viernes, 28 de diciembre de 2012

Everything but the girl. "Fea pero que voz"... Con perdón

Una de las cosas lamentables de haber perdido mi colección de revistas musicales (¿Qué habrá sido de ellas? Hoy valdrían una pasta... o no) con todos los números de "Vibraciones" desde 1977 hasta su desaparición, "Rock Espezial" y "Rock de Lux" hasta los primeros 90, es no poder recuperar alguno de aquellos artículos que dejaron frases monumentales para mi historia personal.

Una de esas frases aparecía en la crítica de uno de los primeros discos de esta pareja británica, "Everything but the girl", en la que se calificaba a Tracey Thorn como "fea, pero que voz". Frase políticamente incorrecta e inaudita hoy en día. Seguramente se le caería el pelo al crítico, tendría avalancha de "twitter" enojados y se vería obligado a pedir disculpas por todos lados.

Si sólo miramos su foto, probablemente nos parezca acertada su apreciación. Lo interesante del tema es cuán bella se hace esta mujer en cuanto le asoma una palabra por los labios. A mí me seduce, me trastorna, me teletransporta a otros tiempos, me trae aromas intensos, me dan ganas de besarla y es que, por suerte, hay cualidades humanas que hacen atractivo al menos agraciado.

El primer disco de esta pareja tiene el sugestivo nombre de "Eden" y a este maravilloso espacio te ves transportado cuando lo escuchas. Yo lo tenía (y lo tengo) en cassette grabado por mi hermano. Nunca lo tuve en vinilo y tampoco en CD.

El disco lo podemos calificar de todo menos de moderno. Ni ahora ni entonces suena a otra cosa que a clásico. Es música para espacios y grupos reducidos, intimista como la que más pero para todos los públicos. Sirve como banda sonora para cualquier situación, se adapta como un camaleón a una cena íntima, a una sobremesa con la familia, a los cuchicheos de madrugada de los amigos o bajo los edredones, incluso a los juegos infantiles o como villancico y, por supuesto, a la conducción a cualquier hora del día (un placer escuchar música cuando se conduce solo, o acompañado por alguien que no parlotea de forma innecesaria y constante, un largo recorrido ).

"Each and everyone" Suena a película. No entiendo como no sale en ninguna banda sonora. El sonido de los saxofones y las congas cuelga a los lados de la voz de Tracey soltándote nada más empezar eso de:

"If you ever feel the time to drop me a loving line
maybe you should just think twice"

Y si tienes un mínimo de sensibilidad te pones de inmediato de su lado y ya no la puedes dejar.

 Le sigue "Bittersseet". Agridulce por lo corta, cuando se acaba es obligado volver a ponerla. Ben Watt se luce en las cuerdas. No todo el mérito es de la voz de Tracey. La parte masculina del dúo compone varias canciones y se encarga de la producción y lo hace de forma elegante y efectiva.
En "Tender blue" la voz masculina inicia la canción y lo hace muy bien, pero rápidamente añoras la voz de ella que aguarda hábilmente a que te inquietes, a que la desees. Una melodía ideal para una sofisticada coctelería, interpretada por un grupo de jazz. Terciopelo (porque queda mal decir visón o marta cibellina).
"Another bridge" es un single pop por excelencia. Demuestra la versatilidad del grupo que en el futuro se confirmará cuando se pasen al "dance" en el disco "Walking wounded".

"The Spice of Life" es de mis favoritas del disco. Instrumentos de cuerda y voz al principio. Poco a poco se le van añadiendo instrumentos pero no hay crescendo. La voz se mantiene firme. Se le suman unos coros suntuosos y... "Sometimes I would turn back the clock, And recapture all that we've lost, But I couldn't give up all that we have today".
La más corta del disco es "The dustbowl". Apenas un minuto y medio de un diálogo de voz y guitarra. Otro tarareo de teletransporte.
Volvemos al local de los años de la "ley seca". A ese espacio lleno humo y gente elegante, de lentejuelas y vestidos negros. Yo a esto le suelo llamar jazz. Pero hay gustos y opiniones para todo... Tracey no canta. Es instrumental. No desentona porque Ben Watt es un buen compositor. Parece mentira que sea su primer disco.

Otra corta, hasta en el título ("Even So"), como casi todas (la más larga 3:30), como el propio disco. Las castañuelas... las castañuelas. Quieren tocar todos los palos.

"Frost and fire" está marcada por el fraseo de los teclados, los bongos y guitarras psicodélicas. Se titula igual que un cuento de Ray Bradbury. La versión en directo es fabulosa.
"Fascination". Pues eso... fascinado me quedo. Una de las clásicas de esta pareja. La voz llena todos los huecos, te envuelve en suaves ungüentos y vendajes. Si te dejan con esta canción debe doler menos. Podría decir que es la mejor del disco. "To prove that I don't mind".
"I must confess" emparenta con la música brasileña. Otra piedra preciosa escondida entre dos láminas de cartón.
El disco finaliza con "Soft Touch" cantada por Ben Watt acompañado por su guitarra. Una bonita canción en la que (perdonádme) echo de menos la bella voz de la "fea".
Suerte a todos y buena música el próximo año.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Tom Waits. Una celebración de la voz quebrada




Creo que en casa solo teníamos en plástico este indiscutible Blue Valentine y un recopilatorio de la primera época (Bounced Checks). Pero casi todo lo demás lo grabé en radiocassette. Lo conocimos en los años ochenta, me parece, cuando ya había sacado Swordfishtrombone. Pero Tom Waits fue una referencia que creció rápidamente. En mi biografía, de hecho, se mezcla con puntuales escorzos de vida bohemia hacia el año 1985. Mi novia. El barrio de Gracia. Un conocido (ni siquiera un íntimo) que me dejaba las llaves de su casa (gracias, tío, eso era generosidad). Michael Franks, Aromas de Montserrat, frío bajo las sábanas transformado en cariñosos recuerdos. 

No es un artista fácil. Eso me gusta. Hace ya muchos años que es, de hecho, un artista difícil de digerir. Me sigue gustando. Me da la impresión de que hace lo que le apetece (seguramente siempre lo hizo). Y recomiendo con mucha pasión que la gente lo escuche con los brazos abiertos, dispuestos a recibir una hostia en vez de un beso. De todas formas, este disco es probablemente el pináculo de su época más «comercial», así que, si no podéis entrar por aquí... dejadlo correr.

