Otro de esos discos que compré sin haber oído ni una canción. Una simple recomendación de un amigo fiable durante la clase de Fisiología y me lancé a por él. El formato de su edición en nuestro país es original. Por el precio de un disco nos vendían el segundo y tercer trabajo de esta formación de música Canterbury. Los dos discos venían bajo el título de “In the land of grey and pink” (1971) pero en realidad éste es el de uno de los dos. El otro se titula “If I could do it all over again I’d do it all over you” de 1970. Sea como sea fue una gran adquisición.
Ambos se componen de canciones de larga duración con largos períodos
instrumentales, (grandiosos los teclados) entre los que se intercalan las voces,
especialmente bella la de Richard Sinclair y muy contundente la de Pye Hastings.
Entre
las canciones que he oído más veces de la primera cara de “In the land of grey
and pink” está “Winter wine”. Llevaba muchos años sin oírla y hoy me surgió de
pronto la idea de ponerla. Es una de esas canciones para rebozarse en recuerdos
de años pasados, de mañanas invernales soleadas, que sugiere silenciosos poemas
de amor nunca escritos o olvidados en algún altillo. Una canción para poner
colores a los sueños.
“Life's too short to be sad, wishing
things you'll never have
You're better off not dreaming of the things to come
Dreams are always ending far too soon
Sounds of a distant melody, once played, lost from memory
Funny how it's clearer now, you're close to me
We'll be together all the time”
Dreams are always ending far too soon
Sounds of a distant melody, once played, lost from memory
Funny how it's clearer now, you're close to me
We'll be together all the time”
La segunda cara la ocupa en su
totalidad “Nine feet underground”. Larguísima canción compuesta por ocho
secciones. Vale la pena oírla relajado en un sofá, solo o tomando una copa con
buenos amigos y si fuera posible fumando (fumando mucho). Se inicia con un
intenso diálogo jazzístico entre los teclados y la guitarra perfectamente
acompañados por el bajo y la batería y cuando menos lo esperas aparece la voz
de Pye Hastings.
“What I see I know is real, what I
touch I know I feel
All my love goes straight to you, all my love is you...”
Posteriormente largos fraseos
psicodélicos sobre un fondo rítmico excelso, aptos para intensas humaredas, te conducen
poco a poco hasta la voz de Sinclair entre viento y gritos, precedida de un
solo de guitarra acompasado por unas congas, seguido de teclados atmosféricos
intercalados. El cantante te avisa de que entras en un sitio en el que se oye
cantar al viento. Quizás no quisieras entrar, pero te ves atraído drogado por
los efluvios musicales, rodeado de conversaciones que oyes lejanas y del
vértigo. Y caes. Caes profundo y cuando estás a punto de ahogarte te rescata un
redoble de batería y la habilidad de teclista y guitarra te devuelven al mundo
de los vivos. Fuerte golpe en el pecho y masaje cardíaco con el último golpe de
batería que te ponen de nuevo en el suelo.
“Songs of happiness I know, and it
brings it all back again
Somewhere deep inside of me, there's a song that I can sing
Jigsaw puzzles on a tree, and it brings it all back again
Will the day be warm and bright, or will it snow?
There are people waiting here who really want to know”
Somewhere deep inside of me, there's a song that I can sing
Jigsaw puzzles on a tree, and it brings it all back again
Will the day be warm and bright, or will it snow?
There are people waiting here who really want to know”
El otro disco es una de las piedras angulares
de la música Canterbury. La cara A de “If I could do it all over again I’d do it all over
you” sólo tiene tres canciones y
únicamente una es corta, las otras dos duran once y dieciocho minutos
respectivamente, ninguna de las dos tiene desperdicio. A mí me gusta
especialmente “And I wish I were stoned. Don’t Worry” sobre todo por los
coros de su parte final.
En la cara B las canciones se suceden sin
solución de continuidad. Aparece “Can’t be long now” otra
de esas piezas con varios movimientos características de este grupo. Se inicia
con la voz de Hastings introduciéndote lentamente a un paseo por un bosque sobre
un fondo de flauta al que poco a poco va sobreponiéndose el bajo hasta
instaurarse un ritmo acelerado de teclados, guitarra y saxo como si huyeran de
algo, luego parece que llegas a un claro de bosque, ausente el peligro, con la
flauta de fondo como el rumor de un arroyo. ¡Que bien suena el bajo en este
pasaje! Y vuelve el saxo en las manos de Jimmy Hastings para estremecerte de
nuevo, corres y saltas con los riffs de
guitarra hasta el final de la canción y...Ahí surge de la nada, cuando parece que se ha acabado el disco, una joya de casi minuto y
medio que vale tanto como una de media hora. La he puesto muchas veces aisladamente sólo para disfrutarla. Se inicia a lo lejos con el volumen bajo, se oye muy poco la voz y las percusiones (probablemente unas maracas), mientras alguien invisible va girando el mando de volumen y aparecen
los platillos y una suave guitarra rítmica con el bajo y leves toques de teclados. Todo ello acompañado de
una frase hipnotizadora de Hastings que se parece como nunca a Robert Wyatt
(Muchas veces he pensado que es él el que canta). Cuando ya se juntan todos los
ingredientes, la flauta sustituye a la voz y acaba la canción diluyéndose poco
a poco hasta que solo queda lejano, otra vez, el movimiento de los palillos
buscando en el aire los platillos y las remotas percusiones. ¡Que ganas de volver a ponerla! ¡Voy a ello! Si las canciones largas te incomodan, oye ésta de minuto y medio y luego te lo piensas de nuevo.
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