miércoles, 29 de febrero de 2012

Ascensión y caída de Ziggy. La prehistoria, el Vieta Uno.


The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars es uno de los primeros discos que compró mi hermano. Creo que de los cinco primeros elepés que tuvimos en casa. Por aquel tiempo (no recuerdo bien, pero debió de ser alrededor de 1976), eso significaba que el disco sonaba, como mínimo, una vez cada día. Y desde entonces he procurado no tenerlo muy lejos (cuando se lo llevó mi hermano, obtuve una grabación, y posteriormente compré el cedé). ¿Cuántas veces puedo haber escuchado ese disco? ¿Cientos? En los primeros ochenta, Bowie siguió teniendo buena estrella. El éxito que consiguió con este disco lo llevó a la cima, y allí se mantuvo. «Heroes» fue una nueva cima que, además, contribuía con una transformación de su música, ya de por sí camaleónica. Bauhaus hicieron una versión de Ziggy Stardust, y mis amigos también lo adoraban. Sólo a partir de Let's dance (disco considerablemente bueno) se le fue la mano. Una de las cosas que más aprecio de este disco es su producción. Parece ser que el gran responsable de la dirección musical y la producción fue Mick Ronson (aparte de Ken Scott). La portada es una maravilla: una mezcla de fotografía y pintura hiperrealista, una mezcla de marciano y basura, de heroísmo y decepción nocturna. 

Cuando empieza «Five years», la batería marca el hipnotismo y el piano señala que la cosa se pone solemne. Se aprecia que el sonido de la voz tiene y no tiene filtros. Al principio, no parecía que el ritmo lo marcara tanto el bombo, pero sí, el bombo te lleva como un caballo al trote. Entran los violines, la melodía se va tensando, tensando, tensando, y Bowie destila su historia. Cuando llegue el momento, estallará el estribillo. Los coros. La voz se rompe. La guitarra eléctrica y la desafinación de las cuerdas ensucian el sonido. Gran final con el ritmo del principio. Se desvanece. Vale la pena la versión en directo, sin violines, sin efectos.
 
 Empieza una melodía aparentemente sosa, o mejor dicho, banal. «Soul love.» ¿De verdad es tan banal? No ha pasado un minuto y me empieza a tocar el alma. Coros cibernéticos. ¡Guau! Eso es una guitarra eléctrica. De banal, nada. Saxofón que se marca un solo. Cabaret galáctico.
 Sí, sí. Con ese guitarrazo no puede venir nada malo. Invasores especiales con voz chulapona. «Moonage daydream.» «Mantén tu ojo eléctrico sobre mí, nena. Pon tu pistola de rayos en mi cabeza. Junta tu cara espacial a la mía, amor. Estoy flipando con una fantasía lunar ¡oh, yeah!» Mmm. Mola. (Aquí versión en directo.)
 El single. «Starman» tiene bonita melodía, tarareable. No está tan mal, hombre. Sólo que es clarísimamente comercial. Eh, esa guitarra. La la lalá, la la lalá.
 La siguiente es bastante violenta. Empieza como quien no quiere la cosa con una especie de clavecín y el bombo y el bajo profundizando en las aguas. Bowie canta de aquella manera tan amanerada, una melodía que anuncia... coros a todo volumen y una guitarra agudísima. Sí, me gusta. Esto es rock and roll. Vacilón, sugerente, sexual, violento. A ver: «No es fácil, no es fácil, no es fácil ir al cielo cuando estás cayendo». Esos pecados, David, a ver si los controlas.
 La balada: «Lady Stardust». Muy buena. Predomina el piano. Qué bien canta, Bowie. El estribillo es decididamente un acierto, llega al corazón. «Cantó durante toda la noche», dice, y uno querría estar allí, en el apartamento de Ziggy, compartiendo su éxito. Pero..., entonces, ¿por qué esa sensación de tristeza? El amor para un lunático no debe de ser fácil. Pobre chaval.  
 Vamooooooos, yeaahhhh. «Star.» Rock and roooooolllllllll. Uh-wawaaaaaaaa. Un mazazo de relojería. Ziggy se convierte definitivamente en una estrella del rock. Optimismo sin descanso. El final de esta canción es de antología. De nuevo, ¿no era tan divertido? ¿Por qué acaba tan triste y tan irónica?  
 Vamos de nuevo. Vamos, vamos. Ziggy, lo vas a conseguir. Agárrate, que vienen curvas.
 La canción que da nombre al disco. Impresionante. Fraseo de guitarra antológico. Jadeos. Grititos. La guitarra eléctrica realiza un curso de técnica, tímbrica y musculatura. Y Bowie canta, escupe, suplica. Y hace aquello que a mí me intrigaba tanto: Hace el amor con su ego. ¿Quiere decir que se pajea? ¿O que es que se las da de interesante? Mmm, eso siempre es un peligro.  
 Pero es igual. Hey, man. Sigamos retozando. Menuda canción: «Suffragette city». Lo tiene todo. Va a tope. Se para. Continúa. Te deja sin aliento. Acaba contigo. No, no, aún no. Un poco más.
 El final no podía ser feliz. Hay que dárselas de existencialista. Pongamos cara de artista torturado. Enciende un cigarrillo, el tiempo pasa en un plis. Eres un suicida del rock and roll. Así se canta. Una guitarra acústica y una voz. El bombo es el corazón. Espera, se oye una guitarra con trémolo. ¿La cosa se va a animar? Venga, va. Tensemos la cuerda. Oh, no, amor, no estás sola. No estás sola. No estás sola. No desesperes. Dame la mano. No estás sola. Eres maravillosa. Grand Finale. (Dramática versión en directo, con piano.)