Uno no puede escuchar «Somewhere» y no derretirse. Es una voz rota que lamenta una felicidad que ha de venir (algún día), una melodía multiplicada por la interpretación tan ajustada, tan escalofriante, que dan ganas de tocar la trompeta como Chet Baker. No es cierto que la música de Tom Waits haya cambiado tanto. Si no, escuchad con cuidado la siguiente. Sombría, violenta, igual de expresionista que ahora. Lo único que ocurre es que el género, el jazz, el blues, se ha convertido hoy sencillamente en el propio artista. Uno ya no piensa si hay saxo y piano, o por el contrario, una sinfonía de cacharros en un cementerio de coches. Santa Claus está borracho. «Red shoes by the drugstore».
  Ahora vuelvo a poner la aguja sobre la tercera de la primera cara: «Christmas card from a hooker in Minneapolis». Suena un piano eléctrico nocturno. Tom canta desde el bar de enfrente. La progresión de acordes es la clásica de su primera época. Abriga, acoge, desnuda y deja desolado. Es lo que ocurre cuando uno está en casita, calentito, y se arriesga a experimentar música de verdad. «Romeo is bleeding» ( versión en directo). Historias callejeras. No me extraña que hubiera una conexión Springsteen-Waits. Los dos primeros discos del Boss tenían ese aire caluroso de la noche en la ciudad (¡guau, me acabo de acordar de «New York Serenade»!). Pero Waits es muchísimo más... «Ándele, pues. Hey, pachuco. Apague la luz ya. Vamos a dormir.» «$29.00». Un blues. Parece la que está más metida en vereda. Instrumentación clásica. Solo de piano. Solo de guitarra. Dulzura espinosa. «Wrong side of the road». Te has equivocado, chaval, ese es el camino malo. Vas a sufrir. Una banda jazzera puede sonar con mucho peligro. A latigazos. La voz es una serpiente venenosa. La instrumentación de una altura propia de una máquina bien engrasada. Ese órgano silba como una mala idea. En «Whistling past the graveyard» un fraseo de blues camina y se tropieza hasta alcanzar el swing. Desatado. Como si una tonadilla optimista se hubiera retorcido hasta convertirse en una amenaza. «Kentucky Avenue». Bueno, es cierto, existe «Tom Traubert's Blues». Pero la Avenida Kentucky es para mí la canción más hermosa de Waits. Vale, tiene muchas y muy hermosas. Pero esta me estremece. Recuerdos de juventud: frases que recuperan a los viejos amigos, travesuras y quizá la sugerencia de una amistad desgraciada..., y el mito del viaje en tren a New Orleans, a la aventura. El romanticismo de Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Y los violines que se meten por las venas y rompen en un torrente de llanto. El otoño viene con hojas viejas. He aquí una versión en directo con la letra traducida. Para disfrutar doblemente. «A sweet little bullet from a pretty blue gun» (versión live). Quien crea que «Blue Valentines» es una celebración del amor debe de estar equivocado. Jamás he visto con mayor claridad el sarcasmo de una canción. Esa guitarra se hinca como cristal de botellas rotas, y no hace falta que el cantante te diga que bebe para olvidar. Antes de saber lo que decía la letra, ya me imaginaba que el Día de los Enamorados no era el día de la celebración del amor. Y ahora me suena a la vieja historia: ella te quiere; tú, no (o viceversa). Y el caso es que Rickie Lee Jones, que yo sepa, es la rubia aprisionada contra el coche de la contraportada (menudo chuloputas que está hecho el tío). 


Luego no se confirmó la parejita feliz. Pero a nosotros qué nos importa, si ambos dejaron discos emocionantes. Todos los borrachos tienen una espinita clavada en el corazón. Oigo a Tom Waits, y parece que me haya tomado cinco whiskeys seguidos. Feliz melopea. Tristura blues. 

Unha vez tiven un cravo cravado no corazón, 
i eu non me acordo xa se era aquel cravo 
de ouro, de ferro ou de amor. 
Soio sei que me fixo un mal tan fondo, 
que tanto me atormentóu, 
que eu día e noite sin cesar choraba 
cal choróu Madalena na Pasión. 
 (Rosalía de Castro)

sábado, 15 de diciembre de 2012

The The. Una incierta sonrisa


El proyecto musical de Matt Johnson no podía ser más atractivo. Un nombre misterioso para un grupo unipersonal, unos títulos acertadísimos, unas canciones originales y envueltas en una portada de cómic. A ver quien era el guapo que se llamaba "moderno" en 1983 y se resistía a comprar este disco. Nosotros seguro que no.

Ya nos había dejado hipnotizados con las canciones "Uncertain smile" y "Perfect" que aparecieron en formato "single", ésta última con David Johansen (de los New York Dolls) en la ármónica y Johnson en la voz y todos los instrumentos. Una canción con envoltorio alegre en sus ritmos pero peligrosamente hiriente y cínica en su letra. A la versión discotequera de más de nueve minutos en formato "supersingle" le sobra longitud, pero reconozco su efectividad para el movimiento del cuerpo. Sorprendentemente en la edición europea del disco esta canción no está presente.

"Uncertain smile" salió previamente (en 1982) y fue todo un "hit" simplemente sonaba diferente, sonaba a música del futuro: cajas de ritmos, guitarras, un solo de saxo y encima se podía bailar. A mis amigos menos rockeros y más afines a las discotecas les encantaba. A nosotros también. En el álbum el solo de saxo fue sustituido por un inolvidable solo de piano tocado por Jools Holland (Sí, sí, el de la BBC, resulta que es músico y con tanta televisión nos hemos olvidado). Una canción que vale por toda una carrera musical.
El disco se hizo esperar (tardó casi un año desde los singles) y lo compré de inmediato. Prometía fuertes golpes de martillo en la imagen y en la frase de la contraportada ("With every kick in the face and every hurdle you pass the rewards get greater") que se confirman con la escucha de sus "siete canciones siete". La edicion que tengo carece totalmente de créditos, aquí se iba a lo barato, y durante años pensé que Matt Jonhson repetía como multiinstrumentista, pero la lista de músicos es bien larga, y con empaque. Por citar uno me quedo con Zeke Manyika (el de los Orage Juice) en la batería.
La primera canción del disco, "I've been waiting for tomorrow (All of my life)", adquiere una dimensión más rockera en directo, pero la versión del disco, con los redobles de batería de Manyika tras la cuenta atrás de despegue, te pone literalmente en órbita.

