Después de hablarlo varias veces con mi hermano, he tomado por fin la decisión de abandonar (no definitivamente) los discos míticos del ayer y pasar a descubrir algo que pertenezca a la actualidad o a un pasado reciente. Ha sido una decisión obligada por las circunstancias, es decir, por la confluencia del poso de lo vivido y la ilusión de nuevas fronteras. Ha sido el disco de Cristina Lliso lo que me ha hecho comprender hoy que no sólo de recuerdos se vive, sino de la propia vida que cada día sale rodando.
Nunca antes había estado tan seguro de algo: las canciones necesitan ser escuchadas, y el inglés, para qué engañarnos, puede ser un problema. Cuando escucho las letras de Cristina Lliso, la experiencia y el placer se multiplican (como ocurría con Nacha Pop o con El Último de la Fila). Por supuesto, está el ambiente, la conexión a flor de piel, el embargo de sentimientos. Para eso no hace falta letra (si no, ¿cómo nos hicimos incondicionales del rock?). De hecho, eso ocurría a veces con Esclarecidos (su grupo de los 80 y 90), con los que hasta se hizo un concurso en Radio 3, a ver quién podía descifrar la letra de «Chop-suey». Pero sin duda el lenguaje, aunque apenas sean palabras lanzadas al corazón, hace que las canciones vuelen más alto.
El reciente disco de Cristina Lliso me ha iluminado durante horas en este momento. Y ya puedo decir que será un disco que perdurará en mi discoteca, porque encima ha sido un reencuentro. Hacía muchos años que se hallaba retirada del negocio, a su aire. Y ahora nos saluda desde la lejanía, y nos lanza un disco de playa, un testigo de los años que la han curtido y la han hecho más sabia. Un disco de playa porque su producción es cristalina, fresca, propia de una soledad de verano. Y un testigo histórico porque quedará escrito que en 2012 se publicó una obra maestra de la música en castellano.
Me recuerda, por cierto, el disco de Espido, el dúo gallego que salió de una excrecencia de Berrogüetto. Dios mío, qué injusticia. ¿Por qué parece que nadie sabe quién es Guadi Galego y Guillermo Fernández? ¿Por qué una obra maestra como Benzón, el disco en solitario de la primera, parece que haya pasado sin pena ni gloria? Al menos yo no me he enterado de su alcance. En fin, que no pase lo mismo con este de Cristina Lliso.
«No viajas sola». Umm. Las escobillas. Suave trote, casi al paso (por la templanza en la voz de Cristina). Ese timbre grave, cazallero, de gran fumadora. Acogedor, cercano, cómplice.
«La duna de Pile» es una belleza. La producción musical asoma para trazar delicadamente tonos de color. Suso Saiz, menudo genio, menuda trayectoria musical (¡viejos tiempos!: cuando mi amigo Alberto me ponía sus primeros cassettes).
«En otro mundo» es una canción cuya letra lo es todo. La música apenas es una excusa: un fondo de telaraña de guitarra que se mece en un ritmo ternario.
«Hola, amor» comienza con una especie de maravillosa caja de música que me recuerda a la Orquesta de las nubes. Y luego, la melodía crece a ritmo trotón hasta que es absorbida por nuestros tejidos. Magistral. Para siempre.
«Entre copas» es como una vieja melodía de los Esclarecidos. Pero ahora la concepción musical está muy concentrada. Nada puede sobrar. Nada sobra. Se alcanza una claridad que me recuerda la experiencia del concierto en la Sala Apolo (años ha), cuando presentaron Dragón negro. Una epifanía. (¿Alguien estuvo allí? ¿Alguien lo recuerda? ¿Nadie sintió una especie de comunión colectiva que hasta me puso el vello de punta?)
«Árboles». ¿Qué pasa cuando una canción es perfecta? Como si Vainica Doble y Jorge Drexler se dieran la mano.
«Mirar la luna» parece otra vieja conocida: Mujer, qué alegría. Ven, ven, ven. Abrázame el alma.
«Otro día» es tan buena y tan cierta que hace daño. Con ésta queda demostrado que este es un disco dulce como un guante de acero.
«Para qué prometes»... Pero si es que no hay ninguna floja. No la hay, todas son buenas. No, no: todas son buenísimas. Me gustan los coros del disco, de verdad. Y si no, para muestra un botón. Pero... ¿y si soñáramos con algo más negro, más mixto, más... Roxy Music? Uf, me pongo cachondo... De verdad, el final de esta canción es bellísimo... Pero, puestos a soñar: ¿Y si lo hubieran alargado ad infinitum como cuando Robert Wyatt o XTC se ponen estupendos y emocionantes?
«Viernes». Fin de fiesta. Ironía, cómo no. Y un toque a lo Rosenvinge para que se vea que en realidad ya lo hacía Cristina. Gracias a Dios ya llega el viernes, gracias a Cristina Lliso y gracias a Suso Saiz y demás responsables subsidiarios.
Qué 34 minutos más bien empleados. Qué gusto volver a poner el disco.
Claro, como es novedad, la muestra de vídeo es limitada, pero he aquí el disco entero en estrimin:
http://www.rockdelux.com/audio-video/p/cristina-lliso-si-alguna-vez.html
Y de regalo, una canción que me pone al borde de las lágrimas, tan sentida, tan bien interpretada (homenaje a Enrique Urquijo de Los Secretos): «Cambio de planes».
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