sábado, 25 de febrero de 2012

The Church. Caminando bajo la Vía Láctea.


Los de "La iglesia" entraron en casa como novedad, como casi siempre, de la mano de mi hermano. Su primer disco contenía algunas canciones prometedoras. El segundo ya lo compré yo, aparte de una portada preciosa, confirmaba el hallazgo, “Almost with you” o “Just for you”  son grandes melodías pop de la época y quedaron para la posteridad. En esos primeros discos no acababan nunca de redondear la faena, se lucían en los pases de recibo, quites e incluso con la muleta esbozaban pasajes escalofriantes, bellos momentos que no acababan de coronar cuando la aguja completaba los giros de los surcos sobre el lomo del vinilo.

Pero llegó “Starfish” y después de ocho años de carrera demostraron una madurez y solidez en sus composiciones que han dejado para la historia esta grabación memorable. Su gran éxito “Under the milky way” a mí siempre me pareció una respuesta (en el título) al “Under the red blood sky” de los U2. Por supuesto, como procede de las antípodas (son australianos), allí es de noche mientras luce el sol en la otra punta del mundo.

El disco (no exagero) es una obra maestra, puede ser oído de cualquier manera y en cualquier circunstancia. Da lo mismo si lo oyes completo, en orden aleatorio, en canciones sueltas, si es de noche o de día, da lo mismo el clima y el estado de ánimo. Siempre suena bien. Es macizo, absolutamente redondo... ¿No lo tienes?... ¡Házte con él! ¡Cómpralo! ¡Róbalo! Cualquier medio es lícito para disfrutarlo. Una vez lo oyes “quieres” tenerlo. Es uno de esos “te quiero” que más que amor o cariño encierran afán de posesión, deseo algo malicioso por tener o disfrutar de algo o alguien de forma egoísta, de tenerlo encerrado a buen recaudo, para abrir el cofre de vez en cuando,  sólo enseñarlo para lucirlo, para causar envidia en amigos y, por supuesto, enemigos... Ya sabéis a qué me refiero. ¿Quién no ha sentido eso alguna vez?

¿Cual es el secreto?... Que arriesgan, que insisten en darte una y otra vez lo que quieres, lo que te hace vibrar, lo que te acelera el corazón y lo hacen de verdad. Nunca lo pudieron volver a repetir, es imposible ser sublime de forma continuada.

