escuchando la radio y el teléfono lo pagaban Sucesores de Felipe Rey, participé en un concurso: adiviné una a una las diez canciones que habían puesto en El gallo que no cesa (programa satírico para partirse de la risa); me prometieron una cassette con esas diez canciones; nunca me la enviaron. Una era «Here is where the story ends».
The Sundays fueron un grupo que unía perfectamente el pop siniestro y celestial de Cocteau Twins con las panderetas y las guitarras aéreas de..., no sé, The Durrutti Column. Sí, creo que era un grupo de los ochenta, por más que sus álbumes se publicaran en los noventa (luego vendrían Blind, 1992, y Static and Silence, 1997). Reading, writing and arithmetic era un milagro. La voz de Harriet Wheeler parecía salida de una muñeca de Famosa con un ataque de melancolía; Dave Gavurin entrecruzaba las guitarras para rivalizar con la melodía, y la sección rítmica..., la sección rítmica daba una lección de cómo se levanta una canción pop para que suene a música imperecedera. Como los Smiths, pero en vez de simular que eres una tía emocionada, resulta que lo eres.
«Can't be sure», que había sido el single anterior era otra demostración de que no hace falta hacer una canción con estrofa-estribillo-estribillo para realizar una obra maestra pop: estrofa, estrofa, más estrofas, tensión hipnótica que explota en el estribillo y... final.
Algo parecido se podría decir para «I kicked a boy». Me encanta que suban y suban, y terminen con un acorde suelto, como diciendo: Y hasta aquí hemos llegado, mecagüen...
The Sundays representan el momento justo en que tuve que dejar de comprar discos (¡hasta me compré un maxi y un single!) y aceptar los cedés (segundo y tercer disco). Con estos dos últimos os dejo: maravillas nada lejanas al milagro de Reading, writing and arithmetic. El single de Blind lo hice girar hasta la saciedad (en la segunda cara, guau, «Wild Horses» de los Rolling): «Goodbye».
P. S. Y cinco años después, olvidados yo creo que por casi todos, pero afanosamente atesorados por unos pocos, llegó su último disco, y sus singles. «Summertime». Cómo se puede ser tan felizmente melancólico.
«Love».
2º P.S. Si serán buenos que hasta Nelly Furtado hizo un single que los calcaba (y las multinacionales siempre buscan caramelos de buen sabor, amigos, que no son tontos). Hipnóticos. Aterciopelados. Soñadores. Nostalgia de una hermosura que aún no ha cesado, pero que tiene el aspecto de un adiós.
Los discos dobles no eran nada habituales en los 70. La gente se lo pensaba
seriamente antes de invertir en ello, tenían que ser muy buenos o tenías que
ser muy fan para que te entusiasmaran y estar bien de dinero para comprarlos.
El caso es que este joven de 24 años publicó en 1972 un disco doble en el que,
en tres de sus caras, toca todos los instrumentos y hace todas las voces y va y
le sale una obra maestra.
Yo conocía a Rundgren por su grupo Utopia, en el que exhibía dotes para la música
electrónica y progresiva nada comunes en los músicos norteamericanos de la
época. En un programa de RNE del que yo era habitual (“Para vosotros jóvenes”)
nos propinaron completo su disco “Ra” (de hecho lo tengo en vinilo) y ahí me
quedé con el nombre de su líder y vocalista.
Cuando empezamos a comprar discos leíamos con avidez las críticas de la revista
“Vibraciones” y creíamos a pies juntillas en sus recomendaciones. Fue la
crítica de este disco en esa revista la que me hizo comprarlo sin haber oído ni
una canción, luego me di cuenta que sin saberlo ya había disfrutado de varias y
eso os puede pasar si tenéis el acierto de oír alguna de sus canciones. El
disco había sido reeditado en 1977 dentro de una serie llamada “Pioneros”. La
verdad es que triunfó entre poco y nada en cuanto a ventas y visto su precio,
nos hicimos con él de segunda mano en una tienda de la antigua calle Conde del
Asalto (ahora Nou de la Rambla) que se llamaba Queraltó discos.
El disco (ahora
están sus surcos siendo reseguidos por la aguja) pese a los años transcurridos
ha soportado perfectamente el paso del tiempo y suena de forma francamente
potable. La
producción, también a cargo de su autor, es excelente. De hecho, Todd ha
sobresalido más como productor de discos tocados con la varita mágica del éxito
(“Bat out of hell” de Meat Loaf por ejemplo) que como intérprete para el gran público.
En su conjunto es una piedra angular de la música pop de la época. La variedad de sus veinticinco canciones es
amplísima y se suceden prácticamente sin interrupción como venablos lanzados de
forma repetida que todavía estás intentando arrancarte de la piel cuando se te
clava uno nuevo. La calidad es tan buena que durante meses sólo conseguimos oír
la cara A del primer disco y no nos creíamos que el resto pudiera ser tan
bueno, pero lo es.
El
disco se abre con una de esas canciones pop magistrales que desde el primer
compás declara que se va a quedar contigo para toda la vida. La voz y los coros
sobresalen sobre la armónica música transportándote hasta un estribillo que debería
susurrarse al oído de forma obligatoria ante determinados iris y pupilas “I saw
de light in your eyes”. El final de la
canción con la pregunta “Can’t you see the light in my eyes?” deja claro que no
siempre esa luz salta de forma recíproca en las relaciones humanas.
