Ahora se van a cumplir los 40 años de la publicación de Larks tongues in aspic, el disco que inicia la etapa esotérica de King Crimson. Es una buena excusa para traerlo al cofre de los recuerdos. No es rock sinfónico, de ninguna forma (aunque "Exiles" vuelva a la mejor guitarra acústica de la anterior etapa). Del jazz tiene la libertad en la forma; del pop, la melodía atractiva (cuando llega), y del rock, la potencia y la brutalidad.
El diseño del disco es un acierto: la portada es tan simple y tan identificativa que a día de hoy se ha vuelto un anagrama; y en los diferentes cortes hay un muestrario de todo lo que eran capaces de hacer estos músicos. En los extremos: música instrumental siniestra, contemporánea-heavy, rock progresivo... En el centro: una canción de belleza emocionante, una minisinfonía que acaba siendo una canción maravillosa, y por fin, una melodía agresiva que dibuja un rock-jazz imparable.
Los discos de King Crimson son muy diferentes (y, una vez iniciado en la corte del rey carmesí, muy coherentes). Quizá sería mejor decir que hay una buena distancia entre sus discos de la primera etapa, los de la segunda (iniciada por el vinilo que nos ocupa), los de los años 80 y los de la última época. Larks tongues in aspic es quizás el mejor de los tres de la segunda etapa. Es el disco en que se renueva toda la formación (sólo se queda el rey Fripp) y entran un nuevo letrista (antiguo componente de Supertramp, Richard Palmer-James), Bill Bruford, John Wetton y David Cross. Jamie Muir entra y sale a la velocidad del rayo. Y deja huella.
La ensalada es de primera calidad. Pero que nadie se llame a engaño. Para poder disfrutarla, hay que aceptar que esta música es desasosegante; no entrega ni un átomo de belleza sin recordarte el montón de mierda que nos rodea. Pero, en fin, creo que la recompensa lo vale: devuelve el esfuerzo invertido en placer multiplicado por diez.
Hay que probar a oír atentamente las tres primeras piezas, seguidas. En los primeros trece minutos (del disco, aquí hay un directo irrenunciable) alguno tendrá que hacer un salto de fe (esto lo digo pensando en que hoy en día la gente no está acostumbrada a música de tal minutaje ni a tal concentración, pero a lo mejor me equivoco). Luego, "Book of Saturday" puede estremecer, por la delicadeza, por la melancolía que transmite. "Exiles", digamos que es tan buena como "Epitaph", la mítica del primer elepé... ¿Me he pasado? Más oscura, más sincopada, más urbana, pero igual de hermosa. Y la letra me parece una buena variación del tópico de la aurea mediocritas, es decir: mejor feliz en la humildad del hogar que en la furibundia de la fama. Pero, ¿y esa nostalgia suave que cae como una lluvia fina? ¿Acaso no era feliz en la renuncia?
Larks tongues in aspic (part one)
Book of Saturday
Exiles
"Easy Money" es sencillamente brutal. La guitarra eléctrica es rastrera; los coros, sarcásticos; el bajo, montañoso. Bajo y bombo: ¡tremendos! Tejido de guitarra y signos de puntuación de las percusiones. Tensión del mellotron. Una canción sobre un famoso que gana pasta a espuertas, esto es: lo contrario que en "Exiles". Que te den: he aquí el retrato satírico de tu codicia. Solazo de guitarra de profesor loco; redobles de batería que hacen retumbar el edificio. Carcajadas que dan la extensión de la iniquidad del ser humano. Viento y moscas.
Otro salto de fe. "The Talking drum" desemboca sin solución de continuidad en la segunda parte de "Larks tongues in aspic". Puro ritmo percusivo. En crescendo. Violín histérico. Hasta lo insostenible. Y entonces estalla uno de los riffs de guitarra más famosos del rock, en la última pieza. Cubismo rockero. Álgebra de la síncopa. Como un tren hasta el final.
Easy money
The talking drum
Larks tongues in aspic (part two)
Pues sí, éste es uno de aquellos discos que formaron parte de nuestra vieja discoteca. Yo me lo volví a comprar, tras la emancipación. Vuelvo a ver el mueble con camas retráctiles; el Vieta Uno y el plato Ocnoson en donde rodaba el vinilo. Vuelvo a sentarme en los sillones de escay; vuelvo a chupar un boli de plástico sintético que absorbía todos los malos rollos (tenía forma de pluma de ave y se encajaba en una gran pieza de dominó). Viajar por King Crimson era meterse en un mundo muy, pero que muy interesante. ¿Acaso no es posible seguir haciéndolo hoy día?
"Lark's" lo tuvo todo para una generación que crecimos intelectualmente en los ochenta, cuando el punk y la electrónica arrasaron de golpe con todo y King Crimson fue la balsa salvavidas, como también lo fueron, en otro sentido, los Stones.
ResponderEliminarA mí me costó muy poco integrarme en los 80. Pero entiendo lo que quieres decir. El otro día escuché a Javier Bergia diciendo que, para toda una generación de músicos, la movida madrileña resultó un desastre, porque los apartaron al margen. Es una pena. Y tiene toda la razón. Pero también creció toda otra generación a la sombra del punk. Brotó algo distinto. Al menos durante un instante. Y eso también fue muy positivo.
ResponderEliminar