lunes, 30 de enero de 2012

Neil Young: Zuma, un excelente zumo de guitarras




La primera canción que escuché de este disco fue «Stupid girl». Estaba en un casete, grabada de la radio. Me encantaba corearla: Eres tan sólo una chica estúpida. Y creía que discutía con el otro sexo, cuando en realidad mi relación con las chicas se reducía a escuchar canciones que hablaban de chicas. Suena machista. Pero no me arrepiento. Las fantasías son libres. Y los klingon se aman peleando, o sea, que me reclamo inocente.

El caso es que es el primer corte de la segunda cara, y además puede ser un buen modelo para resumir lo que representa Zuma. Las guitarras suenan rugosas, con una suave distorsión. Es un medio tiempo. La melodía de la voz se despliega y cada estrofa ocupa su lugar. Los rasgueos rítmicos y los punteos de guitarra operan en esa melodía como alternativas felices. Si no fuera porque la chica estúpida va en un Mercedes Benz ejercitando su ego, pensaríamos que es un lamento contenido y hermoso. Las segundas voces (verdaderamente sarcásticas) no alcanzan a hacernos reír, porque la temperatura emocional se ha hecho incandescente. Eres tan, pero tan estúpida. Y la verdad es que no nos lo creemos, es imposible ver la estupidez por ningún lado, porque el lamento es tan sincero que enseguida se comprende que el insulto es puro despecho, pura (auto)compasión, y de ninguna manera un desprecio.


No hay canciones mucho más rápidas. Es un disco para degustar. No invita a la mera excitación, tampoco aplatana. Ofrece un camino intermedio ciertamente curioso. Volvamos al orden establecido.

La primera de la primera cara: «Don't cry no tears». Venga, no llores más por mí. No te apiades de un pobre celoso. ¿Quién te estará abrazando esta noche? La canción se las trae. Ritmo contenido pero insistente. Fraseos rítmicos que se meten en el sistema circulatorio. Insistencia del estribillo. Guitarras afiladas. (Esto de las guitarras de este disco es un tema aparte. Verdaderamente creo que cualquier aficionado debería tomar nota: por el sonido, por la pertinencia al pespuntear el tejido melódico, por la maravilla de no hacerse pesado. No es por nada, pero esta la toco yo con mi guitarra, y hasta he hecho una versión en castellano. ¿Alguien se anima a hacer un grupo de versiones de Neil?)



La siguiente, «Danger bird», es la canción tapada. Todo el mundo habla de la gema en el anillo de la segunda cara, pero el pájaro peligroso que habita los desiertos del Mojave egipcíaco que aparece en la portada es una piedra no menos brillante: «vuela en solitario, y cabalga sobre el viento cuando regresa a casa aunque sus alas se han hecho de piedra». Canción asombrosa, doliente, larga herida de ausencias.


Como continuación tenemos una pieza acústica, calladita, bien dibujada. Perdona, corazón, pero «cuando el amor discurre en la forma que debe, se siente tan bien. Te sientes tan bien, te sientes tan bien.»


«Lookin for a love» también es bonita y pequeña, pero más country. Coros celestiales.


El «Blues de la barra de bar», última de la primera cara, renueva el impulso eléctrico, en la onda de las dos primeras (pero mantiene cierto sabor country). De hecho, mirando la contraportada se puede averiguar cómo se construye este tinglado: las que llevan luna en cuarto creciente son electrocuciones controladas por Crazy Horse, las que llevan estrellitas son baladas.




En la segunda cara, después de «Stupid girl», viene la canción más rápida del disco, la más violenta. Pero no es muy rápida, y la violencia radica más en la rugosidad (digamos que las distorsiones son más duras) que en el ataque sonoro. «Drive back.» ¡Guau, eso son guitarras que se clavan en los oídos!


Y, por fin, la canción mítica, «Cortés, el asesino». Bien, no hay palabras. Maravillosa. Pero ¿por qué no aprenden de una vez los anglosajones a respetar un poco el español? ¿Qué es eso de Cortez? Pobrecillos, será ignorancia. En cuanto al asunto de la censura, cuando Franco apenas acababa de morir..., pues como no les parecía bien que al conquistador, Hernán Cortés, le quitaran, además de lo cortés, lo valiente, lo arreglaron llamando a la canción «Cortez, Cortez» (como se ve en la contraportada; y he leído que no la radiaron, pero a mí me suena que la teníamos grabada de la radio, igual que «Stupid girl»). En cuanto a la letra, es muy bonita. «Y las mujeres eran todas hermosas. Y los hombres eran firmes y fuertes; ofrecían sus vidas en sacrificio para que los demás pudieran continuar. El odio sólo era una leyenda, y no se conocía la guerra. La gente trabajaba unida y levantaba muchas piedras.» Historia idílica, vive Dios. Y, entonces, vino el diablo español y lo echó todo a perder. Hombre, no, tampoco es exactamente eso. Sin embargo, la canción es definitivamente una obra maestra. Largo desarrollo instrumental. Amigos, la guitarra canta, la guitarra llora. Llora gentilmente, sin duda. Y luego, el tono épico de la voz, que narra la pérdida del paraíso, pero sin altavoz, sin discursos. Neil Young sabe darle un aire a lejanos recuerdos, ominosos recuerdos.


Por fin, el anticlímax. Balada de anochecer en la playa. Son los Crosby, Stills and Nash más aflautados. La navegación, de Neil Young. «Through my sails.»


Resumen: 36 minutos y 34 segundos. Placer que se puede repetir sin demora. Es algo que los cedés han puesto muy difícil (¿cómo repetir 7o minutos y no tener algo que hacer?). ¿Que resulta corto? Pues, sí, es avaro. Pero recordad que sólo ser puede ser avaro con los tesoros.

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