"This is the day" es, como se dice hoy en día, un "temazo" de principio a fin. Unos teclados repetitivos que suben poco a poco hasta  la percusión que marca el inicio del fraseo del órgano y una voz tan maciza que, aunque se adorna con palmadas en la vecindad del estribillo, deja claro que habla totalmente en serio, aunque deja un resquicio de alegre esperanza en los ritmos. El muy cachondo se hizo una versión titulada "That was the day" en su disco "Re-infected".

"You could've done anything if you'd wanted
And all your friends and family think that you're lucky.
But the side of you they'll never see
Is when you're left alone with the memories
That hold your life together like glue..."

El tono de seriedad se mantiene en el inicio de "The sinking feeling", pero se deja ir un poco más en el estribillo. Me encanta como suena el bajo en esta canción. De la letra mejor ni hablemos. La pongo en directo, suena tremenda.
En la segunda cara sólo hay tres canciones. "The Twilight Hour" tiene una potencia descomunal, las fases instrumentales, la batería y las percusiones golpean los tímpanos, se te meten en las ideas. Las palabras suenan a las verdades que a veces te dicen los amigos para espabilarte.

"You were emotionally independent
But starved of affection
But now you've been trapped by tenderness
And been beaten into submission"

"Soul mining" da título al disco. Tiene un inicio inquietante (como muchas de las canciones del disco), como para dejarte claro que no está para bromas. Se dulcifica un poco en el canto, pero se nota la tensión contenida en todo el trayecto. Se niega a ser un simple cantante de éxitos.

"You're floating down a tunnel
In a little wooden box
You're cold and your lonely and enveloped in fog
You've been pried open and left here to die
You should have trusted your instincts
'cause they don't tell lies"
"Giant" finaliza el disco. Una canción de más de nueve minutos que podría sonar tranquilamente, hoy en día, en cualquier discoteca. ¡Atención al solo de batería de Zeke Manyika! Luego vienen los coros (Ieh, ieh, ieh, ieh... pa pa pae) y ... queda claro que es un disco avanzado a su tiempos. Bienvenidos al siglo XXI.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Amigos imaginarios. Museo de reproducciones




Bueno, a veces hay que tomar partido. Y normalmente se hace por razones que no pueden ser objetivas. Eso en la música no es novedad. Suelen ser ésas las razones por las que abrazamos a los seres queridos. De hecho, sólo por esas razones he salido corriendo a comprar un disco, por un pálpito.

Yo he tomado partido por los Amigos imaginarios.

Volví a encontrarme con Santi Campos gracias a mi hermano, que se ha desbocado en la asistencia a conciertos y me llevó a uno pequeño, acústico, en un bar garajero de Barcelona llamado Barbara Ann. Me pareció excepcional, por muchas razones. Y volví sobre su música...

...Porque ya lo conocía. Creo que fue en Disco Grande (o puede que Santi Alcanda) de Radio 3. Relacionaron de alguna manera a Santi Campos con Tarik y la Fábrica de Colores. Me gustaron ambas referencias. Y me hice con Amigos imaginarios (su segundo disco en solitario). Me gustó mucho, pero no lo descubrí por completo (y eso que «Superman» te hace polvo). Luego me cogió mayor afición con El invierno secreto, El maestro de Houdini y Muñecas rusas (ya bajo el nombre colectivo del grupo y ofrecidos de manera gratuita en su bandcamp). Y llegó, unos añitos después, el concierto a cara de perro, sin micrófono, demostrando que las canciones en directo no se defienden sólo con la buena música, sino con personalidad, desvergüenza y cosas que decir.

Ahora he comprado Museo de reproducciones a través de una inversión a plazos (crowdfounding, le llaman) (a plazos es el disco: primero en el deseo, a continuación en algunos vídeos caseros, luego en el máster digital por email, y ahora esperando la entrega física del cedé y el plástico mezclados en EE. UU.) Estoy muy contento. Hacía tiempo que no compraba un disco. Hacía tiempo que no deseaba tener un disco.

Bien, en el concierto del Barbara Ann, Santi Campos cantó a pelo e hizo cantar al personal. Escuché en primicia algunas de las canciones del nuevo disco (sí, sí, también las «canté», sin conocerlas, atreviéndome a desafinar). Por ejemplo, «Ilumíname», que presentó como un espiritual. Por ejemplo, «Limpio y nuevo», que nos hizo cobrar esperanzas de curación. Por ejemplo, «El hombre cometa», título de su libro de poemas y canción arrebatadora. No querría abundar en frases elogiosas, pero esta canción me hace temblar. En el disco hay más, mucho más. Lo voy descubriendo poco a poco. De hecho, no quiero descubrirlo del todo hasta que (más o menos para enero) pueda poner en el tocadiscos y a toda pastilla el disco de vinilo. Por ejemplo, este tema musculoso: "Combustión espontánea". Si no es es un hit es porque ya no existen. Por ejemplo, esta canción de sonido campestre: «Entre la tormenta y el aguacero.» «Ven, ven, ven. Si quieres, yo quiero.» Es una maravilla que «de repente se cuela por un agujero» del corazón. ¡Pues claro que quiero! O este cañonazo: «Dulce cabeza triangular». Creo que es una de las canciones de amor más humildes que he escuchado. Y me hace sentir bien. Me hace sentir muy bien. Los mejores Beatles hacían canciones como ésta: «Manual de autoayuda». No creo que tenga que decir más. «Casi» es candorosa. Casi es maravillosa. Casi es una buena razón para seguir adelante, sencillamente porque su contagio produce una enfermedad muy ¿común?: la inteligencia, el humorismo... y el éxtasis de la melodía. «Dos hermanos» no trata sobre los responsables de este blog, qué más da. Es la última del disco, el anticlímax, que se dice. Mmm, debe de ser la guitarra de Ester Rodríguez con su poquito de trémolo. Se aproximan los dos cantantes al micrófono y susurran: ¿Nos vamos a la cama? Bueno, vale, sí, sí..., pero como hermanos. Hay alguna canción más. Os invito a descubrirlas. Rock Indiana pondrá a la venta el disco de manera covencional, etc. No os lo perdáis.



sábado, 24 de noviembre de 2012

China crisis. Luciendo la imperfección

Siempre que llega el final de Noviembre vuelvo a poner este disco. Me lo regaló para mi cumpleaños, en un fin de semana que pasamos en el Montseny, un buen amigo con el que compartía trabajo, confidencias y horas a la búsqueda de un destino. Una de las primeras cosas que hice fue grabárselo y durante años estuvo en el radio-cassette de su coche acompañándonos en nuestras correrías. Estoy seguro que todavía lo tiene y lo escucha de vez en cuando.

