Cuando empezó mi afición por la música no les prestaba mucha atención a los cantautores, me gustaban las ondas “enrockecidas”, los amplificadores a tope de volumen, intentaba huir de las melodías suaves, renegaba de la canción protesta y por supuesto de cualquier tipo vestido con lentejuelas cantando con voz melodiosa. Aceptaba sólo a unos pocos de esos, respetaba mucho a Bob Dylan y a algunos clásicos rockeros.
Con el paso del tiempo me he vuelto más ecléctico, más abierto y también más exigente. Hoy en día ya he aprendido que un hombre solo, armado de guitarra y voz, basta y sobra para disparar trallazos musicales de los que derriban paredes, funden los hielos y congelan las miradas, a veces mucho más potentes que los que van acompañados de gran parafernalia sonora, numerosos músicos y difusión publicitaria.
A Joe Egan lo conocí por sus excelentes referencias, compañero de Gerry Rafferty (que acababa de pegar un pelotazo impresionante con su primer álbum en esa época) en los Stealers Wheel (con los que tuvieron un exitazo de órdago que todavía perdura gracias a Tarantino y una escena llena de navajas y sangre: “Stuck in the middle with you”) y los de “Vibraciones” se marcaron una crítica de esas que me obligaban a salir y comprar un disco de forma compulsiva.
Era el mes de Noviembre, un mes de atardeceres tempranos, y yo debía andar cerca de cumplir los diecinueve, una época ideal para aventuras, para meterse en un coche sólo con mochila y recorrer las carreteras en las horas en que las luces se funden, los colores cambian, las estrellas son visibles y los sueños crecen. Las melodías de este disco me recuerdan todo eso. Es música para conducir a ningún sitio.
Joe Egan me reconcilió con los cantautores, recita tan bien que casi se le entiende el inglés sin saberlo. Las melodías evocan lo necesario y los estribillos son tan claros que merecen la pena corearse.
“Back on the road” La canción que abre el disco vale toda una carrera musical, la que este hombre no ha tenido, ya que se apartó de la escena tras un fallido segundo disco. Imagino que todo el mundo esperaba un segundo Rafferty y el no cumplió con las expectativas. Ahora pon en marcha el motor y acelera suavemente por esa carretera mientras anochece, mientras conduces de forma automática, sin rumbo, adonde te lleve la senda, piensa en lo que quieras por que lo vas a ver claro. Esta canción te acompañará siempre. Los arreglos son de bandera.
“Ask for no favours” se inicia con una breve conversación y sonido de una caja registradora, silbidos satisfechos de la compra recién hecha con fondo de piano de cabaret. “Don’t put your troubles on me anymore” cantan los coros antes del tarareo... Deliciosa.
“Natural high” muy en la línea marcada por “Back on the road” ecos evocadores, arreglos elegantes y estribillo pegadizo “Don’t think of tomorrow just think of today”. Guitarrazos excelentes en el solo y en los punteos. Está tan claro que va conduciendo que hasta expresa sus dudas por vivir en la ciudad, por no volver atrás. Subo el volumen del radiocassette.
“Why let it bother you” está muy en la linea de las canciones de Rafferty, resiste muy bien la comparación, el ritmo es más rockero, pero los violines le sientan de maravilla sosteniendo algunas notas. “¿Porqué molestarte? Si no hay nada que puedas cambiar.”
“The last farewell” es auténticamente campera, mandolina y acordeón, sonido muy americano, casi country, tal como suena me gustaría oírla por los Avett Brothers por ejemplo.
“Freeze” es de las más bellas del disco, sobresalientes los arreglos de cuerda (esa mandolina) y los coros. La entrada de la guitarra eléctrica le da el toque aquel que te hace levantar las manos, contonear el torso y sentir alegría. La melodía da esperanza para volver a encontrar el camino pese a las dudas.
“Pride” es pura música negra, blues blanco, otra que me gustaría que alguien revisitara. Es de esas que la pones hoy en un anuncio publicitario y se arma un lío multitudinario. Puede estar orgulloso de su canción. Pero... pero... ¡Qué buena que es! Perdonad la exclamación es que no lo he podido resistir.
“No time for sorrow” no tiene nada que ver con la anterior, tiene un concepto mucho más folk, suave, acariciadora, una puerta abierta a la luz al final de la carretera.
“Leaving it all behind” es otro giro de tuerca. Rock sin duda, descarado. Aquí Egan saca el pecho, por si pensabas que todo era suavidad y terciopelo. Ya la hubieran querido para sí los Status Quo.
La guinda final del disco, “Out of nowhere”, es un cañonazo musical en toda regla. Perfecto para abrochar el fin de acto. Suena excelente cuando sólo hay voz y guitarra. Los arreglos que al principio de la canción me parecían excesivos, se convierten en excelsos en el tarareo final, mientras la voz se va disolviendo hacia la nada.
Un disco para conocer, escuchar, rescatar del fondo de armario. He pensado en él tras oír al recuperado Bill Fay. Estoy seguro de que Egan sigue haciendo canciones excelentes, igual sólo hay que empujarle para resucitar, para que vuelva a coger la guitarra, se meta en un coche y conduzca hacia ningún lado. ¿Alguien va a decir de una vez las palabras mágicas?
Mira, estos son la clase de posts que dan sentido a la bloggosfera, y no te lo digo por un simple levantamiento de huevos pelotero, te lo digo por que no conocía a este señor, y me ha sorprendido y gustado mucho, así da gusto. Saludos
ResponderEliminarJoder Chals!!! Todo un honor el comentario viniendo de quién viene. Hay sensaciones de este disco que no se pueden contar con palabras. Recuerdos de chaval ilusionado y a la vez decepcionado por la vida, pero con ánimo y ganas de descubrir algo nuevo cada vez que abría el celofán que cubría un disco recién comprado. Saludos y gracias por venir.
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