martes, 1 de noviembre de 2011

Something/Anything? Todd Rundgren. Un doble de los de verdad.



Los discos dobles no eran nada habituales en los 70. La gente se lo pensaba seriamente antes de invertir en ello, tenían que ser muy buenos o tenías que ser muy fan para que te entusiasmaran y estar bien de dinero para comprarlos. El caso es que este joven de 24 años publicó en 1972 un disco doble en el que, en tres de sus caras, toca todos los instrumentos y hace todas las voces y va y le sale una obra maestra.

Yo conocía a Rundgren por su grupo Utopia, en el que exhibía dotes para la música electrónica y progresiva nada comunes en los músicos norteamericanos de la época. En un programa de RNE del que yo era habitual (“Para vosotros jóvenes”) nos propinaron completo su disco “Ra” (de hecho lo tengo en vinilo) y ahí me quedé con el nombre de su líder y vocalista.

Cuando empezamos a comprar discos leíamos con avidez las críticas de la revista “Vibraciones” y creíamos a pies juntillas en sus recomendaciones. Fue la crítica de este disco en esa revista la que me hizo comprarlo sin haber oído ni una canción, luego me di cuenta que sin saberlo ya había disfrutado de varias y eso os puede pasar si tenéis el acierto de oír alguna de sus canciones. El disco había sido reeditado en 1977 dentro de una serie llamada “Pioneros”. La verdad es que triunfó entre poco y nada en cuanto a ventas y visto su precio, nos hicimos con él de segunda mano en una tienda de la antigua calle Conde del Asalto (ahora Nou de la Rambla) que se llamaba Queraltó discos.

El disco (ahora están sus surcos siendo reseguidos por la aguja) pese a los años transcurridos ha soportado perfectamente el paso del tiempo y suena de forma francamente potable. La producción, también a cargo de su autor, es excelente. De hecho, Todd ha sobresalido más como productor de discos tocados con la varita mágica del éxito (“Bat out of hell” de Meat Loaf por ejemplo) que como intérprete para el gran público.

En su conjunto es una piedra angular de la música pop de la época.  La variedad de sus veinticinco canciones es amplísima y se suceden prácticamente sin interrupción como venablos lanzados de forma repetida que todavía estás intentando arrancarte de la piel cuando se te clava uno nuevo. La calidad es tan buena que durante meses sólo conseguimos oír la cara A del primer disco y no nos creíamos que el resto pudiera ser tan bueno, pero lo es.

El disco se abre con una de esas canciones pop magistrales que desde el primer compás declara que se va a quedar contigo para toda la vida. La voz y los coros sobresalen sobre la armónica música transportándote hasta un estribillo que debería susurrarse al oído de forma obligatoria ante determinados iris y pupilas “I saw de light  in your eyes”. El final de la canción con la pregunta “Can’t you see the light in my eyes?” deja claro que no siempre esa luz salta de forma recíproca en las relaciones humanas.


Las cinco canciones siguientes son... monumentales, cortas, cadenciosas, aparentemente sencillas en su instrumentación y todas diferentes. Llenas de toques personales, iniciadas como si las tocara todo un grupo o con voz de falsete usada medio en broma al final de algunas o con giros rítmicos en la parte central, algunas acabadas de forma casi abrupta como si estuvieran hechas a medias, dejándote con las ganas de su continuación. Todo lo opuesto a lo habitual en esa época de predominio del rock sinfónico, repleto de canciones largas, difíciles y, muchas veces también, grandiosas o monumentalmente aburridas. La cara A se cierra con otra obra maestra: “Sweeter memories”. Punteos de guitarra punzantes como lágrimas, un estribillo algo triste pero pegadizo y un solo final de guitarra emocionante. Difícil no volver atrás la aguja del “tocata” y reiniciar la audición por la primera.


