Empieza a ser penoso descubrir que muchos de los que llenaron nuestras horas musicales de juventud ya no están entre nosotros. Este es el caso. Robert Palmer nos dejó, de forma brusca, en 2003 a la temprana edad de 54 años. La verdad es que estoy seguro de que tuvo una muerte elegante en los brazos de una bella mujer, tras una magnífica cena en un palacio lujoso, junto a un grandioso lago y probablemente sonriendo de satisfacción. Tenía cara de pillo, era extraordinariamente elegante y lo imagino buen vividor. ¡Ojalá no me equivoque!
Aunque disfrutó del éxito a raíz de otros discos, en mi opinión, éste que nos ocupa es el que marca la frontera entre un artista poco conocido, extraordinariamente versátil y rockero; y otro comercial, de gran éxito y buenos contratos. Lo que aconteció en su siguiente trabajo y con la canción “Johnny and Mary”.
Lo más destacado de Palmer es su voz, de ahí que en sus cuerdas vocales resuenen excelentes las versiones de otros autores menos dotados en potencia y armonía vocal pero tocados con la varita mágica de la composición.
¿Por qué compramos este disco? No me acuerdo bien. Tengo clara la reseña en el “Vibrata” del mes y creo que fue la que me hizo decidirme por él cuando cobré a fin de mes. Pero también recuerdo haber oído la extraordinaria y anfetamínica “Bad case of loving you” en la radio. Una versión de una canción de Moon Martin (cantante y compositor maldito que conocimos a raíz de este disco). Una composición francamente original, con una letra que como canción de amor no tiene desperdicio y que abre el disco. Con un estribillo que cualquiera firmaría si existieran esas pastillas para el desengaño amoroso. Voy a ver si consigo la receta.
“Doctor, doctor. Give me the news. I’ve got a bad case of loving you. No pills gonna cure my ill. A pretty face don’t make a pretty heart”.
A partir de aquí alterna composiciones propias con las de otros autores como: “Too good to be true” con ese ritmo caribeño tan típico en el rock británico de la época pero poco conocido en el americano.
“Can we still be friends?” original de Todd Rundgren, una canción de esas para toda la vida, la voz, el ritmo, la letra, poco a poco hacen permeable tu piel, y notas la intensa desazón del compositor perfectamente transmitida por su intérprete y los sencillos coros que se hace él mismo (Da ra ra). Os pongo la original y la versión para que podáis comparar. Yo soy incapaz de elegir. Igual la habéis oído en la banda sonora de “Vanilla Sky”. Hay versiones de ella de Rod Stewart más acelerada que la original, Vonda Shepard (la de Ally McBeal) potente de voz y con muy buenos arreglos y coros masculinos y Mandy Moore aceptable y un poco meliflua.
“It’s a strange sad affair. Sometimes seems like we just don’t care. Don’t waste time feeling hurt. We’ve been through hell together. Can we still get together sometimes? Can we still go on? Memories linger on. It’s like a sweet sad, old song”.
La extraordinaria y optimista “Mean old world”, en mi opinión la mejor del disco, con un sonido soul excelente y que no es una versión de la de T-Bone Walker sino que su autor es un tal Andy Fraser (un bajista que formó parte de los Free en los setenta).
“It's a mean ol' world, but it's up to us, to make it heaven, here and now”
La cara B promete rockera con “Jeaolus”, “Under suspicion” y; “Woman your wonderful”. Finalmente toma rumbos más funky con “What’s it take” y Remember to remember.
En internet no abundan grabaciones de calidad de este disco, o sea que si os gusta tendréis que pedir hora para oírlo en mi casa o intentar comprarlo en alguna tienda especializada. No os arrepentiréis sea cual sea vuestra elección.
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