miércoles, 29 de febrero de 2012

Ascensión y caída de Ziggy. La prehistoria, el Vieta Uno.


The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars es uno de los primeros discos que compró mi hermano. Creo que de los cinco primeros elepés que tuvimos en casa. Por aquel tiempo (no recuerdo bien, pero debió de ser alrededor de 1976), eso significaba que el disco sonaba, como mínimo, una vez cada día. Y desde entonces he procurado no tenerlo muy lejos (cuando se lo llevó mi hermano, obtuve una grabación, y posteriormente compré el cedé). ¿Cuántas veces puedo haber escuchado ese disco? ¿Cientos? En los primeros ochenta, Bowie siguió teniendo buena estrella. El éxito que consiguió con este disco lo llevó a la cima, y allí se mantuvo. «Heroes» fue una nueva cima que, además, contribuía con una transformación de su música, ya de por sí camaleónica. Bauhaus hicieron una versión de Ziggy Stardust, y mis amigos también lo adoraban. Sólo a partir de Let's dance (disco considerablemente bueno) se le fue la mano. Una de las cosas que más aprecio de este disco es su producción. Parece ser que el gran responsable de la dirección musical y la producción fue Mick Ronson (aparte de Ken Scott). La portada es una maravilla: una mezcla de fotografía y pintura hiperrealista, una mezcla de marciano y basura, de heroísmo y decepción nocturna. 

Cuando empieza «Five years», la batería marca el hipnotismo y el piano señala que la cosa se pone solemne. Se aprecia que el sonido de la voz tiene y no tiene filtros. Al principio, no parecía que el ritmo lo marcara tanto el bombo, pero sí, el bombo te lleva como un caballo al trote. Entran los violines, la melodía se va tensando, tensando, tensando, y Bowie destila su historia. Cuando llegue el momento, estallará el estribillo. Los coros. La voz se rompe. La guitarra eléctrica y la desafinación de las cuerdas ensucian el sonido. Gran final con el ritmo del principio. Se desvanece. Vale la pena la versión en directo, sin violines, sin efectos.
 
 Empieza una melodía aparentemente sosa, o mejor dicho, banal. «Soul love.» ¿De verdad es tan banal? No ha pasado un minuto y me empieza a tocar el alma. Coros cibernéticos. ¡Guau! Eso es una guitarra eléctrica. De banal, nada. Saxofón que se marca un solo. Cabaret galáctico.
 Sí, sí. Con ese guitarrazo no puede venir nada malo. Invasores especiales con voz chulapona. «Moonage daydream.» «Mantén tu ojo eléctrico sobre mí, nena. Pon tu pistola de rayos en mi cabeza. Junta tu cara espacial a la mía, amor. Estoy flipando con una fantasía lunar ¡oh, yeah!» Mmm. Mola. (Aquí versión en directo.)
 El single. «Starman» tiene bonita melodía, tarareable. No está tan mal, hombre. Sólo que es clarísimamente comercial. Eh, esa guitarra. La la lalá, la la lalá.
 La siguiente es bastante violenta. Empieza como quien no quiere la cosa con una especie de clavecín y el bombo y el bajo profundizando en las aguas. Bowie canta de aquella manera tan amanerada, una melodía que anuncia... coros a todo volumen y una guitarra agudísima. Sí, me gusta. Esto es rock and roll. Vacilón, sugerente, sexual, violento. A ver: «No es fácil, no es fácil, no es fácil ir al cielo cuando estás cayendo». Esos pecados, David, a ver si los controlas.
 La balada: «Lady Stardust». Muy buena. Predomina el piano. Qué bien canta, Bowie. El estribillo es decididamente un acierto, llega al corazón. «Cantó durante toda la noche», dice, y uno querría estar allí, en el apartamento de Ziggy, compartiendo su éxito. Pero..., entonces, ¿por qué esa sensación de tristeza? El amor para un lunático no debe de ser fácil. Pobre chaval.  
 Vamooooooos, yeaahhhh. «Star.» Rock and roooooolllllllll. Uh-wawaaaaaaaa. Un mazazo de relojería. Ziggy se convierte definitivamente en una estrella del rock. Optimismo sin descanso. El final de esta canción es de antología. De nuevo, ¿no era tan divertido? ¿Por qué acaba tan triste y tan irónica?  
 Vamos de nuevo. Vamos, vamos. Ziggy, lo vas a conseguir. Agárrate, que vienen curvas.
 La canción que da nombre al disco. Impresionante. Fraseo de guitarra antológico. Jadeos. Grititos. La guitarra eléctrica realiza un curso de técnica, tímbrica y musculatura. Y Bowie canta, escupe, suplica. Y hace aquello que a mí me intrigaba tanto: Hace el amor con su ego. ¿Quiere decir que se pajea? ¿O que es que se las da de interesante? Mmm, eso siempre es un peligro.  
 Pero es igual. Hey, man. Sigamos retozando. Menuda canción: «Suffragette city». Lo tiene todo. Va a tope. Se para. Continúa. Te deja sin aliento. Acaba contigo. No, no, aún no. Un poco más.
 El final no podía ser feliz. Hay que dárselas de existencialista. Pongamos cara de artista torturado. Enciende un cigarrillo, el tiempo pasa en un plis. Eres un suicida del rock and roll. Así se canta. Una guitarra acústica y una voz. El bombo es el corazón. Espera, se oye una guitarra con trémolo. ¿La cosa se va a animar? Venga, va. Tensemos la cuerda. Oh, no, amor, no estás sola. No estás sola. No estás sola. No desesperes. Dame la mano. No estás sola. Eres maravillosa. Grand Finale. (Dramática versión en directo, con piano.)

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