Los China Crisis eran un grupo algo atípico en su época. Se llevaban más los guitarrazos algo acelerados, los estribillos pegadizos y unos arreglos poco elaborados. Algunas grabaciones eran bastante deficientes, y exhibían un sonido algo sucio que luego se confirmaba en directo. Ellos se empeñaron en enseñarnos que se podían ejecutar melodías sofisticadas, elegantes y suaves y al mismo tiempo ser modernos.

Los ví en directo teloneando a los Simple Minds en Abril de 1984 en Studio 54 (durante años conservé la entrada), en el Paralelo barcelonés, y confirmo que su sonido, para lo que estábamos acostumbrados en aquellos tiempos, era finísimo. Yo los conocí (¡como no!) en una grabación "cutre" de mi hermano, entremezclados con otros temas, por ejemplo, una preciosa canción de Nick Heyward "Whistle Down The Wind". Ni indicaba el título de su primer disco, que por supuesto estaba convenientemente podado y era difícil de encontrar (No lo compramos ni nosotros, que ya es decir, y duró muy poco en el mercado hispano). Pero rápidamente fuí abducido por sus ritmos y tuve ganas de escuchar más, así que me fuí comprando todos sus discos posteriores. Curiosamente, ese primero (con el sugerente y complicado título de "Difficult shapes and passive rhythms. Some people think it's fun to entertain") es el único que no tengo en vinilo.

En este su tercer disco, tras un título humilde, se esconden un conjunto de canciones impecables, con una producción exquisita a cargo de Walter Brecker (Steely Dan) que añade unos brillantes metales a sus composiciones y esas pinceladas resaltan todavía más la pulcritud de los ritmos, los sonidos de las guitarras y los ambientes de algunos pasajes. Como si un pintor experto diera unos retoques a unos cuadros excelentes de unos principiantes. La parte negativa del tema es que en algunos momentos se parecen tanto al grupo del productor que ... las comparaciones son odiosas.

Sin pensar en absoluto en las letras (que tienen un cierto tono político y reivindicativo), su música me pone de buen humor, eleva los ánimos y algunas canciones se adecúan bien a los mecimientos de hombros de los que nunca bailamos. Tan suave queda el conglomerado que hay que tener cuidado para que no resulte empalagoso, pero en la dosis adecuada el pastel es delicioso y el chocolate baja la tensión y es antidepresivo.

"The highest high". El bullicio de unos niños y los silbidos de un paseante en la introducción me sugieren un tranquilo paseo por un parque, justo después de comer, meditando. "Fight you fight for what is yours."
"Strenght of character" Una de las mejores del disco. Esta versión en directo me parece muy buena. Apunta bien: "No te apresures... tómate tu tiempo para comparar y viajar a todos lados".
"You did cut me" La calidad del disco aumenta, las dos primeras eran buenas pero esta tercera "te corta" por la mitad. Una canción en el más puro estilo Steely Dan, instrumentos de viento y punteos certeros de guitarra. Gary Daly se luce cantando. Un amor cortado como un árbol podado.


"Black man Ray". El primer single del disco. Llegó al puesto 14 en las listas de UK. "Siempre se puede aprender conforme pasa el tiempo". Un nuevo mensaje para el pueblo llano

"Wall of God" Algo más personal e intimista. "And for the first time In my small world I have touched on greater meaning. And for the first time In my small world I have given myself to learning"

"Gift of freedom". Excelente. Claramente reivindicativa, les da credibilidad como artistas. "And will the whole damned world fall down. Before we've learned to share what we've found".


"King in a catholic style" La más prescindible del disco, para mí baja el nivel, quizás porque es la más diferente. Tono claramente de crítica política. Tuvo su éxito como single en las listas.
"Bigger the punch I'm feeling" Original título para una bella canción. El toque de Walter Brecker está elevado al máximo en el regulador. ¡Preciosa! ¡Preciosa! ¿He dicho ya que es preciosa? "Date cuenta amigo, hay otros puntos de vista y yo podría estar en lo cierto. Sólo ves la vida en blanco y negro."
"The world spins I'm part of it" .El mundo gira y gira y aunque lo intentas no le encuentras sentido a la vida. ¡Que se pare el mundo que me quiero bajar! que dicen algunos castizos.
"Blue Sea". Magnífico final para el disco, una canción de un azul tan profundo e intenso como la portada o como el fondo de los oceános. No hace falta que todas las canciones hablen de amor para emocionarte.


martes, 20 de noviembre de 2012

Pretenders. De la aspiración a la farsa como una de las bellas artes




Estamos en 1979 (más bien 1980). Sale a la calle un discazo. Un cañón. ¿Cómo llega a nuestros oídos? Por un single: «Brass in pocket» se mete en casa incluso a través de su videoclip. Y si una canción es perfecta..., ¿qué?, ¿le vas a dar la espalda? Luego resultó que la mezcla de pop luminoso y ¡rock-and-roll! en este primer disco hacía palidecer a tres mil grupos punkis. 

¿Qué pensarán hoy los jóvenes de este grupo? ¿Los conocen desde este disco, o solo han escuchado los últimos grandes éxitos? A mí se me agotaron después de «Don't get me wrong». ¡Pero de qué manera! Menudo pedazo de canción. Y si pienso con ánimo crítico en ellos, considero que tienen tres discos (y a veces creo que sólo los dos primeros). ¿Qué pensarán los jóvenes? Quizá que Crissie Hynde sólo canta baladas. Pero, amigos, Pretenders es puro rocanrol. 

Hay que acudir a inernet y contemplar el concierto de 1981 en Alemania. ¡Uf! Cuidado que corta. Los dos primeros y esplendorosos discos de muestra. James Honeyman Scott enseñando cómo se toca la guitarra. Luego el caballo y la farlopa se llevaron al guitarrista, y también al bajista, Pete Farndon. Y el grupo se convirtió en The Pretenders. 