El disco se abre con “Destination”. Son muy inteligentes, comienzan con una aparentemente “normalita” (pero de magnífica construcción) que actúa como un excelente preludio, un catalizador que te prepara para lo que va a venir, te deja saborear un poco del dulce manjar que vas a probar. Te enseñan el color de las pastillas que puedes probar y, así, sin más, casi sin dejarte elegir ¿para qué hacerte esperar? Comienza la tonada histórica de este disco. La que todos nos sabemos y nunca nos cansamos de oír y tararear. Aparece esplendoroso el camino estelar que conduce a la tierra prometida “Under the milky way”. Guitarras acústicas de inicio, letra recitada inicial, entra poco a poco todo el grupo con teclados que hacen como coros de fondo y llega el estribillo, las guitarras y los golpes de las olas en la noche y, sin saber como, para cuando llegan los ritmos étnicos, ya estás encadenado, no sabes como pero ya te has tragado la píldora y sueñas. A mí me sugiere un paseo solitario nocturno a caballo, con capa y espada colgando, con la noche iluminada sólo por las estrellas,  bajo esa luz tan intensa que clarea el cielo oscuro veraniego, mientras cruzas un puente adoquinado sobre un río que refleja el cielo estrellado. Una canción de muerte, de despedida, de amor no correspondido (de otra forma no podía ser). Cinco minutos que parecen una hora. 


Para que te relajes y vuelvas con los pies a la tierra y al tiempo presente siguen con “Blood money” y “Lost”. La primera con estribillo pegadizo y unas guitarras intensas, con un corto solo central de los que te hacen levantar del asiento, y rasgar en el aire las cuerdas del instrumento. La segunda es lentamente susurrante, ululan los lamentos del cantante, esta es una de las que cuando suenan en un concierto, el micrófono queda en manos del público que entona y toma el protagonismo de la parte central de la canción.  El final deja ir las guitarras a su aire, se podría prolongar durante horas y nadie se quejaría, de hecho se diluye lentamente en el disco enlazando con la última de la primera cara  que empieza con una intensidad guitarrera impresionante que no abandona en ningún momento la canción, mientras ellos te vuelven a enseñar como orientarte en la oscuridad señalando los puntos cardinales “North, South, East and West”. ¡Que rotundo lo dicen al final! ¿Para qué insistir?  Otra que dejarías que se prolongara mucho más allá.


 “Spark” es una espléndida chispa para volver a encender tu atención, un single soñado para cualquier otro disco, en éste simplemente no permite bajar el tono de excelencia. “Antenna” es psicodelia pura, te meten un “chute” de colores, te abren los pulmones con los trastes y los redobles. ¡A volar!



“Reptile” es una de mis favoritas, esta es para cantársela a ella cuando ya te has hartado, cuando no puedes más, rezuma mala leche por los cuatro costados. Ellos te advierten, ella es peligrosa, su lengua viperina te hará daño, ves los filos de las navajas asomados para luchar, pero tú (como siempre) no harás caso y te dejarás envenenar por sus “ojos de diamante”. Te dejarás matar... morirás.


Retorna la psicodelia en “A new season”. Droga dura de verdad, los mástiles refulgen al aire, en el cielo, bajo las hogueras del solsticio. Una dosis de  buen rollo que se prolonga cuando llegas al “Hotel Womb” para descansar, pero todavía bajo los efectos de la pastilla azul o rosa que te has tomado (Ni idea del color, soy daltónico) un sitio donde estás totalmente protegido, donde nada malo puede pasar gracias a los sortilegios tejidos por las voces y las guitarras más evocadoras que nunca. Te relajas y descansas, pero todo lo bueno produce adicción y a veces enferma y hasta puede matar. Pronto lo volverás a querer probar y no te podrás desenganchar. 


