sábado, 17 de septiembre de 2011

Aqualung, my friend

Una de las cosas que me fascinan de los discos «de antes» es la cantidad de veces que los puedes escuchar. Claro que no sólo por ser «de antes» tienen esa facultad (también tienen que ser buenos), pero en ellos se da más a menudo porque pertenecen a un tiempo mítico: son los discos de la infancia y la juventud. Ni los discos malos ni la superabundancia de internet poseen esa bendición, los unos porque no se soportan y la otra porque distrae.

Nosotros empezamos con una radiocassette mono, escuchando programas de radio de José Mª Pallardó o de Luis Segarra (mi hermano empezó antes, pero estos son los que yo recuerdo), y grabando cintas recopilatorias de esos programas. Ahora mismo me viene un escalofrío, porque acabo de recordar vivamente las noches en que ponía un programa esperando con el alma en vilo a que pusieran otra vez «esa» canción que querías grabar (por ejemplo, «Can you understand», de Renaissance). Era un instante milagroso. De pronto, aquella canción, la hacías tuya, la comenzabas a poseer. La habías grabado y podías ponerla todas las veces que quisieras. La habías vislumbrado, acechado, requebrado, y al fin, la habías conseguido. Sexo seguro y satisfactorio.

También tuvimos cintas originales (pocas): desde Boney M hasta Genesis. Y entre ellas destaca Aqualung de Jethro Tull.


Ese disco me emociona por sus cambios de dinámica, por la cercanía de la voz de Ian Anderson (a veces ríe, o tose en las canciones, y las teatraliza), por la mezcla de folk juglaresco y rock duro, por la maravillosa flauta que poca gente ha sabido meter tan bien en el pop. Es la medida justa de esto y de lo otro, ni demasiado progresivo ni demasiado cazurro en los fraseos de guitarra.

Esa cinta de cassette debió de ser reproducida, no creo exagerar, cerca de un centenar de veces, quizá más. Hoy en día pongo el cedé. Y me sigue gustando igual que antes. Se sostiene como un clásico del rock. Porque (esto es algo muy importante en los discos de «antes» que merecen ese calificativo)..., porque todas las canciones son buenas, no hay relleno, están bien secuenciadas, dan ganas de aprender inglés para entenderlas (aunque son tan expresivas que no importa) y satisfacen hasta el punto de no echar de menos ni el tiempo ni el dinero que has gastado en escucharlas.

Si una tarde no tienes nada que hacer (o te niegas a tener nada que hacer); si estás aburrido y buscas un salvavidas, pon Aqualung. Vuélvelo a poner. And again, and again, and again.

«En España, debido a la censura imperante durante la dictadura del franquismo, este álbum no fue publicado hasta 1976, y en una edición en la que la canción "Locomotive Breath" había sido censurada, siendo sustituida por "Glory Row". Esta última canción aparecería después en los demás países en recopilaciones o como bonus track. Esto convirtió a la edición española del álbum en una pieza muy apreciada para coleccionistas de otros países.» (Wikipedia dixit)

En efecto, el cassette en cuestión tenía esa caraterística. Ya decía yo, años después (hace poco), que «Locomotive breath» no me sonaba de este disco...

Aquí dejo la última del disco, «Wind up», que finaliza con una tos o semicarcajada que a mí me emocionaba mucho, no tengo ni idea por qué. Pero es un ejemplo perfecto del disco.



2 comentarios:

  1. Creo que con cien veces te quedas corto. Es increíble constatar ahora que lo oíamos en "mono" y era igual de bueno que en el mejor aparato estéreo. Demostrando una vez más que la calidad no necesita de mejor envoltorio ni de conocimientos profundos. Las canciones de este disco golpean dentro, una y otra vez, de principio a fin. ¡Como maneja los altibajos en sus canciones! Acelera, frena... conmueve.

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  2. "Wondering Aloud" es la canción que más me ha emocionado nunca. Es una bella declaración de amor.

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