miércoles, 19 de diciembre de 2012

Tom Waits. Una celebración de la voz quebrada




Creo que en casa solo teníamos en plástico este indiscutible Blue Valentine y un recopilatorio de la primera época (Bounced Checks). Pero casi todo lo demás lo grabé en radiocassette. Lo conocimos en los años ochenta, me parece, cuando ya había sacado Swordfishtrombone. Pero Tom Waits fue una referencia que creció rápidamente. En mi biografía, de hecho, se mezcla con puntuales escorzos de vida bohemia hacia el año 1985. Mi novia. El barrio de Gracia. Un conocido (ni siquiera un íntimo) que me dejaba las llaves de su casa (gracias, tío, eso era generosidad). Michael Franks, Aromas de Montserrat, frío bajo las sábanas transformado en cariñosos recuerdos. 

No es un artista fácil. Eso me gusta. Hace ya muchos años que es, de hecho, un artista difícil de digerir. Me sigue gustando. Me da la impresión de que hace lo que le apetece (seguramente siempre lo hizo). Y recomiendo con mucha pasión que la gente lo escuche con los brazos abiertos, dispuestos a recibir una hostia en vez de un beso. De todas formas, este disco es probablemente el pináculo de su época más «comercial», así que, si no podéis entrar por aquí... dejadlo correr.

Uno no puede escuchar «Somewhere» y no derretirse. Es una voz rota que lamenta una felicidad que ha de venir (algún día), una melodía multiplicada por la interpretación tan ajustada, tan escalofriante, que dan ganas de tocar la trompeta como Chet Baker. No es cierto que la música de Tom Waits haya cambiado tanto. Si no, escuchad con cuidado la siguiente. Sombría, violenta, igual de expresionista que ahora. Lo único que ocurre es que el género, el jazz, el blues, se ha convertido hoy sencillamente en el propio artista. Uno ya no piensa si hay saxo y piano, o por el contrario, una sinfonía de cacharros en un cementerio de coches. Santa Claus está borracho. «Red shoes by the drugstore».
  Ahora vuelvo a poner la aguja sobre la tercera de la primera cara: «Christmas card from a hooker in Minneapolis». Suena un piano eléctrico nocturno. Tom canta desde el bar de enfrente. La progresión de acordes es la clásica de su primera época. Abriga, acoge, desnuda y deja desolado. Es lo que ocurre cuando uno está en casita, calentito, y se arriesga a experimentar música de verdad. «Romeo is bleeding» ( versión en directo). Historias callejeras. No me extraña que hubiera una conexión Springsteen-Waits. Los dos primeros discos del Boss tenían ese aire caluroso de la noche en la ciudad (¡guau, me acabo de acordar de «New York Serenade»!). Pero Waits es muchísimo más... «Ándele, pues. Hey, pachuco. Apague la luz ya. Vamos a dormir.» «$29.00». Un blues. Parece la que está más metida en vereda. Instrumentación clásica. Solo de piano. Solo de guitarra. Dulzura espinosa. «Wrong side of the road». Te has equivocado, chaval, ese es el camino malo. Vas a sufrir. Una banda jazzera puede sonar con mucho peligro. A latigazos. La voz es una serpiente venenosa. La instrumentación de una altura propia de una máquina bien engrasada. Ese órgano silba como una mala idea. En «Whistling past the graveyard» un fraseo de blues camina y se tropieza hasta alcanzar el swing. Desatado. Como si una tonadilla optimista se hubiera retorcido hasta convertirse en una amenaza. «Kentucky Avenue». Bueno, es cierto, existe «Tom Traubert's Blues». Pero la Avenida Kentucky es para mí la canción más hermosa de Waits. Vale, tiene muchas y muy hermosas. Pero esta me estremece. Recuerdos de juventud: frases que recuperan a los viejos amigos, travesuras y quizá la sugerencia de una amistad desgraciada..., y el mito del viaje en tren a New Orleans, a la aventura. El romanticismo de Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Y los violines que se meten por las venas y rompen en un torrente de llanto. El otoño viene con hojas viejas. He aquí una versión en directo con la letra traducida. Para disfrutar doblemente. «A sweet little bullet from a pretty blue gun» (versión live). Quien crea que «Blue Valentines» es una celebración del amor debe de estar equivocado. Jamás he visto con mayor claridad el sarcasmo de una canción. Esa guitarra se hinca como cristal de botellas rotas, y no hace falta que el cantante te diga que bebe para olvidar. Antes de saber lo que decía la letra, ya me imaginaba que el Día de los Enamorados no era el día de la celebración del amor. Y ahora me suena a la vieja historia: ella te quiere; tú, no (o viceversa). Y el caso es que Rickie Lee Jones, que yo sepa, es la rubia aprisionada contra el coche de la contraportada (menudo chuloputas que está hecho el tío). 


Luego no se confirmó la parejita feliz. Pero a nosotros qué nos importa, si ambos dejaron discos emocionantes. Todos los borrachos tienen una espinita clavada en el corazón. Oigo a Tom Waits, y parece que me haya tomado cinco whiskeys seguidos. Feliz melopea. Tristura blues. 

Unha vez tiven un cravo cravado no corazón, 
i eu non me acordo xa se era aquel cravo 
de ouro, de ferro ou de amor. 
Soio sei que me fixo un mal tan fondo, 
que tanto me atormentóu, 
que eu día e noite sin cesar choraba 
cal choróu Madalena na Pasión. 
 (Rosalía de Castro)

2 comentarios:

  1. Quizá sea éste uno de los mejores discos de Tom Waits, el que le define mejor, pero si me tuviera que quedar con un solo tema sería "Jersey Girl".

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  2. Quedarse con un solo tema es una temeridad propia de periodistas. Me lancé por pura pasión. Pero vamos a convenir un single..., o un ep de cuatro canciones..., o un doble recopilatorio. En fin, pero que tenga "Martha". Con ésa se me humedecían los ojos durante una noche de insomnio.

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