domingo, 19 de febrero de 2012

Peter Hammill - Over. Ponte el vestido rojo, nena

Para quien no conozca a este cantautor, es hora de que despierte; para quien ya lo haya escuchado, no creo que haya nada que decir: o bien lo evita cortésmente (con cara de haberse comido un limón), o bien ya conoce toda su obra, en solitario y con Van der Graaf Generator (probarlo es querer más). Para mí, Over resultó muy especial. Van der Graaf Generator estaban en el terreno del rock sinfónico y el uso de la guitarra eléctrica era anecdótico. Además, el carácter progresivo de la música y el minutaje de las canciones, no apelaban a la reacción directa, sino a la escucha. Y me gustó que «Crying wolf» sacara a relucir una mala baba más tozuda, más heavy, por decirlo de alguna manera. Pero no iba a ser éste el camino de este disco (sería decididamente la senda de Van der Graaf en su período sin el Generator: The Quiet Zone y Vital). También me gustó la contraportada: Hammill con una Gibson Les Paul negra, como la de Robert Fripp, rockeando. Pero, no. El disco es un equilibrio entre voz, guitarra acústica y violín, y tres apariciones de batería y bajo.

 

 Me gustó que tratara de amor, porque yo estaba enamorado. No me acabé de enterar de que el disco era, de hecho, la crónica de un desamor. Pero de hecho (cosas de juventud), también fue la crónica del mío (junto con el Still life de VDGG). Claro, yo entendía muy poco (por mucho que leyera las letras que llevaba el disco). Para mí, fue durante mucho tiempo la obra maestra de Peter Hammill. El violín y la devastadora melancolía de «Autumn» me hundían en una atractiva depresión, autocompasiva, elegante, propia de la adolescencia. 

 

 «Time heals.» El tiempo lo cura todo, claro. Ya no es lo mismo. «Pero pensando en aquellos tiempos, parece que pudiera yacer contigo, como nunca lo hice, en el atardecer, sin tener que decirnos nada después.» La bomba. Si pudiéramos revivir los amores pasados y llevarlos al límite..., eso sí que sería una revolución moral.

 

 «Alice» tiene la guitarra acústica más violenta que yo haya escuchado. Hay dolor de verdad. Recuerdo como en 1986, en Barcelona, alguien le pidió a Hammill que la tocara y él contestó: «De ninguna manera.» Bueno, no creo que le haga gracia recordar cómo su pareja se fue con su mejor amigo. «Cuando me decías que me amabas, yo no tenía razones para dudarlo, así que seguí con mi vida de egoísmo y no pensé más en ello. (…) Oh, nunca me iré. Oh, no quiero ser sólo tu amigo. Hemos pasado siete años a nuestra manera, no puedo creer que la historia se acabe así hoy...». Pues sí, escuchar esta canción da la medida del desengaño.

 

 La segunda cara empieza con una belleza orquestal. Hammil es un cantante tan prodigioso que puede ser punk o puede ser Frank Sinatra (Fripp dijo de él que era el Jimi Hendrix de los cantantes). Soledad, tristeza y Alicia que se ha marchado por el espejo. «Las estrellas en el cielo aún brillan sobre mí: qué encantador sería si estuvieras conmigo. (…) Las estrellas en sus constelaciones, cada una de ellas, tristemente parpadean y caen... Sin ti, no significan nada.»

 

«Betrayed» da idea de la traición en la que se regodea el artista. Recordemos que una canción es la expresión artística de una vivencia. Hammill se recrea en su desgracia y la supera convirtiéndola en arte. «Al final, ¿quién será un amigo para ti cuando resulta que te dan una patada en los huevos mientras tu mano les ofrece la perla? (…) Ya no tengo nada por lo que luchar, excepto por que mi pasión sea oída. Ya no creo en nada en ningún lugar del mundo.»

 

«Yoga.» Reflexión.

 

 Y la última canción del disco, «Objetos perdidos». ¿Dónde habrá ido a parar el amor? Oiga, ¿el departamento de objetos perdidos? Dios mío, por fin. Perdido y encontrado. Capítulo final de la crónica de desamor. El gran escritor que es Hammill hace recuento. Clama que está curado. «Soy libre al fin, estoy enamorado al fin, perdido y encontrado..., ponte el vestido rojo, nena. Todo se va a arreglar (?).»