Las
cinco canciones siguientes son... monumentales, cortas, cadenciosas,
aparentemente sencillas en su instrumentación y todas diferentes. Llenas de
toques personales, iniciadas como si las tocara todo un grupo o con voz de
falsete usada medio en broma al final de algunas o con giros rítmicos en la
parte central, algunas acabadas de forma casi abrupta como si estuvieran hechas
a medias, dejándote con las ganas de su continuación. Todo lo opuesto a lo
habitual en esa época de predominio del rock sinfónico, repleto de canciones
largas, difíciles y, muchas veces también, grandiosas o monumentalmente
aburridas. La
cara A se cierra con otra obra maestra: “Sweeter memories”. Punteos de guitarra
punzantes como lágrimas, un estribillo algo triste pero pegadizo y un solo
final de guitarra emocionante. Difícil no volver atrás la aguja del “tocata” y
reiniciar la audición por la primera.
La
segunda cara se inicia con Rundgren
hablando de los diferentes efectos y sonidos del estudio y demostrándolos
en nuestros altavoces. A continuación una canción instrumental premonitoria
(“Breathless”), con predominio de teclados que podrían haber firmado
perfectamente los OMD. Parece que el tono del disco va a bajar pero aparece una
canción a ritmo de carrusel de feria ardiendo que nos vuelve a dejar
expectantes y atónitos ante un nuevo estilo no vislumbrado previamente. Nuevos
efectos especiales y vuelve el pop facilón, agradable y de gran calidad en
“Saving Grace”, una canción que podrían haber firmado perfectamente los Hall
and Oates. Le sigue “Marlene”, otra obra maestra en la que destacan unas
percusiones preciosas (“I don’t need no fantasies... I don’t need realities”) y
el canto del autor a su dependencia de
las gracias femeninas. Le sigue “Song of the Viking” una canción de esas hechas para cantar en el autocar
yendo de excursión con el colegio. La cosa se cierra con “I Went to the Mirror”
una de esas en las que ascienden de forma remisa la voz y el piano hasta un final con
guitarras desordenadas.
El
segundo disco comienza con novedades. “Black Maria” una canción que dura más
de cinco minutos (la única del disco con esta duración) muy en la línea de los
Utopia, con unas guitarras y voces que
podrían haber firmado muchos grupos de rock de la época, los Kinks por poner un
ejemplo e incluso algún grupo del más puro heavy metal. Otra vez la música de una feria, de
mandolinas, introduce un nuevo giro argumental al disco con “One More Day”. Las bromas preceden a una canción pop que podrían haber firmado los
Beatles, incluso parece que Todd los parodia, como diciendo “Veis, lo puede
hacer cualquiera”, imita claramente a Lennon en la voz solista y a McCartney en
los coros y nos deja una pieza magistral "Couldn't I Just
Tell You", precursora del power pop según algunos críticos. La cosa sigue con una balada estremecedora
“Torch Song”. El título es definitorio de un estilo como podéis comprobar si
leéis la definición de “Canción antorcha” en la Wikipedia. Nuevamente para
finalizar, una canción de guitarras y voz distorsionadas, casi recita más que
canta, le acompañan los coros y unos sostenidos riffs de guitarra y redobles de batería psicodélicos en la
línea de Iron Butterfly (por ejemplo) que finalizan como un: “Ahí queda eso, si
puedes y te atreves dale la vuelta al disco”.
Yo
voy y se la doy y... no me arrepiento. La cara B del segundo disco es genial. Se
inicia con un fragmento de una canción pop de los sesenta que suena como mal
grabada en directo, parecen los Beatles de nuevo, de hecho hicieron una versión
en su día de esa canción. Le sigue otro fragmento de un blues también de los sesenta que cantó Rory
Gallagher ¿Esto es lo que hoy en día se llaman “samplers”? ¿Otro giro argumental
al disco? ¡No! Todd nos avisa “Here we go” y aparece todo un grupo colaborando
exclusivamente en esta cuarta cara y el tono se eleva hasta el infinito, casi
rozas las nubes. “Dust in the wind” suena limpia, pura, deliciosamente
instrumentada, adornando los solos de guitarra (nada menos que Rick Derringer) con
los del metal, saxo, trompeta y trombón (Barry Rogers, Randy Brecker y Michael
Brecker) y unos extraordinarios coros. Y a partir de aquí nos sueltan entre cachondeo,
risas, ahora empiezo, ahora no, ahora me equivoco para ponerte nervioso, cinco
canciones de proporciones heroicas, que
parecen grabadas a pelo, en directo, tal como salen. Entre las que destacan
“Hello It’s me” o “You left me sore” en una línea francamente pop, con
estribillos pegadizos, cantadas medio en broma, para levantar el ánimo si no
estabas fino. “Some
Folks Is Even Whiter Than Me" en más puro estilo Tamla Motown con unos solos de saxo nada
habituales en el pop en esos años. El disco finaliza a ritmo de rock and roll
con “Slut”. ¡Brutal! Dinero bien gastado. ¡Oye! ¿A qué esperas? ¿No lo tienes?
¡Sal corriendo a comprarlo! ... Igual no lo encuentras... Yo sí lo tengo
(jajaja). Voy a volver a oír sólo esta última cara. Ya está sonando, perdona
que me aleje, me gusta subir el volumen a mano, esta grabación no admite mandos
a distancia. Lo siento por mis vecinos “A one, a two, a one, two, three...”