A mí me asombra todavía, cuando recientemente he vuelto sobre ellos a causa de las ediciones remasterizadas, la capacidad de hacer canciones propias, de mezclar géneros, de crear climas. No eran un grupo de éxitos (solamente); no sólo producían trallazos de rock; además, podían dibujar un reggae extraterrestre como «Private Life» (no me canso nunca de oírla). Por mucho que fueran número uno, tenían muchísimo más que ofrecer. Y te lo daban. Vamos si te lo daban. 

Este es uno de esos discos en los que me quedé colgado de la segunda cara. Tremenda. Demoledora. En fin, no voy a comentar las canciones. Que se defiendan por sí solas (por cierto, no creo ni por asomo que "The Pone Call" o "Space Invader" sean temas menores). Os dejo con el disco entero y luego troceado (la mayoría en directo). A disfrutar. Sólo quiero declarar una última cosa: Por mucho que este grupo se llamara Farsantes, y por mucho que Crissie Hynde rozara el horterismo (años más tarde), los Pretenders fueron un grupo auténtico. ¿Os acordáis de lo que eso significaba? Pues los Pretenders lo eran. Auténticos.

 El disco entero:

 

 Precious

 

 The phone call

 

 Up the neck

 

 Tatooed love boys

 

 Space invader

 

 The Wait

 

 Stop your sobbing

 

 Kid

 

Private Life

 

 Brass in pocket

 

 Lovers of today

 

Mistery achievement

 

sábado, 17 de noviembre de 2012

Moon Martin. Noches calurosas, corazones fríos y manos desesperadas.


 
Nada se sabe hoy en día de este hombre al que he recordado hoy mientras sonaba una versión de "Motherless child" interpretada por "Max Roach and JC White Singers"en el que se han intercalado de forma casual riffs de guitarra del éxito más importante de este guitarrista de Oklahoma, "Bad case of loving you". Cosas de los ordenadores que se ponen en marcha melodías sin querer. La verdad es que la mezcla sonaba de cine.

Y es que en en el momento menos esperado el subconsciente rinde un homenaje a cualquiera y yo llevaba días dudando sobre qué disco escribir y entre los varios que se cocían en la olla estaba este "Shots from a cold nightmare".

Creo recordar que conocí a este rubio guitarrista de pelo lacio y mirada tímida tras enterarnos de que esa espléndida canción interpretada por Robert Palmer era obra suya y entre eso y que sonara alguna vez en la radio "Hot nite in Dallas", no tuve ninguna duda para hacerme con éste álbum. No estoy seguro de este dato, pero diría que en España salió primero el Secrets de Robert Palmer y aprovechando el tirón comercial que tuvo ese disco, editaron el primero de Moon Martin.

También compramos el segundo ("Escape from domination"), pero fue víctima de uno de esos trapicheos de mi hermano y probablemente sustituido por uno de "rock sinfónico" del que en esa época era apasionado. ¡Ostras! Éste también fue víctima porque no lo encuentro en vinilo en mi discoteca. ¡Juan, cuando te pille te voy a dar una colleja!

Moon Martin es un músico de prestigio entre sus compañeros, nunca tuvo mucho éxito personal, se movió entre el rockabilly, el blues y el country y sus composiciones de más éxito lo fueron en las voces de otros cantantes. Es probable que ese sea su único punto flojo, una voz con cierta falta de empaque para el gran público o para los promotores (porque a mí en directo me suena tremenda) y un aspecto desangelado para unas canciones con contenidos tan fuertes.

Este es un disco "sólo apto para varones". A ellas, en algunos momentos las deja muy mal. Por lo tanto, mejor mantenerlo alejado de sus pabellones auriculares.

La primera canción ("Hot nite in Dallas) es casi perfecta para iniciar un disco. Es una de esas que te ponen a cien por hora, te obligan a bailar (incluso a mí que no bailo nunca hasta más allá de la tercera copa), a conducir rápido y a corear la canción. Ideal para ponerla en marcha al recoger a tus amigos para una noche acelerada marcada por las guitarras. Una canción que da calor incluso en el más gélido invierno.
"Victim of romance" es un medio tiempo, una pequeña tregua para que recuperes aliento, más acariciadora que la primera, se empieza a poner un poco meláncolico. Espera que llegues pero hoy no vienes. Lleva tiempo en la puerta esperando pero hoy no sales.
Y claro... Viene la balada, llena de punteos afilados de guitarra, y piano de terciopelo. No te ha sentado bien el alcohol, y estás acosado en una esquina del bar, apoyado en la barra, mirando los movimientos de la camarera, hipnotizado por el balanceo de sus piernas. Se te llenan los ojos de nostalgia. "¡Sirve otra copa nena!" porque mis pensamientos me están matando. Sin desmerecer a Moon Martin, la imagino en la voz de JJ Cale o de Clapton y sonaría de maravilla.
A continuación (para mí) una de las mejores canciones del disco. "Paid killer", guitarras arrastradas por los suelos, teclados atmosféricos y unos coros ululantes. Mejor será que te despegues de la barra, que dejes de pensar en que ella te mata, que busques otro camino porque ella "sólo tiene veinticinco pero te está matando vivo." y así no puedes seguir.
"Cadillac walk" la popularizó Mink de Ville (que algún día tentrá su hueco en este blog) en su primer disco "Cabretta". Un temazo rockero que demuestra el gran valor como compositor de Martin. Aquí se viene arriba de nuevo el ritmo del disco. Una melodía de esas nacidas para ser interpretada en directo. Los teclados tiran de las riendas para que no se desboquen los caballos guitarreros, los tambores marcan el ritmo del trote y al final todo acaba en un desmelenado galope.
"Bad case of loving you" justifica de sobra que este hombre pase a la historia del rock. Tiene todos los ingredientes de las grandes canciones, calor, ritmo, desespero, estribillo pegadizo y unos guitarreos inolvidables. Una canción "sólo para hombres" (perdonádme chicas pero es así). Y es que una "cara bonita no hace bonito al corazón". Una píldora directa para la cura de enfermedades cardíacas. Digoxina en estado puro. ¿Alguien tiene dudas? Aquí la tenemos en directo.
En "Hands down" el nivel rockero está en su punto álgido y el disco ya ha conseguido convertirse en un clásico. "You win. Hands down. Hands down."
Volvemos a la balada y esta vez lo hace con una versión, porque "All I've got to do" es una composición de John Lennon publicada inicialmente en el "Win the Beatles" de 1963. Seguida de "You don't care about me". Éstas dos últimas no las encuentro por lo que tendrás que conseguir el disco para escucharlas.
El disco finaliza con "She's a pretender". A este hombre no se le dan nada bien las relaciones femeninas. Hay que ver como me lo maltratan, pero el lo soluciona a ritmo de rock and roll.
PD: Mi hermano ha leido el borrador y (seguramente preocupado por la colleja) jura que nunca tuvimos el LP, que teníamos el single y el disco nos lo dejaron y lo grabamos. ¡Hay que ver como se afloja la memoria con el paso de los años!!!! Da lo mismo... A disfrutarlo.

