viernes, 3 de mayo de 2013

Exposure. Una exposición de Robert Fripp




El agente Cirlot abrió los ojos después de oír como la aguja del tocadiscos tropezaba con el reborde de papel. Entonces se fijó en que, justo antes del papel, había unas palabras grabadas en el vinilo, como rascadas con una fina aguja; apenas se podían leer a contraluz. Era un aserto de J. G. Bennett: «El objetivo es libertad, consciencia y verdad» (detalle que sólo se podía comprobar en la primera edición del vinilo). ¡Pluk, pluk! Guardó el disco en la funda blanca donde figuraban impresos los créditos del disco, las explicaciones de Fripp, y las letras. Guardó la funda con el disco en la carpeta de cartón con la foto de Chris Stein sobre la proyección del vídeo de Amos Poe. Le dio la vuelta y vio la contraportada: la foto donde Fripp parece desconfiar de lo que pueda haber a su derecha. Cuando se giró hacia la mesa, para consultar con el protagonista, ya no había barra de bar, ni mesas. Tuvo que moverse a tientas, puesto que reinaba la oscuridad. Pero por suerte, los destellos de luz de una pantalla gigantesca le mostraron una platea de butacas. Allí encontró de nuevo a Robert Fripp.

―¿Qué es lo que temía en ese momento, señor Fripp?

En la pantalla del cine-club (ahora ya estaba cómodamente sentado en una butaca, junto al guitarrista, hipnotizados ambos por el resplandor de las imágenes), la carota de Fripp pestañeaba. Se trataba del vídeo que había hecho Amos Poe para la promoción de Exposure.

―Bien, esa contraportada..., la foto de esa contraportada pertenece a la serie que hizo Chris Stein mientras Amos preparaba Alphaville y mi propio vídeo, que puede contemplar usted mismo, ahí delante. Es una reproducción parcial de la foto, en realidad. En una de las tomas originales (que he mostrado en los archivos de mi compañía digital, DGM Live), se ve que detrás de mí, a mi derecha, está Natasha von Braun, la devora-incautos. Ella no está pendiente de mí, pero yo la presiento. Es como en una pesadilla en la que estoy a punto de darme la vuelta para contemplar, frente a frente, al monstruo.

―Ah, sí. Pero en la foto del Club de King Crimson, su mirada es mucho más dulce, yo diría que melancólica. Y Natasha von Braun (Deborah Harry) no parece muy interesada en hacerle daño. Más bien parece que le desdeña y que esté dispuesta a no mirarle más a la cara.



―Sí. Bien, en esa toma, en la que encarno a Lemmy el Cauto, es como si ya hubiera mirado al monstruo y hubiéramos vuelto a la posición de partida, como en una remake de las penas de Sísifo. Pero es imposible olvidar a la Medusa. Y se me nota la nostalgia triste, y el desengaño, y la frustración.

Cirlot comprendió que el guitarrista no tenía más ganas de hablar y se quedó pensando en sus últimas palabras: nostalgia, desengaño, frustración... Exposure era una obra maestra precisamente por eso, por su capacidad de mostrar las dos caras de la moneda: la belleza fugaz, el desengaño y la violencia de la frustración.

El disco es un collage expreso. Son trozos de vida arrancados del silencio y organizados para medir los altibajos del alma. No se aleja de un documental filmado en sonido donde se da una repaso a la vida sentimental de una pareja en medio de la esquizofrenia urbana y se ofrecen respiros de hermosura sentimental y espiritual.

