domingo, 25 de diciembre de 2011

The Chameleons. Tan alto como puedas llegar.



Tarde de Navidad. No se me ocurre nada mejor que escribir sobre The Chameleons. Llevo muchos días pensando en esta reseña pero no encontraba el momento. Ahora tampoco encuentran las palabras fáciles caminos espontáneos a mis manos. Me falta inspiración entre la supuesta atmósfera de hermandad navideña y la tristeza que destilan las canciones de este grupo. 

La casa ha quedado vacía por una semana más, rellenados sus rincones por recuerdos silenciosos, por pliegos acumulados desde hace años entre los que hoy (tras casi un año buscándolo) ha surgido un arcaico poemario robado hace treinta años, uno relleno de palabras certeras como dardos, utilizadas antiguamente para enamorar, y de una añeja foto que me regaló una hermosa morena que me desmoronó mi castillo de naipes de cristal (en realidad buscaba ésta).  Esos recuerdos me han hecho dirigirme sin dudar a la estantería donde guardo este disco.

Lo compré, como casi siempre, por una corazonada. Un presagio, como para casi todo lo que hago en esta vida, me lanzó sobre él. El nombre del grupo, el dibujo de la portada diluyéndose en dirección a una careta de niño triste enmarcada por el arco iris, y el título evocando palabras grabadas en un puente manifestando su intención de dejar estela permanente (hoy en día la gente deja candados),  lo arrojaron sobre mis manos. 

El grupo consiguió una fama limitada en su época pero dejó influencias póstumas que todavía se notan en la música actual en grupos como por ejemplo Interpol.  Cuando empiezas a escuchar el disco parece uno más, pero poco a poco, la intensidad de las canciones va creciendo y notas las diferencias, su originalidad. La principal el manejo de las guitarras, ese eco que se desprende de ellas que inicialmente no queda patente hasta que quedas exhausto con la última canción de la primera cara (“Less than human”).  La segunda diferencia es que sus canciones son largas, nada de tres minutos... cinco, seis y hasta siete minutos. Se regodean en que disfrutes, alargan un poco los finales, te hacen desear más.

 De esa primera cara sólo puedo decir que una vez finalizada tienes que repetirla porque no sabes cual de todas las que has oído es mejor, porque tienes que confirmar los mensajes que has recibido. ¿Cómo es posible que en tan poco rato te hayan leído el pensamiento? ¿Cómo en tan poco tiempo has notado la neblina del inicio del día rompiéndose atravesada por rayos de luz y al poco has visto la noche oscura salpicada de brillantes estrellas señalando con sus dedos  los hilos que mueven tus sentimientos? ¿De dónde han surgido a la vez el alegre grito de recién nacido al llegar al mundo y la tenebrosa guadaña de la muerte golpeando terrible? 


 El disco lo abre “Don’t fall”. Nada del otro jueves, piensas, otra más de los ochenta, en la línea marcada por Joy Division. Pero empieza “Here Today” en la que parece que suenen diez guitarras en lugar de dos, una de ellas lleva el ritmo como un bajo y el resto te hacen volar como si te hubieras drogado y a partir de ahí flotas arriba y abajo. “Monkeyland”, “Second skin”  te mantienen en lo alto, notando el vértigo de asomarse al vacío, el final decelerado de esta canción introduce una hipnótica “Less than human”,  (Time is on my side she said. You are maybe on your side I said), con sonidos que recuerdan un coro de vientos y cuando comienza el crescendo final ya percibes que estás ante algo grande, entiendes el concepto de “Wall of sound” del que hablaba Phil Spector, pero en este caso solo con guitarras.


 Los sonidos del puerto, los pasos lentos de un carcelero acercándose a la mazmorra con sus llaves abren “Pleasure and pain” en la segunda cara. Breve fraseo de guitarras, redoble de tambor y les sale un temazo de once puntos sobre diez. Cuando bajan el ritmo al final de esta canción para luego acelerar y volver a parar de pronto se produce uno de los puntos álgidos del disco (It’s in you.  It’s in me). Le siguen las dos más cortas del disco “Thursday child” que salió editada en el disco original por error como “Tuesday...” y la acelerada “As high as you can go”, ésta última constituye una de mis favoritas para comenzar las mañanas de invierno cuando notas que te falta algo de energía para enfrentarte al día. La parte final de “A person isn’t safe anywhere there” con el sonido aislado de batería, la guitarra y la voz de Mark recitando: “How can you laugh this one away. Will you ever laugh this one away” preludian “Paper Tigers”. A esas alturas ya te la podrían meter doblada, pero ellos siguen a lo suyo con un tema épico y crítico: “They always keep themselves clean. I can't shake this feeling. Something's going to happen”. El título del tema que cierra el disco (“View from a hill”) ya anticipa que es una lenta, con un final de los de tiritonas, truenos lejanos, redoble de tambores y cascabeles al viento y las guitarras características de los “camaleones” extinguiéndose lentamente en la noche. Es como dos canciones en una, la cantada y los tres minutos finales de música. Una de las de “todo lo bueno se acaba”, pero ¿No es así siempre en la vida? El mejor momento siempre preludia a la tragedia... Suerte para el próximo 2012.



“I have to know what is real and what is illusion. Tell me how does it feel Beyond this confusion
Is there anyone there” Monkeyland

"Pero, ¿es ésto de lo que están hechos los sueños...? Si esto es de lo que están hechos los sueños, no es extraño que me sienta como flotando en el aire... En todas partes, es como si estuviese en todas partes. Es como cuando no consigues relacionar ciertas cosas y sabes lo vital que es. Alguien está llamando a mi puerta. O como cuando algo se te escapa entre los dedos y te das cuenta de lo precioso que es. Algo está llamando a mi puerta.  Llegas entonces a la conclusión de que esto es sólo tu segunda piel.  Sólo tu segunda piel." Second Skin

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