 

¿Y por qué no hacernos un regalo? Procedente de las Peel Sessions de 1977, durante el período de digestión de Over, he aquí "Afterwards", una de las canciones más bellas que haya escuchado, versión inmejorable de aquel viejo primer disco de VDGG (1969).

 

Nota: En su momento tuve mis dudas, pero el mito me engañó. La guitarra no es una Les Paul; es una Guild, apodada Meurglys III.

sábado, 18 de febrero de 2012

The replacements. No se lo cuentes a nadie. "Don't tell a soul"


Este grupo americano destacaba en sus primeros discos por su estilo de rock alternativo rozando el “punk” y por no ser nada políticamente correctos.  Poco conocidos y reconocidos en la actualidad, tiene el honor de tener dos de sus grabaciones en la lista de los “1001 discos que hay que oir antes de morir” de Robert Dimer y  uno de ellos ocupa el puesto 239 entre los 500 mejores discos según la revista Rolling Stone (Wikipedia dixit). Ninguno de ellos es el que nos ocupa hoy. ¿Entonces? ¿Por qué escribir sobre éste y no sobre otro? Porque es el único de ellos que tengo en vinilo y además tiene el honor de ser uno de los últimos vinilos que compré (en 1989) antes del aluvión del CD y, sin desmerecer las opiniones de los críticos, a mí, me parece buenísimo. Reconozco también que es el más comercial de ellos pero, no siempre comercial significa poca calidad o falta de originalidad.

Lo tuve grabado en cinta y me acompañó en un “walkman” en algunas guardias mientras miraba atónito lo rutinario que resulta sobrevivir sostenido por unos delicados hilos que algunas hadas se entretienen en tejer y cuidar. Esos hilos que se rompen sólo con el roce de los filos de las miradas ausentes. También me recuerda llamadas de teléfono, realizadas en voz baja,  desde zonas casi públicas (no había móviles), dudas sentimentales y profesionales que se disiparon totalmente en esas fechas.

“Don’t tell a soul” está diseñado en negro, repleto de sombras en su carátula e interior, una oscuridad que sólo provocan de forma ocasional sus canciones sin prestar atención a las letras, atendiendo nada más que a las sensaciones que produce escucharlas “a pelo”. Ahora, mientras asoma potente, incluso en las baladas, por las Sonus Faber, confirmo nuevamente que es uno de aquellos discos de antes, sin desperdicio, sin rellenos, que no necesita “bonus tracks” o versiones en directo para que te des cuenta que las canciones son redondas y rotundas, que tienes en tus manos la obra definitiva, que no precisa retoques. Sigue inalterable como un edificio bien construido, pese al transcurso de los años.

La cara A reúne un puñado de canciones que podría haber tenido gran calado comercial, aunque no lo consiguió del todo. Las melodías carecen de la crudeza de algunos de los temas primerizos de este grupo. Son menos alternativos, menos marginales, quizás suavizados por las limas de la industria, buscando mayor repercusión en las cuentas de resultados de las compañías. Eso no supone una distorsión en la calidad.

“Talent show” tiene ritmo sin desbocarse, un estribillo pegadizo, ideal como single y para abrir el disco.
Las guitarras se hacen más aceradas en el inicio de “Back to back”, los potentes redobles de la batería acompañan la voz susurrante de Westenberg (“Sabes que cometí un error”) hasta el breve éxtasis guitarrero final.


