domingo, 21 de abril de 2013

Javier Bergia. Un devoto de la música merecedor de más devotos





Es imposible escribir un artículo sobre un disco de Bergia, no sólo porque haya varios demasiado buenos, sino porque no siento que mi vinculación con él sea por un sólo disco. Aparte está la dificultad para encontrar material para incluir como ejemplo. Es decir, que la necesidad de incluir a Bergia en el cofre de recuerdos es más imperiosa por la importancia de su reivindicación que por el juicio crítico de uno de sus discos o por la facilidad de escucharlo en internet. 

Soy un incondicional. Cuando alguien te hace disfrutar tanto, ¿se le debe algo, no? Quede claro, desde el principio, que desearía que todos los que lean este artículo salgan disparados a adquirir por cualquier medio la música de Javier Bergia (ojo, sobre todo la que es de su cosecha; a mí me encanta lo que hace en el terreno instrumental, con Luis Delgado, etc., pero eso es algo que merecería otra explicación). 

A ver, no sé si me quedé con su nombre o no, pero recuerdo perfectamente que me gustaba la serie de televisión Media Naranja y que la canción de la serie (Chico busca chica, chica busca chico) me traía un nosequé de nostalgia de una vida que aún tenía por vivir. Creo recordar que entonces yo era joven. Es una serie que vi aún en casa de mis padres.

 

Y entonces (corría 1989) escuché en la radio que Javier Bergia había publicado su tercer trabajo: Tagomago. Lo hizo público Ramón Trecet, y también José Miguel López. Y comprendí que este autor era el mismo que cantaba Media Naranja, y que musicalmente iba muchísimo más lejos que el pop de cantautor. Había algo de new age, y de folk, y de rock de guitarras, e incluso un poquito de King Crimson. ¡¡¡Guau!!! El disco se convirtió en un habitual de casa.



Entendamos el contexto. Grabaciones Accidentales (Esclarecidos, Golpes Bajos) editaba un disco de alguien que se rodeaba de músicos de culto (no sé a qué me refiero, pero supongo que era gente que uno veía en los discos que le gustaban sin ser los titulares) y que hacía música hermosa, inteligente y extrañamente revigorizante. «El colegio de Alvarito» es una maravilla sin discusiones. ¡Fuera prejuicios! Jamás me había sentido tan cerca de una música que es popular y culta a un tiempo. Una canción infantil clavada en el corazón.

 "El colegio de Alvarito"


Además, el disco aportaba una ración de poesía y belleza musical fuera de lo común. Y si no, escuchad esta obra maestra absoluta. 

«La oración y el té»


En fin, si añadimos la fuerza de la guitarra eléctrica en «Midnight Round Mekiness» y «Frente Minskins», Tagomago fue un hallazgo brutal, completamente inesperado para un devoto del after-punk que justamente había empezado a trabajar ese año y podía comprarse los discos con su propio dinero. 

En cuanto vi La alegría del Coyote en una tienda de discos, me lo compré. Y hallé que la maravilla tenía una explicación histórica, pues éste era el disco anterior, de 1988, y tenía la misma dosis de inteligencia, de melodía arrebatadora, de pop nunca oído, pero carecía de la tendencia new age y casi ni se notaba el folk. A ver, ¿qué se puede esperar de un disco donde la sección rítmica estaba formada por Billy Villegas y Tino di Geraldo? Ya sé, ya sé. Pero para mí eran músicos con el prestigio gigantesco de pertenecer a la nómina de mis preferidos (esa nómina que uno se apunta mentalmente leyendo los créditos de los discos, atendiendo a la intervención de los instrumentos, juzgando como algún músico afecta radicalmente al sonido). 

«Nunca te dije»


Amigos, escuchad ese final instrumental a todo trapo, con una batería que te pone los biorritmos en órbita... 

Me grabé esos discos en cassette y los escuchábamos en el coche familiar (un supercinco) día sí, día también, de tal forma que casi nos los sabíamos de memoria. Puedo decir que esa costumbre duró hasta que los coches dejaron de tener radiocassette. 

Y hasta escribí una carta de fan. ¿La respuesta? ¡Javier Bergia me envió personalmente un paquetito con una cinta grabada con su primer disco, que ya estaba descatalogado! Aún lo conservo, por su puesto. Está escrito de su puño y letra (vamos de la misma forma que se hacía cuando le grababas un disco a un amigo). No sé cómo se llama ese primer disco: ¿Recoletos? Es igual. Me grabó una versión con canciones que habían quedado inéditas y con un trozo del primero de Finis Africae (con ellos lo vi en directo en Barcelona, tocando el bajo, ya no sé en qué año). Luego me he fabricado copias de seguridad, lo he bajado de internet, etc. Pero jamás he podido comprarlo. 

«Recoletos»


En fin, y llegó la época de los cedés. Así que todo lo demás (prácticamente todo) lo adquirí en formato digital. Y tiene varios discos: Caracola, Noche Infinita, Cedaceros 4, Rupairú (instrumental), varios recopilatorios jugosos, etc... ¿Que nadie les hace caso? Bueno, yo sólo puedo decir que son extraordinarios, que trascienden con claridad el universo cantautoril (sobre todo los primeros cuatro discos) y que poseen la claridad de un castellano directo a la sensibilidad, la inspiración de la melodía pegadiza y la sabiduría de un músico que ha llegado a hacer giras como percusionista de un grupo de música antigua como Atrium Musicae (el grupo de los Paniagua, puede que esto no signifique nada para muchos, pero quiero señalar que Bergia pertenece a una estirpe de músicos que no se limitan a rascar unos acordes y tararear un letra, sino que viven por completo la música, la estudian, la adoran). 

Atended a esta maravilla de Caracola (disco impagable que encima ha sido publicado en dos versiones: 1993 y 2009). 

«Un obsequio del universo»

Para acabar, ¿qué disco recomendaría para iniciarse en la degustación? Creo que dos recopilatorios son ideales: 25 años y Antología. De entre los últimos, Cedaceros 4 es de mis preferidos. ¿Quién es Javier Bergia? Uno que acompaña a Ismael Serrano...; sí, sí, aquel tío que hacía costumbrismo madrileño...; no, no, el adaptador de poemas medievales...; sí, por qué no, aquel tipo cachondo, melancólico, de buena cuchara..., alguien ya resabiado y, sin embargo, lleno de humor..., o precisamente... 



 http://www.rtve.es/alacarta/videos/los-conciertos-de-radio-3/conciertos-radio-3-javier-bergia/389151/

3 comentarios:

  1. No sé dónde debía estar por esa época yo, en los ochenta, supongo que en algo más rudo o más progresivo, pero en cualquier caso esas canciones me gustan, y los buenos descubrimientos siempre se agradecen, vengan cuando vengan. Muy saludable y vigorizante el final de "Nunca de dije".
    Saludos

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    1. Bergia tiene varias facetas. Si bien la fuerza del final de Nunca te dije no es lo habitual en su obra, vale mucho la pena meterse en sus discos. Tiene un genio particular para las melodías. Sus letras son hermosas. Y tiene algo extraño, distinto, que le hace especial (siendo que, como "cantautor", podría ser simplemente agradable y poético o comprometido). Salud.

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