viernes, 16 de marzo de 2012

Anthony Phillips. “The geese and the ghost” Aires medievales para el fin del invierno.


Si algún disco merece la etiqueta de “Rock sinfónico” es éste del ex-guitarrista de la primera época de Genesis. Anthony Phillips abandonó la formación después del disco “Trespass”, aunque quedaron restos suyos en algunos temas  del excelente “Nursery Crime”. Gran influencia debía tener en la banda porque se nota un claro giro en el timón musical de la banda tras su marcha. No debieron enfadarse mucho porque en éste su primer disco en solitario colaboran varios de los miembros en la composición y en las voces.

El disco era una especie de mito en España... No se encontraba. No sé si llegó a salir en su momento. El caso es que los “entendidos” y los críticos hablaban maravillas de él, pero nadie tenía oportunidad de oírlo. O te ibas a Londres, (cosa fuera del alcance de la mayor parte de los mortales y menos de unos tipos del Turó de la Peira menores de edad); o tenías la suerte de ir a Andorra a comprar quesos con la familia (objetivo totalmente fuera de los parámetros de la mía); o pasados unos cuantos años a unos amigos les daba por ir a Andorra en autocar a pasar el día y te apuntabas con ellos y en vez de venir cargado con tabaco, queso, mantequilla y otros múltiples enseres, te dedicabas a recorrer tiendas de discos y ponerte bizco y comprar dos o tres que la cosa estaba muy chunga de dinero. Así me lo compré yo, en una de esas tiendas en las que me quedé la mitad del día mientras mis amigos se dedicaban a otros menesteres y pensaban que estaba loco, cogiendo y dejando discos, dudando en cuales elegir. Uno de los escogidos a la primera y que no solté fue la única copia de éste. Estaba seguro de que lo necesitaba. No sé decir porqué, pero es cierto. Si no fuera por lo frágil que es la memoria acudiría a él con más frecuencia. Esta obra es de aquellas que notas, de pronto, en la piel al oír unos acordes, al barajar antiguos recuerdos, al mirar fotos viejas en álbumes obsoletos.

Mi disco es una pieza única, entre otras cosas porque el estampado de las caras está invertido. En la cara A suenan las canciones de la cara B y viceversa. Igual sólo es el mío o es toda una partida, pero me complazco en pensar que vale una pasta. Si alguien quiere pujar me temo que no lo vendo.
Nada más ver la portada me convencí de que ese disco era una obra maestra y no me equivoqué. La portada hace honor al interior, es música de trovadores, de hadas y ninfas, de pájaros que hablan y forman ejércitos acorazados, de caballeros justando en un puente, de lagos con nenúfares, de rayos de sol emergiendo al fondo de castillos, de torres de vigilancia sobre veleros que navegan en inmensos ríos.  En definitiva, un disco para cerrar los ojos y paladear lentamente, sin hablar, preferiblemente mientras está anocheciendo, en ese confuso momento en que no sabes si vive o muere el día, si duermes o estás despierto. 


Las piezas musicales se suceden apenas sin interrupción así que lo mejor es escucharlo íntegramente. La mayor parte de ellas son instrumentales. Sólo tres son cantadas... Pero ¡qué tres! Bellas, acariciantes, sedosas y dulcemente nostálgicas.  “Which way the wind blows” cantada por Phil Collins; “God if I saw her now” cantada al alimón por Collins y Viv McCauliffe reproduce una conversación sincera (y poco habitual entre amantes), en la que (al fin) un hombre responde (por una vez) de verdad a la eterna pregunta (¿En qué piensas ahora?) que tienen la mala costumbre de hacer algunas personas en algunos momentos íntimos. Si esta canción no te emociona severamente pasa página y dedícate a otra cosa pero no vuelvas a este blog. En la cara B (la 1 según mi etiqueta) “Collections” cantada por el propio Phillips surge tras la larga canción que da título al disco dejando un aroma agradable al final de la grabación. 


“Love is for the fool. A blind man, he always said. But of it’s joys, he sometimes spoke . And then it seemed he could see.”

El resto... es todo instrumental, cercano a la música clásica como nunca, oboes, flautas, cellos, violines,... para soñar y deleitarse y escucharlo con paciencia. ¡Vamos que lo oigas!. ¡Leches!


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