“We’ll inherit the earth” es apoteósica de principio a fin, sube poco a poco hasta el estribillo, da ganas de subir el volumen (lo estoy haciendo, lo siento por los vecinos), el vertiginoso final suspirando “Vamos a heredar la tierra. No se lo digas a nadie... Tengo las manos en los bolsillos y estoy esperando que llegue el día” te pilla bailando y da inicio sin descanso a “Achin’ to be” sensacional continuación, el batería entrechoca los palillos “un, dos, tres” y sale una de esas canciones en la que “She” es la palabra que llena las letras, ¡qué bien suena cada vez que lo dice el cantante en todas las gamas posibles de la palabra!: “She opens her’s mouth to speak and what comes out is a mistery”. Como siempre, misterioso y dulcemente doloroso, por mucho que lo pretendamos no las entenderemos  (Ellas tampoco a nosotros) “Well, I saw one of your pictures. There was nothin' that I could see. If no one's on your canvas. Well, I'm achin' to be”.  Todo adornado por una armónica que suena en los momentos precisos como si se tratara de un grupo de trovadores que pasea de pueblo en pueblo.



Después de esto podría acabar esta cara, podría acabar incluso el disco, pero el cantante abrevia la cuenta ahora y sólo bisbisea “Three, ahhh”, los palillos acarician la batería, los coros ululan y surge una balada preciosa y precisa “Están ciegos”. Si Elvis volviera a la vida seguro que haría una versión que daría la vuelta al mundo.


“An old man said to me. Go home and take it easy. And run to me, run, run. Only like a date with her. Only one more day with her. Then I'll run back. Then we'll run back blind”

El inicio de la segunda cara es una declaración de intenciones, quieren dejar patentes quienes son, de donde vienen. Grito desgarrador, ritmo estilo “Ramones”, potencia a raudales, dosis de mala leche en el recitado “En cualquier sitio mejor que aquí”... creo que estaba francamente cabreado cuando la compuso. “Your hair is black. Because you taint it. Your life's a joke so tell me, ain't it?”



“Asking me lies” es la perfecta continuación de la anterior, ya te pilla caliente, con los motores preparados para acelerar. No baja la intensidad en "I’ll be you", una canción que figura entre mis favoritas de todos los tiempos, contada más que cantada, una canción versátil que encajaría perfectamente tanto como balada intimista y acústica como en una versión con ritmos de velocidad supersónica. Esos que aparecen en la claramente rockera “I won’t”. El disco llega a un paroxismo que anuncia el final y éste se produce en forma de canto místico, aparecen los teclados y una guitarra acústica adornando otra pieza clave del disco “Rock’n roll ghost”, bellísima, suave, tierna y delicada.  Casi como de propina porque es la sexta de esa cara, y no es habitual que haya más canciones en la segunda cara que en la primera y menos seis (Un tema curioso sobre el que podríamos debatir algún día), “Darlin’ one”. Lamentos y aullidos finales, de alta intensidad sentimental. “Five hundred midnights since have passed. Since I held you fast . You were safe at last .”


miércoles, 15 de febrero de 2012

JAPAN. Vida silenciosa y desesperación agradable

¡Qué poco sabemos de los tejemanejes en el mundo del arte y el espectáculo! Estamos en los últimos setenta, primeros ochenta. Este grupo, que tenía toda la pinta de estar prefabricado para triunfar, pasó sin pena ni gloria hasta que su onda pareció coincidir con la de los nuevos románticos y el tecno-pop. En aquel mismo instante te dabas cuenta de que no eran tecno (aunque en su último disco, Tin drum, predominaran los sintetizadores), pero también de que iban a la moda (eran unos modernillos, vaya). No he visto jamás a una gente que mostrara tan claro desacuerdo entre la pinta que vendían en las fotos y la música que hacían. Creo que si se miran las portadas de sus discos, se ve que son carne a la venta. Luego te los pones y..., tienen clase (¡anda, pero si no son horteras!), son músicos de arriba a bajo, y saben quiénes son sus padres. 

¿Los dos primeros discos? No existían. ¿Y este del que nos ocupamos, Quiet life? Tampoco. No lo recuerdo bien, pero creo que solo después de Tin drum (editado en 1984 por Virgin, en España) se empezó a escuchar a Japan en España. Seguramente gracias a Alberto Guerrero nosotros los conociéramos de antes, en el 80 o el 81. El caso es que a casa llegó Quiet life. Ahora no lo tengo en mis manos (tengo el plástico que me compré diez años después), pero sin duda nuestra edición era la de cubierta doble. Sylvian en la portada, Karn en la contraportada, y Jansen, Barbieri y Dean en el interior desplegable... Imaginar y recordar, a veces, se mezclan de forma preocupante. Sí, sí, esa es la descripción correcta. 

