Debió de ser en el mismo momento de su publicación: José Mª Pallardó estaba ahí, al quite, en el Clan de la Una. Sonó «Marquee Moon» en 1977 (la canción). Y si no, muy cerca de esa fecha.
Era una canción arrebatadora, diferente. Cortante. Violenta. Milimetrada. Desmesurada. Y desde entonces, siempre me han gustado los Television (y Tom Verlaine, y Richard Lloyd, al que me he acercado mucho más últimamente). De todas maneras, mi primer recuerdo de un disco de ellos es ya de 1980, una vez separados (seguramente más bien de 1981-1982). Entonces mi amigo Víctor Alcázar me dejó el primero de Verlaine (y los discos de Television también, creo), así que me los grabé y comencé a seguir su pista. Pero, curiosamente, en casa no compramos sus discos: nos conformábamos con las cintas, a pesar de que estábamos convencidos de lo buenos que eran. ¿Por qué? Supongo que por la dificultad de su música: hermosa, pero desapacible. Me ocurrió lo mismo con los primeros Talking Heads (que supieron nadar y guardar la ropa). En solitario, Tom Verlaine evolucionó desde el magnetismo de Television: se hizo cubista y luego ha acabado en la abstracción de Warm and Cool. Nada que objetar. De hecho, estaba tan seguro de su indiscutible talento que grabé, regrabé y luego compré sus discos. Y ahora puedo decir, después de tanto tiempo, que Television son una banda para disfrutar y no dejar de disfrutar..., que cada uno de sus ángulos es sólo un pequeño obstáculo que hace más intenso el placer (aunque sea un placer poco apto para no iniciados).
Se puede empezar el primer disco y obra maestra de Television por su primera canción, claro, por «See no evil». ¿Por qué no fue este su primer single? Qué manera más tonta de hacer las cosas más difíciles. Si el punk-pop podía ser mejor que los Ramones (o los Rezillos), sólo ésta era la alternativa. Los coros son gozosos, el empuje, irresistible. «¡Así noooo!» ¿Cómo que así no? «¡I see noooo... evillllllll!!!!!!!»
Se puede empezar el primer disco y obra maestra de Television por su primera canción, claro, por «See no evil». ¿Por qué no fue este su primer single? Qué manera más tonta de hacer las cosas más difíciles. Si el punk-pop podía ser mejor que los Ramones (o los Rezillos), sólo ésta era la alternativa. Los coros son gozosos, el empuje, irresistible. «¡Así noooo!» ¿Cómo que así no? «¡I see noooo... evillllllll!!!!!!!»
Cuando «Venus» empieza, nos agarra el corazón y estamos perdidos. Venus (de Milo), ojo. Es preciosa. Y muestra que la delicadeza promete más cosas que punk-pop. «Me siento bien en los brazos de Venus de Milo.» ¿¿Cómoorrrrrrr?? No importa que no se entienda nada. Si esta canción no te deja sentado de culo, no sigas adelante.
Claro, en vez de los «brazos» de la Venus de Milo, a mí también me vendría bien algo más de... «Friction». Sí, sí, dale, dale. ¡Dame roce! Pero..., cuidado. Parece peligrosa esa guitarra. Quizá no sea tan fácil calentarse con el roce.
Ummm, si no has venido directo aquí, ya toca «Marquee Moon». Podrás comprobar el increíble ritmo entretejido que forman cuatro músicos a la vez. Parece mentira, pero no tocan lo mismo, cada uno dice su parte, todo se une y... ¡Bingo! Guau, los fraseos de guitarra. Si algo me parece asombroso de esta banda es su capacidad para tejer frases melódicas repetitivas que se meten hasta el tuétano y conducen la canción como un misil. Son originales y variadas, y a la vez se perciben como una evolución del rock and roll.
¿De qué habla Tom Verlaine? Ni lo sé, ni me importa. Pero me toma, me suspende y me eleva en perfecta levitación. «Elevation», pura melancolía... Y de pronto, en el estribillo, dolor (Dios mío, ¿qué elevación es esa que da dolor de cabeza?), un ramalazo eléctrico a contratiempo y guitarras que son agujas hipodérmicas. Mala suerte, no todas las historias son bonitas.
«Guiding light» comienza de una forma muy dulce, para compensar. Es casi una nana: frágil, con un piano arrullador. Qué emoción, la guitarra, cuando entra para rubricar la melodía.
«Prove it» es un caso detectivesco. Ellos sabrán cómo se solucionó. Desde luego, es una caso cerrado, de ritmo juguetón, que se quiebra y se multiplica como un choque de átomos. De verdad: «Pruébalo. Sólo los hechos. Es Alto Secreto»: Delicatessen.
«Torn Curtain» es hermosa y dolorosa a la par. Cierra el disco con amargura. Muestra el lado sombrío de una belleza que se deshace en lágrimas, lágrimas que se deslizan como los años.
Cuidado. Este grupo tiene mucho peligro. Quien avisa no es traidor. Quizás demasiados ángulos, demasiados sentidos, demasiadas aristas, demasiado crípticos. Y por eso mismo, indiscutibles, diferentes, asombrosos. Admirables. No me resisto a un bonus con una versión atómica de un clásico de Bob Dylan, ¡una versión que mejora la original! (ya la hacían en 1978, que conste).
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