domingo, 2 de diciembre de 2012
Amigos imaginarios. Museo de reproducciones
Bueno, a veces hay que tomar partido. Y normalmente se hace por razones que no pueden ser objetivas. Eso en la música no es novedad. Suelen ser ésas las razones por las que abrazamos a los seres queridos. De hecho, sólo por esas razones he salido corriendo a comprar un disco, por un pálpito.
Yo he tomado partido por los Amigos imaginarios.
Volví a encontrarme con Santi Campos gracias a mi hermano, que se ha desbocado en la asistencia a conciertos y me llevó a uno pequeño, acústico, en un bar garajero de Barcelona llamado Barbara Ann. Me pareció excepcional, por muchas razones. Y volví sobre su música...
...Porque ya lo conocía. Creo que fue en Disco Grande (o puede que Santi Alcanda) de Radio 3. Relacionaron de alguna manera a Santi Campos con Tarik y la Fábrica de Colores. Me gustaron ambas referencias. Y me hice con Amigos imaginarios (su segundo disco en solitario). Me gustó mucho, pero no lo descubrí por completo (y eso que «Superman» te hace polvo). Luego me cogió mayor afición con El invierno secreto, El maestro de Houdini y Muñecas rusas (ya bajo el nombre colectivo del grupo y ofrecidos de manera gratuita en su bandcamp). Y llegó, unos añitos después, el concierto a cara de perro, sin micrófono, demostrando que las canciones en directo no se defienden sólo con la buena música, sino con personalidad, desvergüenza y cosas que decir.
Ahora he comprado Museo de reproducciones a través de una inversión a plazos (crowdfounding, le llaman) (a plazos es el disco: primero en el deseo, a continuación en algunos vídeos caseros, luego en el máster digital por email, y ahora esperando la entrega física del cedé y el plástico mezclados en EE. UU.) Estoy muy contento. Hacía tiempo que no compraba un disco. Hacía tiempo que no deseaba tener un disco.
Bien, en el concierto del Barbara Ann, Santi Campos cantó a pelo e hizo cantar al personal. Escuché en primicia algunas de las canciones del nuevo disco (sí, sí, también las «canté», sin conocerlas, atreviéndome a desafinar). Por ejemplo, «Ilumíname», que presentó como un espiritual. Por ejemplo, «Limpio y nuevo», que nos hizo cobrar esperanzas de curación. Por ejemplo, «El hombre cometa», título de su libro de poemas y canción arrebatadora. No querría abundar en frases elogiosas, pero esta canción me hace temblar. En el disco hay más, mucho más. Lo voy descubriendo poco a poco. De hecho, no quiero descubrirlo del todo hasta que (más o menos para enero) pueda poner en el tocadiscos y a toda pastilla el disco de vinilo. Por ejemplo, este tema musculoso: "Combustión espontánea". Si no es es un hit es porque ya no existen. Por ejemplo, esta canción de sonido campestre: «Entre la tormenta y el aguacero.» «Ven, ven, ven. Si quieres, yo quiero.» Es una maravilla que «de repente se cuela por un agujero» del corazón. ¡Pues claro que quiero! O este cañonazo: «Dulce cabeza triangular». Creo que es una de las canciones de amor más humildes que he escuchado. Y me hace sentir bien. Me hace sentir muy bien. Los mejores Beatles hacían canciones como ésta: «Manual de autoayuda». No creo que tenga que decir más. «Casi» es candorosa. Casi es maravillosa. Casi es una buena razón para seguir adelante, sencillamente porque su contagio produce una enfermedad muy ¿común?: la inteligencia, el humorismo... y el éxtasis de la melodía. «Dos hermanos» no trata sobre los responsables de este blog, qué más da. Es la última del disco, el anticlímax, que se dice. Mmm, debe de ser la guitarra de Ester Rodríguez con su poquito de trémolo. Se aproximan los dos cantantes al micrófono y susurran: ¿Nos vamos a la cama? Bueno, vale, sí, sí..., pero como hermanos. Hay alguna canción más. Os invito a descubrirlas. Rock Indiana pondrá a la venta el disco de manera covencional, etc. No os lo perdáis.
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