martes, 6 de noviembre de 2012

Magazine. Una canción se arrastra desde el sótano





Mi hermano compró el primer disco de Magazine, Real Life, en cuanto salió. Fue por recomendación del Vibraciones. Uno leía una crítica y se echaba al monte. Y de hecho, años después, cuando todo el mundo (considerando el mundo como un espacio muy pequeño de aficionados al rock) decía maravillas del carácter seminal de este disco y del paso adelante que representaba con respecto al punk, y cuando alguien señaló que apenas se habían vendido un puñado de copias en España en 1978 (quizás se demoró hasta el 79, no me acuerdo), mi hermano declaró partiéndose el pecho que, entonces, él era uno de esos cinco o seis «afortunados». 

Pero no fue fácil entrar en el «almacén» de Howard Devoto. Real Life era un disco muy variado, con canciones muy atractivas, pero también con piezas extrañas, que exigían repetidas escuchas (pero, ah, aquellos eran los tiempos en que los discos se ponían a girar una y otra vez, porque había que amortizarlos, porque uno se empeñaba en descubrir su secreto). A mí me hechizaba la portada del disco, y los títulos de las canciones. Pero algo en la mezcla hizo que tardara en degustarlo con absoluto placer. De hecho, tuve que realizar una operación retrospectiva: Cuando me rendí sin condiciones a su tercer disco, empecé a entender y a disfrutar de verdad el primero. 

Si no me equivoco, el segundo y el tercer disco de Magazine sonaron en casa en cassette, por gentileza de algún amigo (años más tarde me hice con sus respectivas copias en cedé y en plástico). Y en este caso no hubo duda. Al menos, no la hubo para mí, sobre todo en lo que atañe al tercero: The correct use of the soap. En 1980 (quizá en el 81), en casa, sonó a todo volumen «A song under the floorboards». Era la misma época en la que el «Disorder» de Joy Division nos había encandilado. Comparad los fraseos de guitarra. Eso era crear escuela (en un curso donde no era necesario ser Jimmy Page). 

A partir de ese momento, descubrí que la mezcla entre punk, teclados tecno y ritmo curvilíneo funcionaba de maravilla, y me hice incondicional de este disco, además, por la aparición de Laura Teresa en las segundas voces (porque si hay algo que tengo claro en este mundo, es que las segundas voces pueden definir una belleza que está ahí, en la canción, pero que sin los coros no llega a asomar. Es algo que me dejó patidifuso y absorto en el caso de Hatfield and the North y sus Northettes (Barbara Gaskin, Amanda Parsons y Anne Rosenthal), o más recientemente, con Absentee. Y ahora, con Laura Teresa, me sonaba a gloria eterna que me hurtas el cuerpo. Por favor, aquí no cabe todo, pero esa magia se multiplica en el primer disco en solitario de Devoto, Jerky versions of the dream: de lujo. Que no se queje quien no se dé por avisado). 

En Magazine, el sonido frío impera; la voz es punk, se burla, recita, escupe y se retuerce; los teclados crean un espacio de nevera y terrenos baldíos, y se retuercen; el bajo rebota y baila, y se alía con la batería (simple, poderosa) para crear un entramado de ladrillo obra vista (pero lo destruyen y también vuelan), y se retuercen; la guitarra chirría y crea tejidos de agujas hipodérmicas. ¿Qué puede haber de atractivo en este paisaje? Pues esto: la verdad que transpira el contraste, la voluntad de trascender, la falta de vergüenza en el encuentro del pop, el hallazgo inesperado de una hermosura que hiere mucho más profundamente. 

Si consideramos el terreno de la mitología, hay que subrayar la procedencia punk de Howard Devoto: los Buzzcocks, y también hay que señalar la explosión de John McGeoch en Siouxie and the Banshees, el adulterio de Dave Formula con Visage, y la rotundidad de Barry Adamson en los Bad Seeds de Nick Cave. Pocas veces ha estado tan claro que un grupo estaba formado espontáneamente por primeras figuras. Por otro lado, formaban parte del núcleo creativo de Manchester, junto a Martin Hannett (productor de este disco), Tony Wilson, Malcom Garret (diseñador de la portada de este disco, fea como pocas), Peter Saville, Morrisey, Bernard Sumner... Vamos, que Joy Division y los Smiths no salieron de la nada. 

«Because you're frightened». Suenan a algo nuevo. De verdad, son originales. Entiendo muy poco de lo que dice, pero noto que se dirige a mí, que se expresa claramente. Sólo hace falta que me imagine el mensaje.

 

 «Model Worker». Bueno, es post-punk, ¿no? Van a toda leche. Y de blandos, no tienen nada. Pero no son siniestros. Son otra cosa que anunciaba los ochenta, pero que era insoportable para la radiodifusión.

 

«I'm a party». Una delicia. El pop se hace aéreo. Aparece Laura Teresa. Nunca unas palmadas sonaron tan a tiempo. Hay una sensación de completo optimismo. Y una ruptura: el solo de saxo los aproxima a lo negro. Pero no. Son muy blanquitos y británicos, urbanos e intelectuales.

 

«You never knew me». La guitarra pone los puntos y las comas como a mí me gusta. Y llega una belleza invernal que se hiela a años luz del «Atmosphere» de Joy Division. No, aquí hay esperanza. El piano parte hacia un mundo distinto y luminoso. Laura Teresa consigue que esa esperanza no acabe en decepción.

 

«Philadelphia». John McGeoch, el maestro. Fue de los que se labró su destino a golpe de botella. Así es la vida. ¡Pero menudo riff! Esta canción cierra la primera cara como una losa. Hay desesperación. Pero es de las que recuerda el milagro de escuchar música y absorber el sonido de los teclados y cortarse con las guitarras y cabalgar con la sección rítmica que no para, que no para, que no para.

