domingo, 5 de agosto de 2012

Warren Zevon. Un poco de Higiene sentimental.



Llegan las vacaciones y es un buen momento para hacer limpieza. Aprovechar el paréntesis para vaciar reductos emocionales a los que no podemos prestar atención en otro momento del año.  Muy fácil, te sientas frente a un río junto a unas mimosas y miras a lo lejos y seguro que sale todo.

El Señor Zevon ya no podrá hacerlo, murió hace nueve años víctima de un cáncer de pulmón. Cualquiera de sus discos es recomendable, los he ido acumulando en digital durante todos estos años. Os presento éste del año 1987 porque es el único que tengo en vinilo, pero cualquier otro que oigáis no os decepcionará. Inolvidable su disco de despedida de la vida (“The Wind”), en el que colabora una lista interminable de artistas de renombre (tenía una gran reputación entre sus compañeros), que salió editado dos semanas antes de su muerte. El muy cachondo llevaba años luciendo una calavera fumando que cubría sus cuencas con dobles lentes similares a las que él utilizaba. Una premonición que se convirtió en desgraciada realidad.

Mi favorito de él es “Learning to Flinch” de 1993. Una grabación “en vivo” en la que acompañado por guitarra o piano sienta cátedra de lo que es un concierto. Nada de grandes estadios y públicos lejanos. Salas pequeñas y desconocidas en las que retumban los sonidos de los vasos al ser servidas las copas por los camareros.

En casa lo conocimos a raíz de su tercer disco, el “Excitable Boy” de 1978, sobre todo de esa cruda canción interpretada en tono casi alegre por un tipo con cara de no haber roto un plato en su vida. No pudimos seguirlo después porque sus vinilos no se editaban en nuestro país, no se le oía en la radio y no lo conocía ni “el Tato”.  

En “Sentimental Hygiene” se rodea (como siempre) de los mejores músicos, en este caso (entre otros) por componentes de los REM, supongo que alguien vio posibilidades comerciales a esa colaboración y por eso fue editado en nuestro país. Como casi todo lo suyo pasó desapercibido... Peor para todos los que no lo han oído.

La canción que da título al disco cuenta con (ATENCIÓN, ATENCIÓN): Neil Young (menudo solazo se pega el tío), Waddy Watchel y Peter Buck en las guitarras; Jorge Calderón (como siempre) en el bajo; Bill Berry en los tambores y Zevon cantando y al teclado. Pura fuerza, sólo por esta canción vale la pena el disco.

La cosa no se queda aquí, nada de cancioncillas de amorcitos y zarandajas. Una de boxeadores que se matan en el ring (“Boom Boom Mancini”), una historia real de lesiones cerebrales, muerte, depresión y suicidio.  Y la siguiente de trabajadores oprimidos en “The Factory” respirando asbesto, rindiendo pleitesía al patrón para sacar adelante a los hijos. Todo ello con ritmos desenfadados que si no entiendes inglés o no te fijas en la letra te pueden hacer bailar sin reflexionar.  En la armónica nada menos que Bob Dylan.

Le sigue una colaboración con JD Southern “Trouble waiting to happen” ... Ya se ve, un hombre nada optimista.

La cara A se cierra con una balada en mayúsculas, para ésta no se necesitan idiomas sólo oír la guitarra de Waddy Watchel al principio y la lenta voz de Zevon ya estás alerta, pero cuando entra en juego el armonio en las manos de Don Henley (Sí, sí el de los Eagles), ya sabes que es toda una petición de perdón, un juramento marcado con hierro candente. Por eso se titula “Reconsider Me”. El bajo lo maneja Tony Levin.
“And I’ll never make you sad again. 
Cause I swear that I’ve changed since them. 
And I’ll never make you sorry if you’ll try.”

En la segunda cara David Lindley le atiza a la “lap steel guitar” con su habitual maestría en “Detox Mansion”, guitarreos anfetamínicos para una casa de rehabilitación frecuentemente visitada por músicos y todo tipo de artistas, pero ...¿Quién no tiene algún defecto?
 En “Bad Karma” colabora Michael Stipe. Vaya título, este hombre se reconocía como perdedor y se reía con todo el descaro de ello. Admirable. 
 La muy rockera “Even a dog can shake hands” compuesta junto a la plana mayor de los R.EM. es una ácida crítica a todos los personajes que rodean a los artistas y se intentan aprovechar de ellos para su beneficio. Este hombre no deja títere con cabeza.
 “The Heartache” es la otra concesión al amor de este disco. “Sombras cayendo en el sol del mediodía . Sentimiento de tristeza al máximo. Mira lo que pasa cuando amas a alguien y no te corresponden.”
 El disco finaliza con una canción de discoteca, nada de instrumentos rockeros, un estribillo pegadizo y gracioso “Leave my monkey alone” y otra cítrica crítica, en este caso a la paternalista colonización europea del África, mientras de fondo suena “Blancos volved a Europa. Libertad para África”.
Seguro que te lo puedes descargar pero... ¡Hombre, enróllate y gástate unos duros! Que sus herederos seguramente lo merecen. Buen verano y buena suerte.

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