La segunda cara se inicia con Rundgren  hablando de los diferentes efectos y sonidos del estudio y demostrándolos en nuestros altavoces. A continuación una canción instrumental premonitoria (“Breathless”), con predominio de teclados que podrían haber firmado perfectamente los OMD. Parece que el tono del disco va a bajar pero aparece una canción a ritmo de carrusel de feria ardiendo que nos vuelve a dejar expectantes y atónitos ante un nuevo estilo no vislumbrado previamente. Nuevos efectos especiales y vuelve el pop facilón, agradable y de gran calidad en “Saving Grace”, una canción que podrían haber firmado perfectamente los Hall and Oates. Le sigue “Marlene”, otra obra maestra en la que destacan unas percusiones preciosas (“I don’t need no fantasies... I don’t need realities”) y el canto del  autor a su dependencia de las gracias femeninas. Le sigue “Song of the Viking” una canción de esas hechas para cantar en el autocar yendo de excursión con el colegio. La cosa se cierra con “I Went to the Mirror” una de esas en las que ascienden de forma remisa la voz y el piano hasta un final con guitarras desordenadas.



El segundo disco comienza con novedades. “Black Maria” una canción que dura más de cinco minutos (la única del disco con esta duración) muy en la línea de los Utopia,  con unas guitarras y voces que podrían haber firmado muchos grupos de rock de la época, los Kinks por poner un ejemplo e incluso algún grupo del más puro heavy metal.  Otra vez la música de una feria, de mandolinas, introduce un nuevo giro argumental al disco con “One More Day”.  Las bromas preceden a una canción pop que podrían haber firmado los Beatles, incluso parece que Todd los parodia, como diciendo “Veis, lo puede hacer cualquiera”, imita claramente a Lennon en la voz solista y a McCartney en los coros y nos deja una pieza magistral "Couldn't I Just Tell You", precursora del power pop según algunos críticos.  La cosa sigue con una balada estremecedora “Torch Song”. El título es definitorio de un estilo como podéis comprobar si leéis la definición de “Canción antorcha” en la Wikipedia. Nuevamente para finalizar, una canción de guitarras y voz distorsionadas, casi recita más que canta, le acompañan los coros y unos sostenidos riffs de guitarra  y redobles de batería psicodélicos en la línea de Iron Butterfly (por ejemplo) que finalizan como un: “Ahí queda eso, si puedes y te atreves dale la vuelta al disco”.


Yo voy y se la doy y... no me arrepiento. La cara B del segundo disco es genial. Se inicia con un fragmento de una canción pop de los sesenta que suena como mal grabada en directo, parecen los Beatles de nuevo, de hecho hicieron una versión en su día de esa canción. Le sigue otro fragmento de un blues  también de los sesenta que cantó Rory Gallagher ¿Esto es lo que hoy en día se llaman “samplers”? ¿Otro giro argumental al disco? ¡No! Todd nos avisa “Here we go” y aparece todo un grupo colaborando exclusivamente en esta cuarta cara y el tono se eleva hasta el infinito, casi rozas las nubes. “Dust in the wind” suena limpia, pura, deliciosamente instrumentada, adornando los solos de guitarra (nada menos que Rick Derringer) con los del metal, saxo, trompeta y trombón (Barry Rogers, Randy Brecker y Michael Brecker) y unos extraordinarios coros. Y a partir de aquí nos sueltan entre cachondeo, risas, ahora empiezo, ahora no, ahora me equivoco para ponerte nervioso, cinco canciones de proporciones heroicas,  que parecen grabadas a pelo, en directo, tal como salen. Entre las que destacan “Hello It’s me” o “You left me sore” en una línea francamente pop, con estribillos pegadizos, cantadas medio en broma, para levantar el ánimo si no estabas fino.  “Some Folks Is Even Whiter Than Me" en más puro estilo Tamla Motown con unos solos de saxo nada habituales en el pop en esos años. El disco finaliza a ritmo de rock and roll con “Slut”. ¡Brutal! Dinero bien gastado. ¡Oye! ¿A qué esperas? ¿No lo tienes? ¡Sal corriendo a comprarlo! ... Igual no lo encuentras... Yo sí lo tengo (jajaja). Voy a volver a oír sólo esta última cara. Ya está sonando, perdona que me aleje, me gusta subir el volumen a mano, esta grabación no admite mandos a distancia. Lo siento por mis vecinos “A one, a two, a one, two, three...”


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