 

«I want to burn again». ¿Una guitarrra acústica! ¡WTF! Sí, descentrada, destripada, disoluta... Y caemos, y caemos, y caemos hacia el funk. ¡Cómo me gusta el sonido de Barry Adamson! Si esto fuera jazz, la peña estaría poniendo los ojos en blanco. Ya se acerca el cielo. Y quiero quemarme otra vez en él.

 

«Thank you (for let me be myself again)». ¿Decíamos funk? ¿Cómo es posible? En Nueva York, Robert Fripp jugaba con Blondie a versionear a Donna Summer. ¿Por qué no iban a hacer algo parecido los Magazine con Sly and the family Stone? Pero son bipolares: pertenecen al cuerpo y al cerebro, mitad y mitad.

 

«Sweetheart contract» (versión live). ¿Por qué comento un disco y luego pongo versiones en directo? Porque a mí me pareció un milagro cuando en internet pude presenciar lo que parecía imposible: las canciones de toda la vida delante de mí. Creo que aporta algo. En ésta se aprecia el equilibrio entre todas las fuerzas individuales de cada componente. Guitarrazos y duetos vocales. Ese equilibrio hace que Magazine sean muy especiales.

 

 «Stuck» /I'm a party (live). Tremenda. Imparable. Arranca y muere a cada momento. Un nervio vivo. Adamson se sale.

 

 «A song under the floorboards» (live). Impagable. Un diez. Parece after-punk y viaja hacia terrenos remotos. Ahora se ve más claro. Entonces te convencía su absoluta originalidad y su fuerza de expresión. ¡Qué grandes entre los grandes!

 

domingo, 4 de noviembre de 2012

Joe Egan. Más allá de ninguna parte o Porqué me gustan los cantautores.

 
Cuando empezó mi afición por la música no les prestaba mucha atención a los cantautores, me gustaban las ondas “enrockecidas”, los amplificadores a tope de volumen, intentaba huir de las melodías suaves, renegaba de la canción protesta y por supuesto de cualquier tipo vestido con lentejuelas cantando con voz melodiosa. Aceptaba sólo a unos pocos de esos, respetaba mucho a Bob Dylan y a algunos clásicos rockeros. 

Con el paso del tiempo me he vuelto más ecléctico, más abierto y también más exigente. Hoy en día ya he aprendido que un hombre solo, armado de guitarra y voz, basta y sobra para disparar trallazos musicales de los que derriban paredes, funden los hielos y congelan las miradas, a veces mucho más potentes que los que van acompañados de gran parafernalia sonora, numerosos músicos y difusión publicitaria.

A Joe Egan lo conocí por sus excelentes referencias, compañero de Gerry Rafferty (que acababa de pegar un pelotazo impresionante con su primer álbum en esa época) en los Stealers Wheel (con los que tuvieron un exitazo de órdago que todavía perdura gracias a Tarantino y una escena llena de navajas y sangre: “Stuck in the middle with you”) y los de “Vibraciones” se marcaron una crítica de esas que me obligaban a salir y comprar un disco de forma compulsiva.

Era el mes de Noviembre, un mes de atardeceres tempranos,  y yo debía andar cerca de cumplir los diecinueve, una época ideal para aventuras, para meterse en un coche sólo con mochila y recorrer las carreteras en las horas en que las luces se funden, los colores cambian, las estrellas son visibles y los sueños crecen. Las melodías de este disco me recuerdan todo eso. Es música para conducir a ningún sitio.

Joe Egan me reconcilió con los cantautores, recita tan bien que casi se le entiende el inglés sin saberlo. Las melodías evocan lo necesario y los estribillos son tan claros que merecen la pena corearse.
“Back on the road” La canción que abre el disco vale toda una carrera musical, la que este hombre no ha tenido, ya que se apartó de la escena tras un fallido segundo disco. Imagino que todo el mundo esperaba un segundo Rafferty y el no cumplió con las expectativas. Ahora pon en marcha el motor y acelera suavemente por esa carretera mientras anochece, mientras conduces de forma automática, sin rumbo, adonde te lleve la senda, piensa en lo que quieras por que lo vas a ver claro. Esta canción te acompañará siempre. Los arreglos son de bandera.
“Ask for no favours” se inicia con una breve conversación y sonido de una caja registradora, silbidos satisfechos de la compra recién hecha con fondo de piano de cabaret. “Don’t put your troubles on me anymore” cantan los coros antes del tarareo... Deliciosa.

“Natural high” muy en la línea marcada por “Back on the road” ecos evocadores, arreglos elegantes y estribillo pegadizo “Don’t think of tomorrow just think of today”. Guitarrazos excelentes en el solo y en los punteos. Está tan claro que va conduciendo que hasta expresa sus dudas por vivir en la ciudad, por no volver atrás. Subo el volumen del radiocassette.
“Why let it bother you” está muy en la linea de las canciones de Rafferty, resiste muy bien la comparación, el ritmo es más rockero, pero los violines le sientan de maravilla sosteniendo algunas notas. “¿Porqué molestarte? Si no hay nada que puedas cambiar.” 
“The last farewell” es auténticamente campera, mandolina y acordeón, sonido muy americano, casi country, tal como suena me gustaría oírla por los Avett Brothers por ejemplo.
“Freeze” es de las más bellas del disco, sobresalientes los arreglos de cuerda (esa mandolina) y los coros. La entrada de la guitarra eléctrica le da el toque aquel que te hace levantar las manos, contonear el torso y sentir alegría. La melodía da esperanza para volver a encontrar el camino pese a las dudas.
“Pride” es pura música negra, blues blanco, otra que me gustaría que alguien revisitara. Es de esas que la pones hoy en un anuncio publicitario y se arma un lío multitudinario. Puede estar orgulloso de su canción. Pero... pero... ¡Qué buena que es! Perdonad la exclamación es que no lo he podido resistir.
 “No time for sorrow” no tiene nada que ver con la anterior, tiene un concepto mucho más folk, suave, acariciadora, una puerta abierta a la luz al final de la carretera.

“Leaving it all behind” es otro giro de tuerca. Rock sin duda, descarado. Aquí Egan saca el pecho, por si pensabas que todo era suavidad y terciopelo. Ya la hubieran querido para sí los Status Quo.
La guinda final del disco, “Out of nowhere”, es un cañonazo musical en toda regla. Perfecto para abrochar el fin de acto. Suena excelente cuando sólo hay voz y guitarra. Los arreglos que al principio de la canción me parecían excesivos, se convierten en excelsos en el tarareo final, mientras la voz se va disolviendo hacia la nada.

