martes, 27 de mayo de 2014

YO LA TENGO. Hipnosis hertzianas (y aterciopeladas)




Me acuerdo de que una vez en la radio (como siempre que suceden ciertos encuentros felices) escuché bien entrada la noche dos canciones hipnóticas. Fue allá por los primeros años noventa. Quedó en mi recuerdo el nombre de Yo La Tengo (y el de otro grupo que jamás he vuelto a oír: The Drop City). Y estuve un tiempo buscando por la senda del azar, hasta que me compré dos discos a buen precio: May I sing with me y Electr-o-pura. Dos grandes discos, sobre todo el segundo. Me parecieron inmensos, pero no estaba seguro de que allí estuviera lo que había escuchado.
   
Años después, no muchos, y ya en el período del cedé, me hice con And then nothing turned itself inside-out, y comprendí que sí, que por fuerza eran el mismo grupo, pero que no había dado con el disco de aquella noche en la radio. Las guitarras de los vinilos, el salvajismo y el dramatismo, se habían convertido en susurros oníricos en el año 2000. 



Una obra maestra. Me acompañó muchos meses en muy distintas ocasiones.
   
 Y yo teorizaba, informándome, sobre cuál podría ser el disco que había escuchado entre todos los que ha hecho el grupo (entre ellos, un recopilatorio a precio irrisorio y de retribución inconmensurable: Prisoners of love, un triple cedé recopilatorio, además de caras b y outtakes).
   
 Y al final he llegado a la conclusión de que debió de ser Painful. La portada, la primera canción, la serie de composiciones perfectamente colocadas para acompañar al solitario urbanita. Tiene que ser ése.
   
Me parecen un ejemplo de lo que deberían ser los sobrinos de la Velvet Underground: ciudades en la noche, luces que destellan en medio de carreteras que llevan más allá. Tormentas eléctricas con menos carga freudiana y más intensidad pop. 



En algún momento a esto le llamaban noise, o shoegaze, o... A mí los noventa me pillaron de refilón, cansado de descubrir nuevos grupos y dando muy pocas oportunidades. Pero cuando uno se encuentra con esto, no puede dudarlo. Es música para acompañar toda la vida. Una banda sonora de las emociones. 

No les he visto nunca en directo, y eso que han venido a Barcelona varias veces. Pero creo que he hecho bien. Me parecen un grupo de habitación de enfermo. Música para lamerse las heridas. Y se dejan picotear con gusto. Son perfectos para mezclar sus discos, para ponerse sólo las baladas, para ponerse sólo las ruidosas, para no escucharlos y que acompañen las tardes de invierno. 

Tú la llevas. Espero que la aproveches.