Laura Nyro. Hace muchos años que me suena el nombre. Todd Rundgren dice que fue una influencia fundamental. Dicen por ahí que la extraordinaria Rickie Lee Jones también bebía de sus fuentes. Tiene un disco donde toca Duane Allman.
Billy
Childs. Ni idea de que este hombre fuera un músico excepcional.
Pero, por lo que veo, lo es.
Había
escuchado no hace tanto tiempo un par de discos de Laura Nyro, por
fin. Ya no era sólo un nombre. Y comprobé la calidad de su
composición y de su voz. Pero había algo en la mezcla, en las
grabaciones, que no me acababa de convencer. Nada grave. Cosas de
detalles que acaban por hacer que no reincidas tantas veces como se
merecería. El caso es que, de todos modos, la escucha fue muy
placentera. Y el respeto por la malograda artista, muerta a los
cincuenta años a causa de un cáncer de ovarios (como su madre),
subió hasta la categoría de confirmación (ya no era sólo esa que
dicen que era tan buena y que nadie acababa de entender y por lo
tanto tienes que adorar como una artista de culto).
Pero,
amigos, las composiciones y la producción pueden hacer milagros
desmedidos. Y es que este homenaje de Billy Childs cantado por...,
¡una lista increíble, fuera de toda medida de voces femeninas...!
Va, digamos alguna..., no, no, digámoslas todas, porque son la
repanocha y creo que estaban cada una de ellas inspiradas justo en el
momento de grabar: Renée Fleming (sí, sí, la cantante lírica),
Becca Stevens (ni idea, pero quiero llevármela al huerto sin verle
la cara), Lisa Fischer, Esperanza Spalding (¡guau!), Rickie Lee
Jones (¡síííííí!), Ledisi, Susan Tedeschi (¡la bomba!), Shawn
Colvin, Dianne Reaves y Alison Kauss (la misma).
Este
homenaje de Billy Childs, digo (y lo mantendría en presencia de mi
abogado), es un disco inmenso, una fuente de belleza inagotable. No
hay palabras, de verdad. Y lo mejor de todo: no se deja desde el
principio, no es música que se acueste contigo sin pedirte
credenciales. No sé si llega a ser jazz, pero desde luego tiene toda
la elegancia melódica de los estándares; no sé si es pop, pero con
las escuchas se hace imprescindible; no sé si es jazz, pero los
arreglos instrumentales son de una delicadeza asombrosa; no sé si es
pop, pero cada canción se convierte en una tonada cuando la
frecuentas.
¿Sabéis
esa música que suena y crea por magia que aparezcan paisajes en la
imaginación? ¿Sabéis esa música que crea ilusiones de una
felicidad más cierta? ¿Sabéis esa música que hace que la pasión
de algo por venir se perciba como posible?
Comentarios
finales: toca Wayne Shorter. Si alguien ha temblado cuando aparece en
los discos de Joni Mitchell, que se prepare. Toca Dean Parks. Toca
Vinnie Colaiuta.
¿Que
por qué me llevaría al huerto a Becca Stevens? Porque «The
Confession», la segunda canción del disco, donde canta, es pasión
sexual. Una letra de gran valentía. He ahí una mujer dispuesta a
decir lo que le apetece. Y, claro, la pones en el coche (o en casa,
como queráis), te enciendes con la cantante, lo das todo, subes y
subes, y no soportas más placer, y gritas junto a ella: "I confess. Love my love thing, love is surely gospel". (Bueno, ahora he visto el vídeo de más abajo y no me arrepiento: la chica parece un pelín cortada, pero si os fijáis en la mano izquierda, lo vive.)
Se
llama Map to de Treasure: Reimagining Laura Nyro.
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