Quiet life es el disco clave de Japan (eso solo se sabe a posteriori, claro). En él se deja ver la elección por una voz profunda (en vez de cantar como una niña traviesa), una música más pausada y ambiental, y un proyecto más «artístico», más «culto». Vale, sí, se ve su querencia por Roxy Music. Pero hace tiempo que me he dejado de preocupar por las fuentes de inspiración; una cosa es copiar, no ofrecer ningún interés, y otra muy distinta es aprender de los modelos y de los maestros. Además, se cuela la influencia de Erik Satie, y yo diría que también claramente la de Bowie-Eno de la época Héroes-Berlín. Vamos, que venden elegancia de dandis melancólicos y supersofisticados. Algo muy atractivo para un joven de barrio con esquizofrenia educacional (¡Qué pasa, tronco; «leo libros que no entiendo más que yo; oigo cintas que he grabado con mi voz!»). 

«Quiet life», la canción, abre el disco con efectos sintetizados, rítmica, molona. El estilo de voz de Sylvian de inmediato descubre su atractivo. Aparecen los saxos (muy importantes en el disco). Ni se da uno cuenta de que es bailable, perfectamente discotequera. Esa guitarra con sustain, frippertrónica... Mmm. Rellena la habitación y acompaña.

   

«Fall in love with me.» El sonido del disco es muy sedoso, lleno de brumas. Muy rítmico, entrelazando frases de saxos, bajos, guitarras como violines, tambores y melodía. Esta parece un relato policíaco. También se detiene en medio de la canción, como la anterior, provoca la espera: y salta la guitarra más rockera, más hiriente.

   

«Despair». Desesperanza elegante. Caja de ritmos. Piano gymnopédico. Saxo de club nocturno. Canta un dandy con la corbata deshecha. Esta es la verdadera «vida silenciosa» del disco. «Shhh. Silencio, no vayáis a molestar el arte de los que viven así. Los artistas necesitan una desesperanza agradable.» (Traduzco según escucho, no me convencen las versiones interneteras.)

   

«In Vogue.» De moda. El amor está de moda. ¿Por qué te vas por la mañana, entonces? Quédate y desayunamos. ¿O es que sólo soy un objeto de usar y tirar?

  «Halloween.»  

«All tomorrow's parties.» Extraordinaria versión de la Velvet. Precisamente porque le ponen todo lo propio y le quitan todo lo velvet (aun siendo, como lo es todo el disco, tan aterciopelado).

  «Alien.»  

 «The other side of life.» Obra maestra. Grand Finale. Arreglos de orquesta de cuerda magníficos. Sylvian es el cantante perfecto: sufre con mesura (no se pone tan melodramático como algunos indis). La dinámica entre el grupo y la orquesta es maravillosa (y el guitarrista sabe cómo meterse sin estropear nada y realzando todo).

 

Belleza decadente. Qué bien hecha. Pongámonos un martini.


domingo, 12 de febrero de 2012

Lloyd Cole and the Commotions. Los peligros de encantar serpientes.


Uno de los peligros de las víboras es que el sonido de su sonajero, preparado por la naturaleza para ahuyentar agresores y curiosos, se torne en una melodía de atracción y seducción. Muchas veces las personas nos comportamos así, no hacemos caso de las señales de aviso hacia los peligros y nos metemos de cabeza en ellos.

Lloyd Cole y sus colegas, los Commotions, se meten de lleno a encantar a peligrosos reptiles al introducirse en el mundo de la música con éste su primer disco. En lugar de utilizar flautas usan guitarras, la voz del cantante y unas letras originales y sugestivas con un punto “cultureta”. El resultado es uno de los mejores discos de la segunda mitad de los ochenta. Un disco originado en las islas de la Gran Bretaña que parece americano, ¡Todo un piropo!. Nada que ver con la escena musical inglesa de la época.  Esta grabación evoca coches descapotables, mujeres con melena rubia al viento, y largas rectas por la ruta 66 en busca del verano eterno de California.  Apto para una mañana soleada de invierno como ésta de hoy.

