sábado, 26 de noviembre de 2011

The Jam - Setting sons


Bueno, y llegó el punk. Pero no vayamos a mitificar el asunto. A mí no me gustaba. A mí me gustaban los grupos de rock sinfónico, y los de rock sureño y... Pero había señales de humo, había muestras de que algo se estaba cociendo: canciones «que lo petaban». Y la ola del punk levantó a todos los músicos con un poco de mala leche y rebeldía juvenil. La new wave no era más que un puñado de grupos que hacían pop musculoso con acento de barrio, y el afterpunk parece que llegó casi antes de que nos hubiéramos enterado y, de hecho, en las paredes los propios punks escribían: "punk is dead". Y vi el vídeo de los Jam en la tele: «Going underground», y pensé, joder, qué fuerza, cómo tira esta canción, esto sí que me gusta.



Y llegó a casa su disco Setting sons. Yo jugaba a fútbol todavía. Y a veces, con el esfuerzo físico, ya fuera el sábado o, más normalmente, el domingo a la tarde, me dolía la cabeza, me dolía el cuerpo, me sentía machacado, creo que me daba un poquito de fiebre. Entonces me ponía este disco, que me resultaba de una violencia explosiva, y me gustaba.



Me encantaba la voz de Paul Weller, siempre como de mal humor, y me hacía la ilusión de que el punk también me gustaba y que no era una persona tan pasada de moda. Claro que luego conocí mucho mejor al grupo y comprendí que había otras fuentes de inspiración para ellos aparte del punk.



Además de todo esto, en el disco hay dos canciones que no pueden calificarse más que como dos obras maestras. Después de «Girl on the phone», con el ring ring de la llamada de una novia que sabe todas tus medidas, viene la primera muestra de pop de relojería. «Thick as thieves» (Como uña y carne) es la repanocha: batería que redobla para ponerte en tu sitio, un riff de guitarra que camina sin parar, la voz que inicia una narración, los coros del bajista (que eran un lujo)... y la melodía se desarrolla con naturalidad y belleza. Un pelotazo.



Y luego, la última de la primera cara, «Wasteland», es una maravilla de principio a fin, la mejor del disco, la que mezcla violencia con ternura, la que añade a la melodía las mejores armonías vocales... La que hace que entiendas algunos versos en inglés: «Meet me in the wasteland... Like our lives, just like our lives, exactly like our lives». Definitiva.



Bueno, supongo que yo era uno de esos chicos del sábado, que salían con los amigos y se imaginaban que iba a pasar algo, aunque nunca pasara nada. Sí, ellos hablaban de vidas como la mía, sí, exactamente como la mía.



1 comentario:

  1. Madre mía, oigo estos temazo antológicos y, además de entender mis canas, alucino con la evolución de Paul Weller y de como ha ido sosegándose. Será la madurez.

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