Un disco para conocer, escuchar, rescatar del fondo de armario. He pensado en él tras oír al recuperado Bill Fay. Estoy seguro de que Egan sigue haciendo canciones excelentes, igual sólo hay que empujarle para resucitar, para que vuelva a coger la guitarra, se meta en un coche y conduzca hacia ningún lado. ¿Alguien va a decir de una vez las palabras mágicas?

lunes, 29 de octubre de 2012

The Motels. Yo quise callejear por L.A.

Pocas veces he tenido tan claro que un disco merecía un lugar especial en el seno de la discografía de un grupo. A veces ocurre con ese primer disco que luego estropea el éxito (o algo similar). Puede que fuera eso lo que les pasó a los Motels.

La sensación de que Martha Davis era una mujer fatal que podíamos encontrar cualquier noche en una cafetería no parecía una mera ilusión. La guitarra espléndida de Jeff Jourard no podía ser una casualidad. La repugnancia de la vieja de la portada: rica, estúpidamente feliz, completamente sola... No podía ser un disco cualquiera.  

1979. Daba la impresión de que todo era New Wave, No Wave o punk y after-punk. ¿Y los Motels? Son algo serio. (Hasta en medio del éxito sacaron un disco excepcional: All four One.) El cañonazo de «Total Control» parecía que los iba a meter en todas las teles y en todos los cuarentas principales. Y a la altura de "Only the lonely" (del All four One), hasta sonaba en la radio de la peluquería de mi madre. Pero había algo que no acababa de funcionar. Creo que fue la mezcla explosiva de la personalidad de un primer disco rocoso, firme, apasionante, con el pecado de la ambición: productores que dieron un sonido horrible (ochentero en el mal sentido de la palabra) a otros de sus discos. Pero el primero, ah, el primero: no hay trampa ni cartón. Inmenso. 

Pongamos que empieza «Anticipating» (colgada también más abajo, en directo, en el vídeo de cuatro canciones): Sensación de peligro. Guitarra rasposa (mucho más rasposa y seca en la versión en estudio). Piano de bar. La voz de Martha narra historias de amor llenas de humo y alcohol. ¡¡¡¡Guaauuuuu!!!! Guitarrón. ¿Pero esto es un trío guarro o qué? Uf, la Gibson se enciende. Sonido hiriente, preciso, sostenido cuando es preciso y perfectamente mezclado con el resto de instrumentos. Martha se va calentando y la melodía se pone dolorosa. Si cualquiera duda de esta canción, que no siga con el disco y se retire a un lado. Por favor, no estoy para tonterías. «Me siento y te miro.»

  Anticipating by The Motels on Grooveshark

«Kix» (ver vídeo colectivo, más abajo). Patadas. Directas. Contundentes. Guitarrón, de nuevo. Mezcla genial con los teclados. Breve y al estómago. ¿Serán besos? 

«Total Control». Exitazo. Gran canción de seducción sadomasoquista. Sensual, lentorra. Vamos, una activa-pasiva que se te come de un bocado. Está en la cama. Sola. Sueña con que te presentes. Tú eres un cabrón que la ha dejado, pero... si te presentaras, ella conseguiría un control total sobre ti. Cuidado, viene el solo de saxo. Una de las mejores canciones de cama húmeda que he escuchado en mi vida. Martha, te veo paseando por las calles mojadas de Los Angeles y mi corazón me duele. Quizá seas tú, quizá tú.

   

«Love don't help». Buena canción para transitar por un disco. Se vuelve negra. No, el amor no ayuda, aunque se ponga vacilón y bailable. Bueno, qué pasa, ¿que sólo los Police podían hacer canciones de este tipo?

   

«Closets and bullets». Cañonazo. Amenazadora. Martha susurra, como siempre, y las guitarras se hincan. ¿Estás sola otra vez? Refúgiate en ese bajo acompasado al bombo, acompasado al corazón del rock and roll. ¡Qué bien se queja de su mala suerte con los hombres! Podría ser Lou Reed, pero es romántica y es de California. Final apoteósico con la guitarra que podría durar unos minutos más y nadie se quejaría. 

Vídeo: Closets and bullets, Total control, Anticipating, Kix

   

«Atomic Café». Esta era una de las que más me gustaban. ¿Por qué? Porque solo con decir el título se me pone la piel de gallina. ¿Qué historia es esa que me cuenta Martha al oído? Escucho con interés. Guitarra y saxo se ponen de acuerdo para ponerme los pelos de punta.

   

«Celia». Mira lo que has hecho, muchacha. Ay, estabas tan de guays y luego..., mira lo que has hecho. Mira lo que le has hecho. Ten cuidado, podría hacerte daño. Tía, él está enfadado y tiene una pistola.

   

 «Porn reggae». Agradable. Suficientemente buena. Pero, no sé por qué, no me interesa. 

 

«Dressing up». ¿Cómo decir que esta es una auténtica obra maestra? Esta, además, supongo que a una mujer la pondría en forma. Trata del tener que ponerse guapa, de tener que ir a la moda, de tener que ser siempre guay. Vestida para matar. Guitarras y teclados perfectamente a la par. Aúllan las sirenas, rajan las guitarras. Síííííííííííí. ¡Eso es acabar en crescendo! Yeah.

   

«Counting» es el broche final. «Every night I sit home alone Sittin' by my radio. I'm just hopin' that something good will come on But it never does.» Joder, ¿no es justamente lo que nos pasaba en 1979, cuando esperábamos a ser mayores? ¿No es lo que todavía ocurre? Qué gran canción. Y cuando la guitarra responde a la pobre Martha, sola en la noche y preguntándose qué hace en la vida, ahhhh, en ese momento el reloj se pone en hora. En ese instante, el deseo de que alguien le pueda contar qué sentido tiene la espera se hace incontenible. Suena, piano, suena. Acaba ya si quieres, rompe la tela de este dulce encuentro.

 

¡Qué gran disco! Sobre todo me asombra el sonido agresivo y exacto del guitarrista, y me intriga el modo en que desapareció del mapa (siendo el hermano del teclista, que duró en el grupo hasta el final)... y no se ha vuelto a saber. Creo que fueron cosas del amor. Debe de ser muy difícil que la líder sea un chica guapa.

Extraordinario primer disco. Se merece una reivindicación. Es uno de los grandes. Incluso pensando en lo comercial que se volvió el grupo a la postre. Qué le vamos a hacer, sólo somos humanos.