La historia de este grupo es fugaz (como la de todo lo memorable) y no se prolongó más allá de un tercer disco magistral probablemente encantaron a la bestia y sucumbieron víctimas de sus venenos.  Apuntaban al centro de la diana y no fallaban ¿Entonces que pasó? Música comercial, un tipo guapo (diría yo), buena promoción... pero se diluyeron en el tiempo y hoy muy pocos los conocen o los tienen en cuenta.

El disco en vinilo nunca lo tuve. Mientras estaba en la mili mi hermano me lo pasó grabado incompleto en cassette (¡No se lo perdono!) y sonó, sonó y sonó en interminables viajes en coche. Tardé años en comprarlo en CD en una edición en la que viene acompañado por su segundo disco (infravalorado por la crítica pero excelente). Lo disfruto de vez en cuando, siempre mientras luce el sol, para bañarme en su música y que me cambie el color de la piel y me rejuvenezca los poros. Vitaminas y crema para las canas.
Sólo son diez canciones, un poco más de treinta y cinco minutos pero, ¿Quién necesita más?. Ninguna es de relleno, todas están perfectamente colocadas para disfrutar... ¡Vamos a ello!

Las cinco primeras comienzan con una “piel perfecta”, aquella que se te pone cuando pierdes el “oremus” ante una simple sonrisa aunque sepas que ella no te conviene. Sigue en una “lancha rápida” con motor fuera borda, acelerando progresivamente con una tripulación con sus virtudes y defectos. Estribillo demoledor, fresco, no quisieras que acabara “It was never her intention to conclude anything. It wasn't my style to find surf in my eye. It was much more my style to find sand in my eyes”. Luego ya aparecen las “serpientes de cascabel” ¡El perfecto single! Ritmo rápido optimista, historia de una mujer interesante. Título original ¿Se puede pedir más? Sí... ¡Conocerla! “She looks like Eva Marie Saint in On the Waterfront. As she reads Simone de Beauvoir in her American circumstance. Her heart.. her heart is like crazy paving. Upside down and back to front. She says"Ooh it's so hard to love when love was your great disappointment.". Te arrodillas en el reclinatorio en “Mission street” (Todos tenemos nuestros pecados) “God only knows how you can hurt her. When you know that's what you do. How does it feel to be so cruel?”. Finaliza con el “bosque en llamas”, un auténtico climax. El final guitarrero es supremo. Una primera cara perfecta. Ya sabes lo que sucede cada vez que estamos juntos. 



“There's a forest fire every time we get together. Doo doo doo, doo doo doo doo doo doo. Doo doo doo doo doo, doo doo doo doo doo doo.” 


El reverso del disco completa el círculo y no deja ningún hueco, ninguna duda de que es una obra maestra. De entrada nos propina la preciosa “Charlotte Street” , imposible no intentar rasguear en el aire la guitarra o reproducir los redobles de tambor mientras la oyes, voz pura y limpia, casi entiendes el inglés sin saberlo.  “I don't need your sympathy. I won't read your poetry . Oh, bittersweets”. Luego te dejas conducir en un “2CV” por una bella señorita, para a continuación subir “Four flights up” con claros ritmos rancheros, y propinarnos una de mis favoritas “Patience” , coros celestiales de inicio, voz perfectamente equilibrada moviéndose arriba y abajo entre el falsete y orquestación y coros de fondo. “And the pressures of life. Through lack of Patience. I get the pressures of love”. Luego la pregunta final que subyace a todo el contenido del disco “Are you ready to be heartbroken?”. La respuesta todos la sabemos: No, pero con canciones como éstas todo se puede intentar. “What would it take to wipe that smile off of your face?”