Los de "La iglesia" entraron en casa como novedad, como casi
siempre, de la mano de mi hermano. Su primer disco contenía algunas canciones
prometedoras. El segundo ya lo compré yo, aparte de una portada preciosa, confirmaba el
hallazgo, “Almost with you” o “Just for you”
son grandes melodías pop de la época y quedaron para la posteridad. En
esos primeros discos no acababan nunca de redondear la faena, se lucían en los
pases de recibo, quites e incluso con la muleta esbozaban pasajes escalofriantes,
bellos momentos que no acababan de coronar cuando la aguja completaba los giros
de los surcos sobre el lomo del vinilo.
Pero llegó “Starfish” y después de ocho años de carrera
demostraron una madurez y solidez en sus composiciones que han dejado para la
historia esta grabación memorable. Su gran éxito “Under the milky way” a mí
siempre me pareció una respuesta (en el título) al “Under the red blood sky” de
los U2. Por supuesto, como procede de las antípodas (son australianos), allí es de noche mientras
luce el sol en la otra punta del mundo.
El disco (no exagero) es una obra maestra, puede ser oído de
cualquier manera y en cualquier circunstancia. Da lo mismo si lo oyes completo,
en orden aleatorio, en canciones sueltas, si es de noche o de día, da lo mismo
el clima y el estado de ánimo. Siempre suena bien. Es macizo, absolutamente
redondo... ¿No lo tienes?... ¡Házte con él! ¡Cómpralo! ¡Róbalo! Cualquier medio
es lícito para disfrutarlo. Una vez lo oyes “quieres” tenerlo. Es uno de esos
“te quiero” que más que amor o cariño encierran afán de posesión, deseo algo
malicioso por tener o disfrutar de algo o alguien de forma egoísta, de tenerlo
encerrado a buen recaudo, para abrir el cofre de vez en cuando, sólo enseñarlo para lucirlo, para causar
envidia en amigos y, por supuesto, enemigos... Ya sabéis a qué me refiero.
¿Quién no ha sentido eso alguna vez?
¿Cual es el secreto?... Que arriesgan, que insisten en darte
una y otra vez lo que quieres, lo que te hace vibrar, lo que te acelera el
corazón y lo hacen de verdad. Nunca lo pudieron volver a repetir, es imposible
ser sublime de forma continuada.
El disco se abre con “Destination”. Son muy inteligentes,
comienzan con una aparentemente “normalita” (pero de magnífica construcción) que
actúa como un excelente preludio, un catalizador que te prepara para lo que va
a venir, te deja saborear un poco del dulce manjar que vas a probar. Te enseñan
el color de las pastillas que puedes probar y, así, sin más, casi sin dejarte
elegir ¿para qué hacerte esperar? Comienza la tonada histórica de este disco.
La que todos nos sabemos y nunca nos cansamos de oír y tararear. Aparece
esplendoroso el camino estelar que conduce a la tierra prometida “Under the
milky way”. Guitarras acústicas de inicio, letra recitada inicial, entra poco a
poco todo el grupo con teclados que hacen como coros de fondo y llega el
estribillo, las guitarras y los golpes de las olas en la noche y, sin saber
como, para cuando llegan los ritmos étnicos, ya estás encadenado, no sabes como
pero ya te has tragado la píldora y sueñas. A mí me sugiere un paseo solitario nocturno
a caballo, con capa y espada colgando, con la noche iluminada sólo por las
estrellas, bajo esa luz tan intensa que
clarea el cielo oscuro veraniego, mientras cruzas un puente adoquinado sobre un
río que refleja el cielo estrellado. Una canción de muerte, de despedida, de
amor no correspondido (de otra forma no podía ser). Cinco minutos que parecen
una hora.
Para que te relajes y vuelvas con los pies a la tierra y al
tiempo presente siguen con “Blood money” y “Lost”. La primera con estribillo
pegadizo y unas guitarras intensas, con un corto solo central de los que te
hacen levantar del asiento, y rasgar en el aire las cuerdas del instrumento. La
segunda es lentamente susurrante, ululan los lamentos del cantante, esta es una
de las que cuando suenan en un concierto, el micrófono queda en manos del
público que entona y toma el protagonismo de la parte central de la canción. El final deja ir las guitarras a su aire, se
podría prolongar durante horas y nadie se quejaría, de hecho se diluye
lentamente en el disco enlazando con la última de la primera cara que empieza con una intensidad guitarrera
impresionante que no abandona en ningún momento la canción, mientras ellos te
vuelven a enseñar como orientarte en la oscuridad señalando los puntos
cardinales “North, South, East and West”. ¡Que rotundo lo dicen al final! ¿Para
qué insistir? Otra que dejarías que se
prolongara mucho más allá.
“Spark” es una espléndida chispa para volver a encender tu
atención, un single soñado para cualquier otro disco, en éste simplemente no
permite bajar el tono de excelencia. “Antenna” es psicodelia pura, te meten un
“chute” de colores, te abren los pulmones con los trastes y los redobles. ¡A
volar!
“Reptile” es una de mis favoritas, esta es para cantársela a
ella cuando ya te has hartado, cuando no puedes más, rezuma mala leche por los
cuatro costados. Ellos te advierten, ella es peligrosa, su lengua viperina te
hará daño, ves los filos de las navajas asomados para luchar, pero tú (como
siempre) no harás caso y te dejarás envenenar por sus “ojos de diamante”. Te
dejarás matar... morirás.
Retorna la psicodelia en “A new season”. Droga dura de
verdad, los mástiles refulgen al aire, en el cielo, bajo las hogueras del
solsticio. Una dosis de buen rollo que
se prolonga cuando llegas al “Hotel Womb” para descansar, pero todavía bajo los
efectos de la pastilla azul o rosa que te has tomado (Ni idea del color, soy
daltónico) un sitio donde estás totalmente protegido, donde nada malo puede
pasar gracias a los sortilegios tejidos por las voces y las guitarras más
evocadoras que nunca. Te relajas y descansas, pero todo lo bueno produce
adicción y a veces enferma y hasta puede matar. Pronto lo volverás a querer
probar y no te podrás desenganchar.
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