«Tú me enciendes el cigarrillo» es una letra de Robert Fripp (autor únicamente, al parecer, de esta canción; del primer verso de «The Great Deceiver», de King Crimson; y de «Under Heavy Manners», del medio-disco homónimo). Es un rock and roll frenético cantado por Daryl Hall. Sin concesiones. El fraseo repetitivo es ligero, y cremoso. La canción desarrolla una especie de declaración de machismo lleno de humor, y se para de pronto para dar voz a Shivapuri Baba, una voz que interviene de manera milagrosa, porque en su brevísima sentencia consigue dar el toque aéreo que la levanta. «Breathless» es probablemente el mejor instrumental de heavy-Fripp que existe, junto con «Red», de King Crimson. La aportación del órgano y los frippertronics proveen a la música de una capacidad de elevación en el aire que la llena de riqueza en texturas. Provoca en el oído la sensación de que es pesada y ligera a la vez, de que es un tren de mercancías avanzando a toda velocidad hacia su destino, pero, al rodar por los raíles, el tren canta. «Disengage» continúa con el empuje glorioso de la anterior, pero ahora, además, suma la intervención melódica de la voz de Peter Hammill. ¿Melódica? La desesperación en su forma de vocalizar es propia de un demente. No es extraño que Johnny Rotten le tenga en el santoral. La canción habla de una situación extraña, como de juicio familiar en que el hermano pequeño va a salir escaldado y su institutriz será la que elija el instrumento de tortura. Jamás la palabra metáfora había sonado tan siniestra y jamás un grito había rematado una canción de esta manera, dejándote con el corazón encogido de miedo. Pero, gracias al cielo, llega el indulto; llega el reposo de una hermosura sin igual. «North Star» es una balada frágil, cantada de forma magistral por Daryl Hall. Guitarras cristalinas y paisajes de pedal steel que se extienden hacia la Estrella del Norte. Una belleza que tiene que llegar a su fin. A su fin. «Chicago». Un blues pesado, donde el shuffle lleva unos grilletes en los tobillos atados a una gran «bola y cadena». ¿Pero Fripp toca, de verdad, un blues? Sí. Irreconocible para los puristas, pero es un blues. Hammill sigue igual de sombrío, aunque ya no grita dentro de la celda acolchada, sino que analiza una relación de amor. Y tensa la cuerda, hasta que la voz se quiebra y brota el llanto. «NY3». Una grabación real de una pelotera familiar en la Cocina del Infierno, en Nueva York. La desazón y la cacofonía están a punto de romperte los nervios. El grupo, a toda máquina, y la alienación urbana a flor de piel. Ah, pero todo se arregla. Se necesitaba este respiro a la brutalidad de la vida moderna. «Mary» es la canción más hermosa escrita por Fripp desde «Book of Saturday». Es tan delicada que se permite hablar de la familia con dulzura, de la humanidad como algo amable. ¿Cómo pueden los frippertronics aportar este grado de dulzura? (ayudados por la aterciopelada voz de Terre Roche, que lo borda). Dios, qué maravilla. (La melodía, por otro lado, es de Daryl Hall.) «Exposure». Sí, la canción que dio lugar a todo esto. Pero no la canta Peter Gabriel, ni Daryl Hall, sino Terre Roche (dice en los créditos que su voz está fritched por Fripp, sea eso lo que sea). Es imposible alcanzar la meta sin sufrimiento. Y sufre, desde luego; cuando canta, sufre. Y la sección de ritmo pesa, pesa como una tonelada. Pero el groove funky de Sid McGinnis actúa para darle un toque sensual que la alivia, la engrandece. El grito de Terre Roche pone la piel de gallina. Eso es terror a verse expuesto, sin duda: Robert Fripp travestido en una joven asaltada en medio de un callejón oscuro. Sí, Fripp se expone en este disco, pero también nos expone a nosotros a sus miedos. «Haaden Two» es un collage de insertos de grabaciones de voces distintas y un fraseo musical que se dirige a ninguna parte. Un interludio de interludios. Un comerse las uñas en la sala de espera. Y según Eno, una progresión de acordes increíblemente patética. Al final, se parten el pecho. El histerismo estalla en carcajadas. Un compás de espera mucho más plácido. «Urban Landscape». Con ese título, ¿será verdaderamente plácido? Son frippertronics puros, dulces. Pero breves. De inmediato se da paso a la violencia de «I May Have Not Had Enough of Me But I Have Had Enough of You». Peter Hammill y Terre Roche se pelean por decidir de qué manera es esa manera. Un juego ingenioso que emula el una rosa es una rosa es una rosa, de Gertrude Stein. Un círculo vicioso en la pareja. Ah, pero a ella se le ocurre parar un momento y decírselo bien claro: «Estoy harta de ti». Otra parada para descansar del estrés. La «Música acuática», no la de Haendel, ni la de Telemann, sino la de los frippertronics de Fripp, acude para anunciar con la voz de J. G. Bennett que el calentamiento global llevará a una inundación de las principales ciudades costeras. Es una voz profética que habla desde las nubes frippertrónicas. Escuchemos. «Ahí viene la inundación» es la culminación del disco. Peter Gabriel canta esta extraordinaria canción. Apenas un piano y frippertronics. Un final sentencioso. Pero dentro de las lecciones de psicología, y filosofía, y sociología..., dentro de la muestra documental que es este disco, está la gran calidad de sus canciones. Como en este caso. La soledad y, sin embargo, la esperanza. Gabriel remata con una de sus mejores piezas. Y llega el epílogo musical, la segunda parte de la «Música acuática». Frippertronics como terapia sedante para la fuerte experiencia que se nos ha mostrado y que se nos ha hecho padecer y disfrutar. Música dulce, repetitiva como las nanas amorosas, y algo así como el planear de aves de grandes alas.

5 comentarios:

  1. Precisamente hoy tuve este dsco en el plato. JUnto con el primero de la lIga de lo mejor de Fripp fuera de KIng Crimson . Gran articulo

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    1. Muchas gracias. Es un fragmento de un libro que he escrito, enterito, sobre este disco y sus alrededores. ¿Alguien me puede encontrar editor?

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  2. En su momento oí mal este disco. Debía tener la atención en otra parte. Luego, cuando King Crimson volvieron con "Beat", como ya no eran lo mismo, no les presté demasiada atención. Afortunadamente, ahora he vuelto a "Exposure" sin prejuicios y con tiempo. Es un disco excelente.

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  3. Me alegro de tu reencuentro, Albert. En efecto, hay que tener mucho cuidado con escucharlo con los prejuicios propios de quien ha mamado King Crimson. De hecho, hay que tener en cuenta que, para Fripp, este era su experimento "pop". Salud.

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  4. ESTE DISCO SEPARO MI CABEZA DEL MUNDO. ES UN ATAQUE FRONTAL PARA DESPERTAR LAS NEURONAS ADORMECIDAS. BESTIAL. GENIAL . MARAVILLOSO. AUN A PESAR DE HABER MAMADO KING CRIMSON. MIS AMIGOS NO LO ENTENDIAN. UNA PENA, POR DIOS... HUBIERAMOS LLEGADO AL CIELO JUNTOS Y AL MISMO TIEMPO.

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